Esfuerzos estadounidenses, como las negociaciones para lograr un alto el fuego con Hamás en Gaza, no han logrado ningún avance
ISRAEL Y EE. UU. EN EL MEDIO ORIENTE
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Mark Landler

Mientras se asienta el polvo de los últimos ataques militares de Israel contra Irán, analistas y exdiplomáticos aseguran que una cosa está clara: Israel, para bien o para mal, está dictando el curso de los acontecimientos en Medio Oriente. Estados Unidos ha quedado relegado a un papel de apoyo, mientras su aliado libra una guerra en múltiples frentes.

Es un cambio fundamental. Ya sea en los campos de batalla de Irak o en el retiro presidencial de Camp David, Estados Unidos se ha considerado desde hace mucho tiempo el actor fundamental en Medio Oriente, actuando con audacia, aunque no siempre con éxito, para alterar el curso de la mortífera historia de la región.

Ahora, mientras Israel desata ataques contra sus enemigos —incluidos Hizbulá en Líbano, Hamás en Gaza y su respaldo, Irán—, el presidente Biden ve su influencia seriamente limitada. En lugar de las grandes gestiones pacificadoras o las guerras de sus predecesores, se dedica sobre todo a hacer operaciones diplomáticas de limpieza.

Algunos esfuerzos de Estados Unidos han mostrado señales de influencia: Israel hizo caso de las advertencias estadounidenses de no atacar instalaciones sensibles de enriquecimiento nuclear o de producción de petróleo en Irán en represalia por el bombardeo iraní de Israel con misiles balísticos a principios de octubre.

Pero los esfuerzos más ambiciosos, como las negociaciones dirigidas por Estados Unidos para lograr un alto el fuego con Hamás en Gaza, no han logrado ningún avance. Y Estados Unidos aún no ha propuesto, y mucho menos llevado a cabo, un plan extenso que saque a Medio Oriente de una desastrosa guerra en toda la región.

Tampoco parece tener mucha influencia sobre el dirigente israelí, el primer ministro Benjamín Netanyahu, quien ha intensificado el conflicto con Hizbulá e Irán y ha continuado la campaña militar en Gaza, a pesar de haber matado al dirigente de Hamás, Yahya Sinwar.

UN SOCIO MENOR TOMA EL MANDO

El objetivo de Netanyahu, dijeron los expertos, es utilizar el impulso de los atentados de Hamás del 7 de octubre de 2023 para derrotar a todos los enemigos de Israel. Los defensores de Israel lo presentan como una oportunidad única para remodelar el peligroso panorama de la región. Los críticos dicen que Israel está intensificando el conflicto sin ningún plan para lo que venga después.

“Existe una desconexión en la que el socio menor de la alianza tiene un plan más grande para la región, y el socio mayor se queda intentando responder a los acontecimientos”, dijo Vali Nasr, funcionario del Departamento de Estado en el gobierno de Obama, quien ahora es profesor en la Escuela Johns Hopkins de Estudios Internacionales Avanzados. “No es un buen lugar para Estados Unidos”.

Rivales como China y Rusia están tomando nota de la incapacidad de Estados Unidos para frenar a Israel o contener el conflicto en Medio Oriente, dijo Nasr. Eso podría reforzar la determinación del presidente Vladimir Putin de aplastar a Ucrania, o envalentonar al presidente Xi Jinping de China para actuar contra Taiwán.

Además, un conflicto más amplio en la región atraería casi inevitablemente a Estados Unidos. El país ya desplegó buques de guerra en el mar Mediterráneo para disuadir a Hizbulá e Irán, envió comandos a Israel para ayudar en la búsqueda de rehenes y dirigentes de Hamás y ayudó a Israel a derribar misiles iraníes.

“La base de la suposición de los israelíes es que, en una guerra más amplia, Estados Unidos será quien combata”, dijo Nasr. “Estados Unidos va como sonámbulo hacia otro conflicto de larga duración en Medio Oriente”.

INCERTIDUMBRE ELECTORAL
 
El conflicto de Medio Oriente ocurre durante un periodo de intensa incertidumbre política en Estados Unidos. El ataque de represalia de Israel contra Irán se produjo apenas días antes de unas elecciones presidenciales en las que parece haber un empate entre la vicepresidenta Kamala Harris y el expresidente Donald Trump.


Harris ha mostrado poca distancia entre ella y el presidente Biden en cuanto a la guerra de Gaza, a pesar de haber reconocido que la política de la Casa Blanca de un firme apoyo a Israel le ha causado problemas en la campaña electoral.

Trump ha tenido sus propios problemas con Netanyahu, que se remontan a 2020, cuando el dirigente israelí enfureció a Trump al felicitar a Biden por su victoria electoral. Sin embargo, en comentarios recientes, y en una llamada telefónica con Netanyahu, Trump expresó su firme apoyo por las campañas israelíes contra Hamás y Hizbulá.


“Biden está intentando frenarlo”, dijo Trump a los periodistas la semana pasada, cuando le preguntaron por Netanyahu. “Está intentando frenarlo, y de hecho, probablemente debería estar haciendo lo contrario”.

La cuidadosa calibración de los ataques israelíes de la semana pasada puede haber mantenido las opciones de Israel abiertas antes de las elecciones. Un ataque más agresivo podría haber perjudicado las relaciones con un futuro gobierno de Harris. Si gana Trump, dijeron los analistas, Israel podría emprender acciones más agresivas contra Irán, como atacar instalaciones energéticas o nucleares.

También dijeron que si Trump resultaba electo, esperarían ver un esfuerzo por ampliar los Acuerdos de Abraham, en virtud de los cuales varios países del Golfo normalizaron sus relaciones con Israel durante el gobierno de Trump. Pero sin una interrupción de la guerra en Gaza y algún indicio de una vía hacia una solución de dos Estados para los palestinos, sería poco probable que Arabia Saudita se moviera en la dirección de Israel.

Con Harris como presidenta, dijeron estos analistas, sería más probable que Estados Unidos adoptara un “enfoque integrado”, que abordara el problema palestino-israelí, así como las relaciones de Israel con sus vecinos árabes y musulmanes. Sin embargo, la incapacidad de Biden para hacer grandes avances es un presagio sombrío.

Michael Oren, exembajador israelí en Estados Unidos, dijo que había mucho en común entre la visión de Netanyahu y la de Biden, a pesar de su desacuerdo sobre la necesidad de un Estado palestino.

Sin embargo, Oren dijo que incluso tras los atentados del 7 de octubre, “la Casa Blanca cree que su visión puede alcanzarse sin una preponderancia de la fuerza militar, mientras que Netanyahu sabe que eso no es posible”.


EL CONFLICTO, DE PAZ

Históricamente, señalaron los diplomáticos, Estados Unidos ha sabido utilizar la agitación en Medio Oriente para impulsar el cambio. La guerra del Yom Kippur de 1973 sembró las semillas del acuerdo de Camp David entre Israel y Egipto. La primera “Intifada palestina” preparó el terreno para las conversaciones de paz durante el gobierno de Clinton.

“Sin duda, aquí hay un momento de esperanza”, dijo Daniel Kurtzer, exembajador estadounidense en Israel y Egipto. “Si eres Israel y has debilitado seriamente a tres de tus enemigos más importantes, podrías pensar: ‘Esta es una oportunidad para acercarse un poco más a la estabilidad y la paz regionales’”.

Sin embargo, la diferencia entre el conflicto actual y los anteriores, explicó Kurtzer, es tanto lo brutal del ataque de Hamás contra Israel, que dejó a su población traumatizada de un modo que las guerras anteriores no lo hicieron, como el incierto liderazgo en varios países clave, no solo Estados Unidos.

Irán, por ejemplo, ha tenido una reacción irregular ante la confrontación con Israel. Eso refleja sus propias interrogantes sobre la sucesión del liderazgo, sus problemas económicos y el malestar interno, así como el daño que Israel ha infligido a sus apoderados.

En cuanto a Israel, Netanyahu aún se enfrenta a la posibilidad de ser procesado por casos de corrupción, y gobierna en coalición con ministros de extrema derecha, algunos de los cuales consideran el conflicto de Gaza un pretexto para expulsar a la población palestina.

“Existe una visión, pero no va a funcionar”, dijo Kurtzer, quien da clases en Princeton. “Solo perpetuará el conflicto”.

The New York Times
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