“No mentir es a lo más que uno aspira. Si me pronuncio ante un tema, no creo estar diciendo la verdad sino no estar mintiendo de acuerdo con lo que yo conozco” CARLOS MONSIVAIS
¿UN NUEVO MAXIMATO? ( II)
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Manuel Salvador Ramos

¿Respuestas o más preguntas?

En anterior nota (EN EL TAPETE N° 240), cerrábamos el hilo narrativo con una pregunta: ¿Cómo un ejemplar notorio y sobresaliente de la corrupción sistémica que ha caracterizado el devenir político mejicano, aparece como estrecho colaborador de quien ha venido forjando una imagen fundamentada en la honestidad y en el clamor por la renovación ética?
 
No es difícil percibir las abismales diferencias entre ambos personajes. Cuando uno de ellos ya se apresta en 1953 a acceder a la educación universitaria, acunado en las bondades de una muelle vida familiar, el otro apenas viene a la vida en medio de un humilde hogar. Al iniciar el joven provinciano su formación universitaria, el vástago de la familia que se desenvuelve en la aristocracia de los altos niveles sociales, ya es un avezado burócrata. Mientras el modesto licenciado se inicia en escalones intermedios del funcionariado, el abogado protegido por el padrinazgo partidista usa su ya sus habilidades para maniobras, complicidades y actos ilícitos. En 1986, el joven proveniente del México profundo, fiel a su visión y a su ideario, está dentro de quienes con valentía levantan su voz para rebelarse contra la corrupción; mientras tanto, su contrafigura ocupa el segundo nivel en importancia del poder federal, habiendo ya dejado una gruesa estela de iniquidades y corruptelas que marcarán definitivamente su imagen. Como “broche de oro”, en 1988, el maquinador de tramoyas instrumenta un fraude descarado contra la soberanía popular y el luchador rebelde está en la trinchera de enfrente, en primera línea de combate.

¿Cuál puede ser el punto convergente entre dos personajes más que diferentes, antitéticos?
¿Es un avenimiento táctico?
¿Es el pago de favores?

EL TREMEDAL QUE DEVORA LA VIDA

Por respeto al lector, es necesario plantear una aclaratoria en función de lo que en anteriores artículos hemos manifestado con relación a Andrés Manuel López Obrador. Para ello debemos partir de un lineamiento en el cual sintetizamos nuestra visión del servidor público, y mas concretamente, de todo líder o dirigente de alto rango, exigiéndole un absoluta rigidez ética como rasgo fundamental de su presencia vital. La civilización postmoderna concita, estimula y realza la corrupción, por lo que cuando una rara avis ejemplifica la honestidad y la honradez y aparece en el firmamento del acontecer, establecemos inmediatamente una línea subjetiva de empatía con su accionar.

AMLO ha construído un evidente perfil de trayectoria ética y aún hoy creemos en la autenticidad de esa su personalidad primaria. Pero a partir de allí, la dinámica envolvente va abriendo brechas y es por ello que deliberadamente colocamos la reflexión de MONSIVAIS como epígrafe de esta nota. El gran intelectual nos lanza un dardo de racionalidad para morigerar la relatividad empática, porque ciertamente no estamos en posibilidad de encontrar la verdad y solo estamos en capacidad de no mentir

El filósofo y sociólogo Gilles Lipovetsky (1944, Millau, Francia), ha venido desarrollando una sólida visión crítica contra los moldes degenerativos de la postmodernidad y en lo particular, hace ya algún tiempo, hemos ido profundizando y asumiendo valorativamente sus posturas. En varias de sus conferencias y ensayos ha tratado el tema de una psicopatología propia de la época, la cual, por lo demás, ya nosotros hemos aludido en anteriores notas y sobre la cual aspiramos escribir muy pronto, relacionándola y ejemplificándola con vivencias y experiencias de nuestro país, dado que pocos escenarios son tan ricos en la presencia de especímenes arquetípicos. Nos referimos al narcisismo maligno.

Dentro de esta tipología, quienes pueden ejemplificarse como muestras, no buscan destacarse en forma petulante o arrogante. Mas bien tratan de ocultar impulsos de esa índole, orquestando niveles de relación societaria y usando máscaras engañosas: De esa forma propician conductas de admiración y sumisión, pero el vértice de tal tipología llega a consumarse en su punto máximo cuando usando facetas de ejemplaridad buenista, los sujetos logran imponerse a otros consiguiendo que se sometan a sus designios o se perciban como inferiores con relación a ellos. Algo que delata la máscara del narcisismo maligno, es vanagloriarse repetida y públicamente de sus avances y logros, reclamando a los demás el no haberlos destacado suficientemente.

Pero la sumatoria autotrascendente se magnifica en las fantasías de grandiosidad sobre sí mismo. Allí llegan a parangonarse con personajes universales y hasta se atreven a enfocar con drástico sentido crítico las falencias de “x” o “y”, asumiendo que sus propias fortalezas hubiesen logrado superar obstáculos o escollos similares.

ESCENARIO

Andrés Manuel López Obrador recibió la noticia más importante de su vida política estando en una sede de su movimiento localizada en la colonia Roma, en Ciudad de México. Desde meses atrás, la casona ubicada en la calle de Chihuahua, número 216, se había convertido en su oficina de campaña y fue allí, en junio del año 2018, donde se enteró del resultado que le daba la victoria en la elección presidencial después de tres intentos. Desde ese momento, la casona de la calle Chihuahua se convirtió en la sede del gobierno electo y por consiguiente, en la oficina del presidente entrante de México. Allí escogió y recibió a los miembros del futuro gabinete y fue donde recibió al Secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo.

Esa casa fue propiedad de la empresa Top Real Estate Company hasta 2020, cuando ésta la vendió al partido oficialista MORENA. El socio mayoritario de esta empresa —con 60% de las acciones, de acuerdo con su acta constitutiva— era José de Jesús Hernández Torres, un anodino político priísta que durante cuarenta y nueve años había sido el colaborador más cercano de Manuel Bartlett Díaz. Hernández Torres había ocupado cargos cercanos a Bartlett Díaz tanto en el gobierno federal como en el del Estado de Puebla y a lo largo de todo este tiempo combinó sus responsabilidades políticas con una próspera carrera paralela como empresario hotelero, siendo ejemplo de ello su relación mercantil con Manuel Bartlett Álvarez, hijo de Bartlett Díaz, al fundar juntos la empresa hotelera Xibalba Resorts en Cancún, de acuerdo a lo protocolizado en el Registro Público de Comercio de la Secretaría de Economía, el 12 de enero de 2010.

La asociación, como dijimos, viene de lejos. En 1971, Bartlett Díaz fue Director General de Gobierno en la Secretaría de Gobernación y Hernández Torres fungió como asesor. En 1981, Bartlett fue Secretario General del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y Hernández Torres fue primero asesor y después coordinador de Comunicación Social de su pre-campaña presidencial. De 1982 a 1988 Bartlett fue Secretario de Gobernación y Hernández Torres quedó al frente de la estratégica y poderosa Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía, dependiente de la citada secretaría.

Al final de ese sexenio, Bartlett perdió la candidatura presidencial del PRI ante Carlos Salinas de Gortari y fue designado Secretario de Educación Pública en esa administración; Hernández Torres fue el oficial mayor de la Secretaría. En 1992, Bartlett fue candidato del PRI al gobierno de Puebla y Hernández Torres lo acompañó como encargado de Imagen y Difusión de la campaña. Bartlett fue senador del 2000 al 2006, y Hernández Torres fue asesor del Senado en materia de radio, televisión y cinematografía. Después, Bartlett dejaría el PRI para formar parte del movimiento de López Obrador a la presidencia.



En septiembre de 2017, a punto de iniciar las campañas presidenciales, el partido MORENA empezó a rentar la mencionada casona a la empresa Top Real Estate Company, de Hernández Torres, según quedó reportado en los informes de gastos entregados por ese partido a la Comisión de Fiscalización del Instituto Nacional Electoral. Cuando López Obrador movió sus oficinas a Palacio Nacional, tras jurar como presidente, el nombrado inmueble quedó como centro de operaciones de MORENA y acordaron la compra del mismo.
 
Este episodio no se refiere a una mera casa, coincidencialmente ligada a un funcionario muy cuestionado. El inmueble fue la sede de campaña de López Obrador y fue el ámbito en el cual se nombró el gobierno electo de México. Fue la oficina del presidente entrante y allí se tomaron decisiones centrales sobre el destino del país y se efectuaron reuniones de impacto internacional. Allí ungió a Bartlett Díaz como Director General de la Comisión Federal de Electricidad, el ente autónomo más poderoso en México después de PEMEX. Ese inmueble, por sus ligas claras con el susodicho, es un símbolo de las alianzas que llevaron al poder a López Obradory una demostración de los cortos alcances de su pregonada lucha contra la corrupción.

¿RETIRO DE AMLO?

Existen variadas y numerosas opiniones sobre los propósitos de AMLO, abarcando las mismas un abultado abanico de visiones y conjeturas. En nuestro caso, preferimos más bien mostrar las circunstancias y desde allí incentivar la perspectiva crítica de cada quien y en aras a esa intención hemos escogido partes de un análisis hecho por un periodista que ha seguido muy de cerca toda su trayectoria, pudiendo así valorar sin apasionamiento político o ideológico las facetas más ciertas su personalidad.

“Cuando enarbola la bandera de la “austeridad republicana”, AMLO lo hace no como un lema político, sino como un asunto de convicción personal. Siempre ha sido así, no solamente ahora. El ejemplo claro está en su llegada al Congreso el domingo pasado: mientras Peña Nieto arribó rodeado de camionetas blindadas y a bordo de una de ellas, AMLO lo hizo en su austero Jetta blanco. Ese es el simbolismo. Una más: cuando era jefe de Gobierno capitalino, llegaba antes que todos, sacaba su propio bote de basura y desechaba su contenido. No esperaba a que llegara el personal de limpieza. No suele usar trajes caros ni relojes onerosos. Nunca ha vivido en mansiones. Jamás se ha jactado de su dinero. Acostumbrémonos, pues, a 6 años de austeridad predicada y practicada.

Seamos claros: AMLO no va por un cambio de gobierno, sino por un cambio de régimen, en el sentido de sacudir y modificar las estructuras, modos y costumbres del gobierno federal y de su relación con los poderes estatales. “No estoy de adorno”, advierte, y esa frase común encierra un simbolismo: Andrés Manuel quiere realmente imponer un nuevo régimen para pasar a la historia como el gran transformador de México mediante su punta de lanza: la IV Transformación. AMLO encarna esa cuarta transformación, precedida por la Independencia, las Leyes de Reforma, la Revolución y ahora, bajo su gobierno, alcanzar la IV Transformación.”
(MARTIN MORENO DURAN. Columna SINEMBARGO, mexico.com, 2018)

Andrés Manuel López Obrador, antes de traspasar el mando, en una de sus diarias charlas con comunicadores y periodistas, expresó:
“Me voy a Palenque a escribir; eso sí, voy a escribir un libro, que me va a llevar tiempo, sobre el pensamiento conservador, porque tengo que tener una ocupación. Y también les adelanto de que voy a vivir de mi pensión del ISSTE y también ya me va a corresponder lo de la pensión de adulto mayor, pero nada absolutamente de política”.
 
“Por eso estoy trabajando intensamente, porque espero cumplir mi misión, mi tarea, a finales de septiembre del 24 y estoy seguro de que voy a contribuir, como está sucediendo, con la participación de millones de mexicanos a la transformación de México, estoy seguro de eso”



Agregó que la Cuarta Transformación será un cambio de la vida pública del país, sin violencia.
 
“Va a ser la Cuarta Transformación del país, como lo fue la Independencia, como lo fue la Reforma, como lo fue la Revolución, así se va a consumar la Cuarta Transformación de la vida pública del país; sin violencia, de manera pacífica, pero con la misma profundidad con que se llevó a cabo la Independencia y sus logros, la Reforma y la Revolución.”

AMLO, el hombre, el pasionario social, ha internalizado el propósito redentorista de su existencia. Deja la presidencia con un respaldo popular irrefutable y puede decir con propiedad que en su deambular ha escalado cimas y también ha descendido a alguna simas.

Ahora, en lo hondo del México de donde emergió, ¿arribará al sosiego?; ¿observará en paz la ruta de su sucesora?; ¿verá consumadas sus visiones justicieras?



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