Ya suma 16 títulos de Copa América, la copa que creó en 1916 vuelve a ser suya. Es un pueblo que necesita triunfos futbolísticos, se alimenta de ellos, porque es un país de fútbol
MEGACAMPEÓN
      A-    A    A+


Hernan Quiroz Plaza

La Copa América 2024, que concluyó el pasado domingo 14 de julio con un dramático final con alargue entre Argentina y Colombia, será recordada por algunos hitos futbolísticos como el récord de títulos que lograron Messi y su escuadra al coronarse campeones y los inesperados desempeños de países como Canadá y Venezuela. Sin embargo, la 48ª edición del principal torneo entre selecciones del continente sudamericano, que por segunda vez en la historia se jugó en Estados Unidos e incluyó a las selecciones de ese país y Canadá, también quedará en el recuerdo por los gravísimos problemas en su organización, que han generado duras críticas de jugadores, entrenadores y del público.

La Selección Argentina sigue escribiendo capítulos en una historia gigantesca. Una vez más, se quedó con la Copa América. De esta manera, el conjunto dirigido por Lionel Scaloni logró su cuarto título al hilo y se coronó bicampeón del certamen continental. El Obelisco de la capital bonaerense se volvió a llenar, las plazas de todo el país también. Encienden sus luces y se escucha bullicio, gritería. Pese al frío de este invierno y ser pasada la medianoche, la gente salió a las calles a celebrar y desfoga su emoción, su orgullo. Argentina campeón, otra vez…Ya suma 16 títulos de Copa América, la copa que creó en 1916 vuelve a ser suya. Es un pueblo que necesita triunfos futbolísticos, se alimenta de ellos, porque es un país de fútbol. La gente vive para este deporte; come y piensa en fútbol. Alguien podría decir “¡qué banalidad… El fútbol es un hecho menor, secundario en la vida de una comunidad”. Argentina sabe de finales peleadas, agónicas. Tanto en el triunfo como en la derrota, pero la Argentina de Lionel Scaloni solo sabe ganar. Y esta vez triunfó haciendo valer su dominio en el fútbol en la última década, cerrando —quizá— una era histórica con jugadores legendarios y repitiendo un campeonato con el favoritismo intacto y la seguridad del campeón

Pero ser campeón mundial o ser campeón de América en esto genera prestigio. Un periodista alemán, comentando la nueva conquista celeste y blanca, dijo: “Esta nación está en la cima del mundo, en la cima del fútbol”. Él posiblemente ignore los problemas económicos que atraviesa el país sudamericano, pero no ignora que ser campeón en fútbol requiere de enormes facultades, más que de habilidades. Una nación no puede ganar tantos títulos en fútbol sin una serie de atributos. Siempre decimos que Inglaterra es la cuna del fútbol, Brasil la patria del jogo bonito y Argentina la capital de la pasión. Esa pasión es una marca país y reporta una buena imagen desde el exterior. Por eso no es en absoluto una frivolidad la importancia que su gente le da. No alcanza con jugar bien, no alcanza con habilidad, fuerza o talento. Ser campeón exige de una serie de virtudes o elementos agregados: temple, carácter, aplomo, resistencia, inteligencia, liderazgos, unión, colectivismo, amistad, conducción. Por eso es tan difícil coronar. Un buen partido lo hacen muchos, un gran torneo, algunos, campeón es uno solo. Todo ese conjunto de que hablamos le dio a Argentina un nuevo título continental.

Copa América – Mundial – Copa América. Una trinidad tan difícil que en un siglo de fútbol sudamericano se consigue por primera vez. Y se logra más por las virtudes intelectuales y anímicas que futbolísticas. Tiene buenos jugadores, desde luego, pero su fuerte está en la cabeza y en el pecho más que en las piernas. Cómo piensa los partidos, cómo los trabaja, cómo los saca adelante, la energía interior que pone en cada jugada, en cada salto o carrera. Es ese “NO NOS VAN A GANAR” que los hace trabar con la cabeza si es preciso. Eso le agradece el pueblo a sus gladiadores cuando sale a celebrar pese al clima, la hora y las inclemencias: la forma en que los representa, cómo defienden la camiseta, la ilusión de sus compatriotas. Con pasión, con amor. Argentina, confirma que su poder no es un asunto pasajero: es el mejor equipo del mundo. Muchos criticaron que Argentina había tenido un camino fácil a la final. No se enfrentó a Uruguay ni a Brasil. Lo cierto es que venció en la final al equipo que había superado a esas otras selecciones y la albiceleste no dejó dudas a pesar de sufrir de más en una final muy extensa.

Luego de los desmanes generados por la caótica organización, tras una hora y 22 minutos de espera hubo un partido. Colombia prevaleció en el primer cuarto de hora. Lo que se preveía, pasó: más activo, más rápido, más ofensivo, dominante y buscando el área rival. Ahí se dio su mejor y única acción de riesgo de todo el partido: el tiro de John Córdoba que tocó el palo del lado de afuera y se fue por línea de fondo. Un casi, casi… Eso le hizo pensar a Colombia que lo tenía. Sin embargo, lentamente Argentina comenzó a nivelar las acciones y volcarlas de a poco a su favor.

Se fue el primer tiempo, vinieron 28 minutos de entretiempo para que Shakira hiciera un poco de ruido y se llevara 2 millones de dólares, y luego regresó la final. Ya Colombia se fue apegando como una vela. James Rodríguez, sin dudas el mejor jugador del torneo, esta vez no incidió en absoluto, lo taparon. El eléctrico, velocísimo e impredecible Luis Díaz no fue ni eléctrico ni veloz, aunque sí predecible. El corpulento John Córdoba no pudo contra una defensa casi feroz en los anticipos y cierres. Richard Ríos se perdió entre la bruma y el equipo de Lorenzo, sin duda el que más brilló englobando toda la competencia, quedó sustentado en la fuerza mental y física de dos colosos: Jefferson Lerma y Dávinson Sánchez. Se lo notó cansado a Colombia, Argentina tomó nota, se adelantó en el campo y comenzó a ver de cerca la cara de Camilo Vargas.

Un gesto de Richard Ríos, excelente volante colombiano, pasó casi inadvertido para el público, no para sus rivales: corría el minuto 89, aún iban 0 a 0 y estaba siendo reemplazado; antes de salir del campo se paró para quitarse las canilleras, bajarse las medias, aflojarse los botines, algo que los futbolistas hacen en el banco, pero dentro el rectángulo conllevaba una sola intención: hacer un poco de tiempo, dar un respiro al equipo. Los jugadores argentinos, cazadores expertos, seguro captaron la escena en su real dimensión: “estos están muertos, vamos por ellos”. Y se fueron con la escopeta encima de Colombia en el tiempo suplementario.

Lerma estaba exhausto, debieron masajearlo ya antes de ser sustituido. También salieron otras tres columnas del equipo como James, Lucho Díaz y Ríos. Y Argentina, sin Messi desde el minuto 66 por un fuerte entorsis (lesión) de tobillo, también refrescó la tropa y exhibió su decisión de ganar antes de llegar a penales. Y los tres que entraron juntos en el minuto 97 construyeron el gol de la victoria: una sensacional barrida de Paredes cortó una salida de Colombia, gran pase profundo a Lo Celso, notable asistencia de primera a Lautaro Martínez y el goleador del Calcio y de esta Copa mandó un balazo cruzado que Vargas ni alcanzó a ver. Iban 112 minutos. Colombia ya no tenía ánimo para levantar.

Los números revelan elocuencia: se quedó con la corona un equipo que ganó cinco partidos y empató el restante, que marcó 9 goles y sufrió apenas uno, el de Ecuador, que llegó al minuto 91. Este de Argentina es un grupo de futbolistas con grandes condiciones, pero sobre todo inteligentes para manejar los partidos y llevarlos a su mejor hacer, con una defensa de acero, un carácter y una solidaridad que pocas veces se da en los grupos humanos. Lionel Scaloni, el notable gestor de este proceso exitoso dejó una radiografía de lo que es esta Argentina: “El equipo no deja de sorprender, se repone a las dificultades de un partido difícil, con un rival muy complicado y sin hacer un primer tiempo bueno, en el segundo mejoramos y merecimos ganar. Y en la prórroga siempre da un plus. Es gratificante verlos jugar y estoy eternamente agradecido por cómo se brindan”.

Lionel Messi para Argentina y Argentina para Lionel Messi. Todas las alegrías que el 10 le dio a la Albiceleste esta vez tuvieron su devolución: un equipo con espíritu mosquetero le dio un nuevo título a su 10. Messi ya había llorado en la otra final de una Copa América en Estados Unidos, en 2016 contra Chile. Para los argentinos, un torneo en Estados Unidos parecía tener un destino trágico: Diego Maradona terminó su Mundial (1994) con una de sus frases más icónicas, “me cortaron las piernas”. Pero la última imagen, sin embargo, sería feliz, pletórica, con Messi otra vez levantando la Copa, compartiéndola junto a los también veteranos Ángel Di María y Nicolás Otamendi. Si el 10 había perdido tres finales entre 2014 y 2015, ahora lleva cuatro ganadas de manera consecutiva. Argentina es un megacampeón. La Scaloneta es el mejor equipo del continente, otra vez. Las lágrimas de Messi seguirán siendo de felicidad.

No fue el festival de fútbol que muchos esperaban por el estilo de los técnicos, como en toda final reinaron la cautela y la tensión, sin embargo resultó atractivo y, sobre todo, limpio. Tampoco hubo que lamentar fallos arbitrales que perjudicaran a ninguno. Argentina genera un espejismo, parece un equipo ganable, aunque es casi imposible hacerlo. Es bicampeón de América. Con la estrella de campeón del mundo vigente, no hay duda de que el equipo de Scaloni se merece todos los elogios. Lleva dos derrotas en 62 partidos. El mundo del fútbol celebra una nueva corona. ¡Salud, campeón…!


Ver más artículos de Hernan Quiroz Plaza en