La percepción, con su naturaleza subjetiva, tiende la trampa de los sentidos, crean el relato mental
LA CÁRCEL DE LA MENTE
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Waleska Perdomo Cáceres

La multiplicidad de la realidad, es cierta. No es un concepto metafísico de comprensión etérea, difícil de digerir. Cada persona entiende, procesa y crea la realidad que considere posible. No solo desde la forma, sino también desde cómo la interpreta, como la proyecta, como la asume, y obviamente, como la vive.
 
La percepción, con su naturaleza subjetiva, tiende la trampa de los sentidos, dónde las interpretaciones positivas como negativas son las que crean el relato mental. En este punto cobran vida los fantasmas más temidos y se materializan, demostrando el poder que tiene la mente para crear los peores escenarios, pensamientos y miedos. Ellos pueden convertirse en una condena o una redención, pues la vida se tornaría en un camino de flores, en un día lleno de sol; o en un sendero duro, que nos somete a las pruebas más crueles. En el vaivén de la existencia, la liberación es un punto de inflexión necesario para transformar un sendero incierto en un camino lleno de luz.

Pero, ¿cómo buscar la liberación, si la mente se transforma en una prisión de fríos barrotes, alimañas y largas telarañas que restringen el paso de la luz, la conciencia y la percepción correcta?. Todo ello limita la capacidad de actuar, responder y vivir. La condena de la cárcel de la mente, puede ser producto de una condición congénita de las estructuras cerebrales, del impacto de un accidente, del tormento de un profundo dolor emocional. O puede producirse por las incapacidades de las funciones cerebro-cognitivas, dónde ya no se producen los químicos de la felicidad como la dopamina, la oxitocina, la serotonina o las endorfinas. En otras palabras, el cerebro restringe la comprensión y la experienciación correcta del mundo debido a sus propios procesos internos.

Esto hay que saberlo comprender, tanto por los que están fuera de la cárcel de la mente, como por los presidiarios de ella. Pues tener una condición psicológica o psiquiátrica, no es un estigma. Más bien es una poderosa razón para tratarla como una enfermedad verdadera, así como si fuese hipertensión o diabetes. El asunto está cuando el prisionero se niega a tomar la ayuda y piensa que su realidad y su verdad son las ciertas, entonces hay que buscar las alternativas para salvar a quien no quiere ser salvado. Son los densos velos de su propia percepción errada, los cristales sucios de unos lentes que no permiten ver la realidad tal cual es.
 
La condena en la cárcel de la mente es emocionalmente dolorosa. Claro, que se auto-restringe la libertad, se anulan las emociones. Entonces el amor se convierte en un resquicio, por eso tantas personas con ese tipo de afecciones se anestesian, se retiran de la vida, son presa segura para que la depresión gane la partida, para vivir en la inmundicia de sus propios pensamientos. Ya lo decía Viktor Frankl, el hombre busca su propio sentido y puede rescatar la oportunidad de salir de este presidio, incluso en las circunstancias más terribles, los humanos tienen la opción de elegir cómo responder a sus propias situaciones.
 
Inclusive, el indulto a esa condena reside en la última libertad del hombre, incluso cuando este está físicamente encarcelado desde la mente. Preso de los miedos inexistentes y de una realidad que para él es verdadera. Pues busca la absolución, en los actos de bondad primero personal y luego externos. Lo que invariablemente lo impulsa a cambiar la vida, logrando la ansiada introspección racional que lo llevará a reconocer las fallas y buscar el perdón.
 
Cuando se logra el perdón, la redención toca el alma, retorna la calma, el alivio y la esperanza. De nuevo la vida se ve a full color, lleno de momentos alegres y gratificantes. Bajo un sol brillante, que dejará el aprendizaje que ayudará a reconocer cuando esté rondando el carcelero, antecedido por las malas jugadas de la cárcel de la mente.
 
Al final, el perdón a ésta condena es un viaje personal que cada uno debe emprender a su propio ritmo. Es la lucha con los demonios personales que se deben vencer con valentía, con paciencia, No hay un camino correcto o incorrecto, sólo el camino que es mejor para cada quien. Pero una cosa es segura: el auto-perdón es posible para los que están dispuestos a abrir sus corazones y dejar entrar la luz. Para que se espanten los peores temores, al carcelero imaginario y se evite la materialización externa de los peores temores con inmensos obstáculos imaginarios, que no permiten avanzar y vivir.


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