Rafael Simón Jiménez
La relación cultivada entre Rómulo Betancourt y Luis Beltrán Prieto, durante más de treinta años, desbordó los límites del compañerismo y la amistad, y se proyectó hacia una auténtica hermandad, tallada en numerosos vínculos de cariño, lealtad, compadrazgo e incondicionalidad, que la hacía en apariencia indestructible, tal vez por ese aparente blindaje forjado en múltiples circunstancias compartidas, el conflicto y la posterior ruptura que la marcaría para siempre, tuvo ribetes dramáticos y demostró como en el altar de los conflictos y ambiciones políticas, pueden sacrificarse y sucumbir los nexos más sólidos.
Basta solamente con leer las innumerables opiniones que el insigne educador margariteño vertiera en numerosas columnas de prensa, entrevistas, debates o discursos sobre sus vínculos con Rómulo Betancourt, para apreciar a claras luces los mil y un lazos que los unía; los orígenes de esa relación las refiere el Propio Prieto Figueroa al señalar “…
Conocí a Rómulo Betancourt en una fugaz presentación hecha en el escritorio del Doctor Alejandro Pietri ben 1927, donde con Jóvito Villalba realizaba funciones de secretaria en la Revista Jurídica. Peo nuestra amistad comenzó en 1936, a su regreso del exilio, cuando empezaron a formarse los grupos partidistas. Yo era senador por el estado Nueva Esparta y una de las pocas voces disidentes en aquel coro de aprobación que no había roto el cordón umbilical con el gomecismo.”
EL MAESTRO
Luis Beltrán Prieto Figueroa había nacido en la Asunción, Estado nueva Esparta en marzo de 1902, allí realizo sus estudios primarios, para en 1925 trasladarse a la capital a culminar su Bachillerato en el renombrado Liceo Caracas. Con una innata vocación pedagógica y un talento natural para el liderazgo, destaca desde joven como educador y dirigente gremial del incipiente magisterio venezolano, siendo promotor de la Sociedad de Maestros de Educación primaria en 1932 y más tarde en 1936, fundador y primer Presidente de la Federación Venezolana de Maestros. Prieto Figueroa no formó parte de la generación estudiantil de 1928, ni tampoco se contaminó del sarampión marxista que prendió en muchos de los jóvenes, que luego de la diáspora inducida por la represión de la dictadura deambularon los caminos del exilio. Su pensamiento avanzado en temas como el educativo, se correspondía con una visión liberal progresista, donde sobresalía un laicismo y un anticlericalismo, que no se inspiraba en el ateísmo comunista sino en ideas de libre pensador volteriano.
EL REGRESO
Cuando Venezuela renace luego de la muerte de Juan Vicente Gómez, en diciembre de 1935, y la mayoría de los dirigentes desterrados regresan a organizar los movimientos políticos y sociales, el maestro Prieto es ya un personaje conocido y prestigioso, que incluso logra que sus paisanos legisladores del Estado Nueva Esparta lo elijan como senador al congreso de la República, siendo la primera voz realmente disidente que se escucha en un legislativo que llenó de incondicionales del fallecido déspota, había podido sortear las demandas populares de su disolución, y que habría de sufrir solo renovaciones parciales. En esos días convulsos de un régimen que combinaba dosis de apertura con medidas represivas y de mano dura, frente a una situación que a ratos parecía rebasarle, se reencontraron Rómulo Betancourt y el senador margariteño para desde entonces compartir los azares, los éxitos y traspiés, los buenos y malos momentos, para construir una comunión de ideas, acciones y proyectos encementada en una amistad cada vez más íntima y solidaria.
Prieto Figueroa recorre junto a Betancourt, todo el proceso de decantación y deslindes, que va prefigurando lo que será el producto final de aquel periplo desde posiciones extremas, hasta planteamientos reformistas modernizadores: OVE, el primer y segundo PDN, para aterrizar en Acción Democrática, cuyo ideario popular, anti imperialista, anti feudal y nacional revolucionario, marca el sello final de una propuesta. El maestro margariteño, escribe las tesis Educativas, inspirados en un modelo de educación laica, popular, democrática, gratuita bajo la rectoría del Estado, son ideas que viene defendiendo desde 1936 cuando presentó al congreso su primera propuesta de Ley de Educación, y que ahora se incorporan dentro de las líneas fundamentales para la búsqueda de la emancipación de las grandes mayorías analfabetas que componen el cuerpo social venezolano.
Mientras las medidas represivas del gobierno de López Contreras, desconocen bajo la acusación de comunistas las actas de senadores y diputados logradas por Gonzalo Barrios, Raúl Leoni, Jóvito Villalba, Martín Pérez Guevara, Héctor Guillermo Villalobos, Juan Oropeza, en sus respectivos estados, y más tarde proceden a la expulsión por un año del país de los dirigentes políticos de izquierda; Prieto se mantiene como senador. Nadie puede acusarlo de comunista, la propia Corte Federal lo releva de cualquier vínculo con las doctrinas proscritas por el inciso 6º del artículo 32 constitucional, aún cuando su curul en la cámara alta lo intercala con periodos de prisión en el obispo o el rastrillo cuando cesa su entonces provisoria inmunidad parlamentaria. Prieto se mantiene en el país, en estrecha relación con Rómulo Betancourt, quien burla deliberadamente el decreto de expulsión del país, y se dedica con ahínco desde la clandestinidad a extender y profundizar la presencia de su partido.