Es el arte de hacer algo, proceso de creación que es la manifestación del acto que se está realizando. La poiesis de Heidegger
LA CHISPA DIVINA DE LA TECNOLOGÍA
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Waleska Perdomo Cáceres

Muchas tradiciones afirman que la herencia divina del hombre, proviene del contener la chispa divina en sí. Una esencia espiritual monádica que se extiende como un alma global que está en todo, una impregnación que es parte energía, creación de Dios. Un Dios OM, total. Una esencia universal, pues el OM es la vibración que representa la tríada en los estados de conciencia: el sueño, la vigilia y el inconsciente. Significa la tierra y su manifestación eterna en el mundo natural, la semilla de todos los sonidos, en todas las palabras. Dios es autoevidente en la naturaleza y en su implicación en la construcción del mundo material; en la manifestación física de la inteligencia superior.

Pues es el trasvase de la porción de la chispa divina, un elixir de la energía de Dios anclado como conexión en la mente humana. Una emanación de luz que empieza a ocupar el espacio biológico, humano que impulsa a la aparición de nuevos logros tecnológicos. La manifestación del poder creador de Dios como inteligencia total desde la posibilidad técnica para lograr la manifestación humana que ha permitido crear espacios, artefactos, soluciones en el plano material dónde transcurre la existencia humana.

Ese poder creador transferido desde la inteligencia superior a la humana, se evidencia en el poder de mejorar el mundo material llenándolo de ventajas, para hacer más fácil las tareas, más rápidas y eficientes. Estas transformaciones de las ideas, han sido parte de la historia de la humanidad y a la vez, son el resultado de la aplicación técnica, que ha permitido una organización inteligente de los sueños, para desarrollar nuevas formas de hacer, para crear un pleroma con aspecto fenomenológico desde dónde aparecen las cosas y las no cosas.



Todo ello ha logrado innumerables transformaciones artificiales. Avances increíbles con transformaciones que han cambiado el rumbo de la humanidad, lo que ha permitido que la ciencia sea la vía para comprender el mundo que nos rodea. Desde una ciencia infalible, rigurosa, exacta que hoy reconoce que no puede explicarlo todo, pero que sí facilita las diferentes vías para conocer la verdad.

En realidad, el problema radica en la existencia o no de las cosas, de todo aquello que no es verificable, como Dios o el alma. Por lo que se puede inferir desde una mirada cientificista que ninguna de estas categorías existe, que no es comprobable, visible y que su búsqueda es una pérdida de tiempo. Pues la ciencia se basa en los hechos reales, medibles, que ocurren en el ámbito de las ciencias naturales, formales y sociales. Por ello, desde su visión más clásica, la ciencia tradicional, es un monolito epistémico que rechaza cualquier otro método, creencia o disciplina que aspire a tener una aproximación a la verdad. Pero, la verdad no es suficiente.

Porque las tecnologías materiales parecen emerger dentro de la conciencia, dentro de un espectro de las experiencias humanas manifestadas desde la técnica y alteradas en su naturaleza desde la tecnología. Pues la naturaleza no se supera con la sociedad. Se supera con la técnica, con la industria y con la tecnología. La sociedad es entonces, un ámbito de relación necesario para vincular a los humanos y la tecnociencia es un instrumento para ser utilizado como parte de las cosas que se realizan. Es el arte de hacer algo, proceso de creación que es la manifestación del acto que se está realizando. La poiesis de Heidegger.


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