Luis Ernesto Fidhel Gonzales
La Profesora Emérita, Soledad Loaeza del Centro de Estudios Internacionales del El Colegio de México, expuso una hipótesis interesante sobre la política exterior de la presidencia de Richard Nixon identificado por “Proyecto Kissingeriano”, en su trabajo titulado “Henry Kissinger: De la amenaza como instrumento para la paz”.
Ha destacado en su líneas de investigación: el presidencialismo mexicano en el siglo XX, relaciones entre el contexto internacional y el sistema político mexicano, la Guerra Fría en México.
Su bibliografía en su mayor parte está referida al sistema político mexicano; destacando “A la sombra de la superpotencia. Tres presidentes mexicanos en la Guerra Fría, 1945-1958”; interpreta el desarrollo lo que califica por “presidencialismo autoritario mexicano, de 1945 a 1958” en una perspectiva que privilegia la influencia del factor externo en este proceso; apartándose de la visión del desarrollo institucional como fenómeno puramente interno y situándolo en el contexto de la Guerra Fría que condiciono al inicio la reconstrucción de los sistemas políticos de todo el mundo.
Por ello un análisis sobre la política exterior de la presidencia de Nixon resulta excepcional pero a la vez brillante. He aquí un resumen:
HIPÓTESIS
La interpretación parte del análisis de la amenaza como “instrumento eficaz” de la conducción de la diplomacia norteamericana y como fue utilizada particularmente por el asesor de seguridad y posteriormente secretario de estado Henry Kissinger, en un mundo en que la guerra nuclear resultaba la expresión última de la violencia y por el hecho que se mantenía latente y bajo control no era menos real. El punto de partida era la perspectiva de Raymond Aron plasmada en un artículo titulado “La guerra es un camaleón”.
En este sentido, la política exterior implementada por Nixon-Kissinger no se identificó únicamente con el compromiso norteamericano en la guerra de Vietnam – Loaeza lo considera un conflicto local incluso lejano- . También la recuperación de una visión global de la política internacional y la “desideologización” de la misma, bajo la noción de “amenaza” como el proyecto más eficaz en la ejecución del proyecto Kissingeriano.
Nixon y Kissinger adoptaron una política exterior cuyo objetivo fue mantener en principio la hegemonía norteamericana contravenida por cambios profundos en la estructura internacional. A diferencia de sus predecesores, el punto de partida era el reconocimiento de los límites del poder y su método de asumir la dirección del cambio a través de la identificación y la manipulación de los factores reales de poder.
INICIO
En su primer mensaje sobre política exterior; Nixon llegó a afirmar que el periodo de la postguerra había llegado a su fin e iniciaba una nueva era de relaciones internacionales; el desarrollo de las nuevas tendencias orientaba al mundo hacia el establecimiento de un nuevo equilibrio de poder.
Más todavía, el debate ideológico había perdido fuerza que aunado a otros factores: la recuperación económica de Europa Occidental y Japón correspondía a una mayor independencia política, la desaparición de la unidad en el mundo socialista, la superioridad militar atómica podría haber sido superada, brindando un “desafío y una oportunidad” para dirigir la formación de un nuevo equilibrio internacional. Los principios básicos que guiarían la política exterior norteamericana en la construcción de esta estructura de paz seria la coparticipación, fuerza y voluntad de negociación.
COPARTICIPACIÓN
La sustancia de la nueva estrategia era el reconocimiento de los límites del poder y de su carácter relativo como única salvaguarda posible del interés nacional, proyectando éste hacia una panorámica mundial. Al recuperar la base pragmática, la política exterior norteamericana se propuso derivar las mayores ventajas posibles de la situación de facto a que se enfrentaba. La coparticipación era entonces la formula para responder al desafío que Estados Unidos reafirmara el control sobres sus aliados; los cuales la identidad de intereses entre ellos había dejado de ser automática. A través de la asociación entre países que compartían intereses, beneficios y lo más importante para la opinión pública norteamericana las responsabilidades en un plano de igualdad.
NIXON
Como hombre de estado – a diferencia del intelectual- debía tratar de llevar a la práctica sus convicciones, explorando las posibilidades que le ofreció la distribución del poder y las presiones dentro de las cuales tuvo que actuar, y manipulando los factores constantes de los que disponía. El realismo consistiría precisamente en el manejo de esos factores en defensa y promoción de lo que definió por “interés nacional”. Desde el punto de vista de la política Nixon-Kissinger puede ser considerado como un gran esfuerzo de legitimación de poder a través del reconocimiento de sus límites, porque según el propio Kissinger en el poder internacional la proporción es la esencia de la existencia, la ley su expresión y el equilibrio su mecanismo.
Entre los presidentes norteamericanos siempre había habido una tendencia a desarrollar una doctrina personal de política exterior; Nixon no fue la excepción. Pero todas tenían un objetivo común como era la expansión del poderío de su país a través de la contención de otros países. Desde una perspectiva histórica, la actuación internacional de los EEUU aparece como una serie de políticas inspiradas en una doctrina de vocación hegemónica, a partir de la cual se formulan estrategias coyunturales, siendo maneras distintas de llevar a cabo una misma lucha en circunstancias diferentes.
DISUASIÓN
Efectivamente la tenencia de las armas nucleares a partir de 1945, en ocasión del bombardeo en las ciudades japonesas en Hiroshima y Nagasaki generó necesariamente una concepción estratégica en términos políticos y militares diferente a las que se habían fundamentado en las armas convencionales.
En un primer momento originó una competencia entre los EEUU y la URSS, expresada en una carrera armamentista nuclear contenida o limitada dentro del denominado “equilibrio del terror” que se instaló en dicha rivalidad; definiendo en principio la alineación de los demás actores internacionales aunado al proceso de descolonización particularmente del África y Asia. Particularmente a partir del inicio del conflicto en la península coreana, el empleo de las armas nucleares adquirió el tono dramático que infundió el empleo y amenaza de destrucción total.
Desde la política de contención iniciada por Truman o la “defensa a ultranza de la democracia” formulada por Kennedy frente a la política exterior soviética tenida y calificada por hostil; el desarrollo de las armas nucleares sobre las relaciones internacionales se tradujo en primer lugar, en una competencia desmesurada para alcanzar la superioridad absoluta en la carrera armamentista y asegurar la destrucción total del adversario, en la creencia de que era la última garantía de seguridad absoluta, planteándose esta realidad en términos absolutos.
En principio la estrategia partía de la disuasión; en la idea que la planeación de un ataque debe tenerse en cuenta la respuesta del atacado; su eficacia se fundamentaba en el cálculo que hace el atacante de las represalias que se arriesga con su acción, más que en la certidumbre de cuáles serán esas represalias. El valor de la amenaza residía que aún para el más fuerte, el costo de la victoria resultaba demasiado elevado. En consecuencia, los objetivos de política exterior de un estado debían ser proporcionales a los medios con que se cuenta para lograrlos; así como los riesgos que suponía su acción.
Asumida la política del “equilibrio de terror” en la Guerra Fría; la Unión Soviética y EEUU se habrían embarcado en una carrera armamentista nuclear no para enfrentarse uno contra otro en el logro de sus objetivos internacionales, sino para disuadir atacarse mutuamente empleando el armamento nuclear; propiciando así la utilización de armamento convencional inclusive la diplomacia para el logro de estos objetivos. Por otro lado, si alguna de las potencias nucleares – URSS- EEUU- se colocase al frente en la producción de armas nucleares provocaría un desequilibrio en el escenario internacional; en principio si esta tuviera un mayor número de armas; sería capaz de destruir a otra motivando a ambas naciones a aumentar su armamento.
ERA DE NEGOCIACIONES
Hasta la crisis cubana – año octubre de 1962- la única comunicación posible entre ambas potencias fue la confrontación. Sin embargo, aparentemente hubo una desescalada, inclusive se podría haber comprobado la voluntad de agotarse todos los recursos antes de lanzarse a una confrontación nuclear; la parálisis de la diplomacia que se había anteriormente experimentado debido a la tesis de la contención dió paso a lo que se denominó la “era de las negociaciones” en torno al diálogo privilegiado entre la URSS- EEUU, pero sus efectos se generalizaban en otros niveles o regiones. Esto se denominó “detente” en términos de reconocimientos de las “realidades existentes”.
La voluntad de negociación se traducía en la intensión de devolver la eficacia a la diplomacia como instrumento de política exterior pues restablecía una relación con la fuerza en la era nuclear, porque ofrecía una alternativa de tratar de evitar los horrores de una guerra total y porque desarrollaba un concepto de la autolimitación que combina firmeza con moderación. El poder que conferían las armas nucleares conduciría al inmovilismo en la política internacional o la esterilidad. Siendo la diplomacia la única alternativa posible para los intercambios entre las superpotencias. A través de la diplomacia se podría entablar un diálogo privilegiado con la Unión Soviética y aún con la República Popular China siendo una condición indispensable para establecer la legitimidad del nuevo orden internacional y asegurar con ello su estabilidad.
KISSINGER
En el caso de Kissinger, se podría haber exagerado considerablemente el papel del personaje en el desarrollo de los procesos internacionales, bajo la hipótesis en qué medida el factor personal podría haber influido en la orientación de los procesos políticos en general y en este particular la política internacional. Sin embargo, varios elementos favorecieron la personificación de su política entre ellos: la importancia que el presidente Nixon le habría atribuido a la política exterior, la posición burocrática muy especial que Kissinger ocupó en sus primeros tres años en el gobierno, así como su determinación personal explicita de llevar a cabo un gran proyecto. Y por último la acción de los medios de comunicación.
Si bien sería cierto que su presencia tuvo un peso considerable en el remozamiento de la política norteamericana, pero también su actuación fue efectiva se vió favorecida gracias a la conjugación de factores y procesos en los que el elemento personal a veces no intervino, sino marginalmente.
DIAGNÓSTICODesde el primer período presidencial de Nixon empezó a tener ecos de protesta, básicamente por el Congreso, en el sentido que era necesario reajustar el control del cuerpo legislativo sobre las decisiones de política exterior. Sin embargo, los éxitos de la diplomacia de Nixon restaron impulso a este movimiento, y no fue sino hasta la crisis que culminó con la renuncia cuando el Congreso recuperó la autoridad en este ámbito y otros terrenos.
Kissinger en su calidad de consejero para asuntos de seguridad nacional, acumuló un poder burocrático sin precedentes en materia de asuntos internacionales y estratégicos, de tal manera que llego a controlar estrechamente todo el proceso de formulación de política exterior, aún antes de encabezar oficialmente el Departamento de Estado incluso en detrimento del secretario Williams Rogers.
Nixon seria conocido por la dureza e intransigencia de sus posiciones en política internacional. También fue cierto que la opinión pública norteamericana aceptó las iniciativas como la apertura a China y la política de descongelamiento en general, porque provinieron de un presidente cuyas credenciales de anticomunismo fueron impecables. Sin poner en duda el conservadurismo ideológico de Nixon, sus decisiones de política exterior manifestaron una flexibilidad táctica y un sentido de oportunidad que respondía al más puro realismo político.
El punto de partida en común de Kissinger y Nixon era la convicción que el mantenimiento de la hegemonía norteamericana exigió un cambio sustancial de estrategia. Nixon había concentrado gran parte de sus esfuerzos y cifró el destino de su prestigio personal en su diplomacia; por lo tanto, sería difícil creer que aceptaría sin discusión las sugerencias de su consejero especial Kissinger, para asunto de seguridad.
FUERZA
La estrategia Nixon-Kissinger legitimaba y ratificaba a la fuerza como elemento del orden mundial pues la paz no solo se lograba solo con buena voluntad; pues la política internacional se rige en términos de lucha de poder que excluía la posibilidad de renunciar definitivamente a la fuerza y a la violencia y mantener al mismo tiempo el status de gran potencia, puesto que la eficacia política se funda en última instancia en el poder militar. La debilidad de una nación despierta las ambiciones de otras, y uno de los indicadores de la fuerza es la capacidad de disuasión. Esta última suponía, además de armamento, la voluntad explícita de recurrir a éste en caso de necesidad, pero solo sería creíble en la medida que descanse en una flexibilidad estratégica que haga razonables la respuesta al exterior.
La estrategia Nixon-Kissinger legitima y ratifica a la fuerza como fundamento de un orden mundial estable. La amenaza entonces adquiría desde esta perspectiva su verdadera dimensión como instrumento para el establecimiento y mantenimiento de la paz. Según Kissinger, en la era nuclear la seguridad reside en la conciencia que tiene el adversario del significado estratégico de cada uno de sus movimientos. Por lo tanto, uno de los fines de las negociaciones internacionales era trasmitir implícitamente este significado en términos de una amenaza potencial. La doctrina Nixon era una manera realista una presencia global, asumiendo al mismo tiempo la naturaleza relativa del poder. Es una combinación de “autoafirmación táctica y retirada estratégica”.
CONCLUSIÓN
El equilibrio entre la confrontación y la cooperación limitadas ha tratado de mantenerse a través del linkage, noción central de la política hacia la Unión Soviética. Kissinger quien “se mueve siempre” dentro del contexto de las grandes potencias, significaba que la solución a cualquier crisis internacional dependía en última instancia más del equilibrio que rige entre ellas, que del juego de elementos locales que intervienen en ella.
Se construía así una cadena de interrelaciones (linkages) entre las superpotencias de manera que la demostración de fuerza o de flexibilidad en un área de sus relaciones debe repercutir en otras. Este mecanismo se convertía entonces en un mecanismo de control que busca conformar métodos y actitudes en el comportamiento de las grandes potencias, en un intercambio diplomático constante de decisiones consideradas equivalentes. Sea en materia de armamentos, comercio o tecnología debería contribuir a fortalecer el compromiso de los líderes soviéticos con el esquema de la detente. Esta estrategia presentaba una debilidad: Era posible que la respuesta o represalia no corresponda adecuadamente a la iniciativa que la provocó.
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