Carlos Pérez-Ariza
El pacto (PP-PSOE) renueva el CGPJ, con la garantía de la UE, y es de justicia. Las críticas les caen en granizo veraniego desde las derechas e izquierdas. Como buenos gatopardos, los firmantes se felicitan. Los nuevos veinte magistrados, diez por banda, designados como siempre, tendrán que presentar a las Cortes Generales la fórmula para que sean ellos, quienes designen a sus colegas. Tienen seis meses. Mucho tiempo para fiarse de ese Congreso fiel a Sánchez. En la UE están satisfechos: se despolitiza la Justicia española. En Europa todo sigue igual. Gatopardismo europeo.
Con un Ejecutivo que ordena y manda en el ministerio fiscal y en la cabeza del Tribunal Constitucional, que arrincona al Poder Judicial con la cantinela del “lawfare”, que se apresura a aplicar la ley de amnistía, con un presidente que cambia de opinión según le sople el viento desde Cataluña o Vascongadas, muchos observadores se preguntan: ¿Dónde está el truco?
El gobierno firma conminado por la UE. PP, lo hace para evitar que Sánchez cumpliera su amenaza de actuar en solitario. El truco lo ha desvelado el impasible Bolaños, el gatopardo oficial: “El acuerdo no compromete al PSOE a impulsar un nuevo sistema de elección de los jueces: No es vinculante. Defiendo nuestro modelo”. Feijóo le responde: “O se vota en su totalidad o no se hará”. Aquí está el truco.
Un acuerdo frágil, que parecía improbable ante la bronca política actual. Sánchez aparece vencido, pero no quita pavor a un Constitucional haciendo de las suyas ni a la investigación del juez instructor del caso Begoña. O a un fiscal general acorralado. Sánchez gana tiempo, Feijóo coloca a un juez conservador en el Constitucional, contrapeso a Conde-Pumpido.
Los partidos secesionistas catalanes, ausentes en esta fiesta judicial, siguen en su laberinto postelectoral. Sin presidente de Cataluña aún, repetir sus elecciones aparece en el horizonte. Ahí, puede estar agazapado el intrépido Sánchez para subirse a ese tren electoral y convocar generales para octubre. Todo es posible en este país impredecible.
LA RAZÓN