La vieja Europa, cargada de achaques, elige a su cuerpo legislativo. Cercada por guerras próximas y con la sombra de cierta derecha amenazante su idea de unidad se tambalea
EUROPA
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Carlos Pérez-Ariza

El invento de una Europa, por fin en paz, se ha metido en una guerra sin poder evitarlo. Las bombas caen sobre el patio aledaño ucraniano, pero ellos disparan con pólvora OTAN. Los efectos del atacante ruso han colocado a la UE en terreno inflacionario. La UE, ayuna de recursos energéticos, confió excesivamente en Rusia. La justificación rusa ha sido el temerario acercamiento de la OTAN a sus fronteras. Putin afirma que se han reventado los acuerdos y que, históricamente, las invasiones a Rusia siempre han surgido desde la occidental Europa. Que Ucrania asomara su vena europeísta, hizo pulsar el botón de la guerra a Putin. Tener un escudo protector siempre ha sido una idea Rusa.

Mientras en España reina la amnistía, los españoles votan en clave nacional. Remisos a ese derecho europeo, se puede vaticinar que ganará la abstención. Elegir a otra tropa de burócratas protegidos en Bruselas no motiva a mayorías. Ningún país de la UE se ha salido de esta confederación, excepto Gran Bretaña. Los banqueros británicos, siempre cautos, no abrazaron el euro. Ahora, hay nuevas voces disidentes dentro del abanico de partidos, euroescépticos, que miran más hacia Rusia que al lejano socio americano. El ala más a la derecha intenta romper el bloque sólido de socialistas y reformistas (PSOE/PP). Si esa variopinta derecha queda de tercera fuerza –y es posible– la gobernabilidad de la Unión se pondrá álgida. Una Europa demediada. Habermas mediante.

LA RAZON

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