José Ignacio Cabrujas fue un muchacho del oeste caraqueño, nacido y criado en el populoso Barrio de Catia un 17 de julio de 1937. Por esas calles anduvo hasta su adolescencia; y de allí quizás, le vino esa evocación en sus filosos escritos, por los de abajo, por “los nadie” como decía Eduardo Galeano.
José Ignacio dejó botado sus estudios de Derecho por irse un buen día tras las Tablas. En el Teatro Universitario (TU) de la UCV Cabrujas aprendió el arte de la dramaturgia y en ese afán escribió su primera obra titulada “Juan Francisco de León”. Este será su primer intento, en traer a la escena pasajes de la historia republicana y la idiosincrasia nuestra.
Cabrujas montó obras teatrales como Los Insurgentes. En 1962, Triángulo, en coautoría con Isaac Chocrón y Román Chalbaud; en 1963, En nombre del Rey, en 1966, Días de poder, escrita junto con Chalbaud y, en 1967 Testimonio. Entre 1982 y 1986 escribió las siguientes telenovelas: Natalia de 8 a 9, Chao Cristina, Gómez y La dueña, en 1987, en La Dama de Rosa y en 1989, Señora.
A José Ignacio Cabrujas le apasionaba el país, y su devenir siempre le atormentaba; por eso; sería imposible dejar de recordar su condición militante, cuando en aquella pugnaz crónica dedicada al MAS de sus tormentos, en una de sus partes refiere:
“Esa tarde, Teodoro hablaba de una profunda insatisfacción y de una urgente necesidad de revisarnos. Hasta esos días, todo había sido acción, como en los thrillers: gestos, bandazos, túneles, fugas. Tiempo después, cuando lbsen Martínez y yo, éramos los dialoguistas de Salvador Garmendia, en aquella telenovela llamada La hija de Juana Crespo, solíamos divertirnos imaginándonos cuñas comerciales protagonizadas por el Catire, que así se le suele llamar a este ceñudo zuliano a la hora de coger línea”.