Todas las guerras nacen en los pantanos del hombre.
DE SARAJEVO A DAMASCO
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Manuel Salvador Ramos

Ninguna confrontación donde el resultado real sea la muerte masiva, puede bautizarse como santa o civilizatoria porque el quid motivacional siempre será la ambición y la codicia mimetizadas dentro del contubernio del Poder

La guerra, como “ciencia del Estado” y como “tecnología bélica” solo construye fosas de miseria y muerte, pero ella se caracteriza dentro de sofisticadas clasificaciones que van desde el choque bélico de contingentes, hasta las masacres históricas liderizadas por psicópatas con atuendo de mandatarios. Los reyes de la Leyenda Negra, Leopoldo de Bélgica, los gobiernos federales de USA que impulsaron la conquista del Oeste; más acá los distintivos nombres de Adolfo Hitler, Mao Zedong, Josef Stalin, arribando hasta el presente donde Vladimir Putín y Benjamín Netanhayu han alcanzado pedestales de honor. Por supuesto, hay homínidos menores que exhiben su vesania en el marco de famas tropicales, pero la necesaria brevedad de las narrativas nos obliga a que siendo ellos muy conocidos (y hasta muy cercanos), dejemos su nominalización a la inferencia imaginativa de los lectores.

PREGONAR LA DEFENSA PARA JUSTIFICAR EL EXTERMINIO

Los últimos escenarios de la voracidad criminal no los buscamos en la Ucrania pisoteada por el taimado agente de la antigua KGB, devenido luego en corrupto vicealcalde de San Petersburgo y ahora reelecto Presidente de Rusia. Hoy por hoy, el teatro más delirante en cuanto a potencialidad conflagatoria es, (no podía ser distinto), el conjunto territorial del Medio Oriente, donde las monstruosas acciones que se han manifestado estos días nos impulsan a revisar algunos números aterradores y también a fijar la atención en particularidades que no han sido analizadas suficientemente.
En 1963 Netanyahu, hijo del historiador Benzion Netanyahu, se mudó con su familia a USA y en 1976 alcanzó un MBA en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Luchó en la Guerra del Yon Kippur, pero parece que su obsesión guerrerista está vinculada con el profundo impacto que sufrió cuando Jonathan, un hermano suyo, murió en el conocido episodio del rescate de un avión en el aeropuerto de Entebbe. BIBI, apodo con el cual se alude al primer ministro israelí, fundó el Instituto Jonathan dedicado a patrocinar conferencias y estudios sobre terrorismo.

La guerra de exterminio librada en Gaza ha sido cabalmente difundida desde sus inicios en octubre del 2023 y los medios de comunicación han mostrado al mundo sus episodios más dantescos. El recientísimo ataque al grupo del World Central Kitchen, es suficientemente explícito y este hecho, junto a la temeridad del bombardeo del consulado iraní en Damasco, nos facilita acceder a un ángulo que muestra como el desquiciamiento criminal es el hilo estratégico de un vengativo Benjamín Netanyahu que acorralado militar y políticamente, busca impedir que Joe Biden sobreviva a él.

El respaldo militar de EEUU a Israel ha continuado fluyendo en abundancia. Según fuentes regularmente bien informadas, el 30 de marzo arribaron a Israel 2.300 bombas MK, «Hammer», apodadas martillo por su poder de destrucción, y 25 aviones F35. Pero más allá de ese apoyo, el tono del presidente Joe Biden hacia el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu ha adquirido un tono sustantivamente distinto. Así vemos que tras el ataque de Hamás el 7 de octubre próximo pasado sin que USA impusiese "líneas rojas" a una masacre de 32.000 palestinos, Biden ahora ha criticado duramente en público al mandatario israelí. El último episodio que puso en evidencia el choque entre ambos fue la abstención de EEUU en la Resolución 2728 en el Consejo de Seguridad de la ONU, el 25 de marzo, en el cual se pedía un alto el fuego "inmediato" en Gaza. Esto tomó por sorpresa y llenó de indignación a BIBI, ya que eran un viraje de ciento ochenta grados en la postura del representante de EEUU en el organismo mundial, cuando vetó hasta tres veces las resoluciones que pedían lo mismo.

La reacción de Israel fue organizar una pantomima de crisis entre ambos Estados con una postura de "patriota independiente" capaz de plantar cara al papá EEUU y canceló el viaje a Washington de una delegación judía pedida por Joe Biden para estudiar alternativas al plan israelí de invasión a la ciudad de Rafah, aunque luego rectificó y el grupo militar viajo a Washington, porque lo concerniente a esa operación que prevé Netanhayu tiene componentes muy oscuros. En ese lugar Netanyahu ha hacinado a millón y medio de palestinos y Biden parece que no se opone al ataque, pero pide no se causen demasiadas bajas civiles, porque tal posibilidad colocaría a su gobierno en situación muy embarazosa, dado el creciente rechazo de la opinión pública norteamericana a la manera como ha sido manejada la situación en Gaza y las consecuencias que ello trae para Biden medio de su campaña electoral.



EL PANORAMA DE BIDEN

Los argumentos del presidente norteamericano para justificar este cambio de lenguaje son perfectamente perceptibles:
- Los ataques indiscriminados israelíes contra los civiles desbarataron el apoyo internacional que recibió como víctima del terrorismoy ciento cincuenta y tres países de la ONU ya han exigido un alto el fuego inmediato.
- Oponerse a la solución del conflicto que, según EEUU, pasa por establecer un Estado Palestino.
- En el plan de la posguerra Biden aboga por un gobierno de la Autoridad Palestina en Gaza, mientras Netanyahu no quiere ver a los palestinos en el poder en la Franja.
- No permitir la llegada de un "suministro adecuado" de asistencia humanitaria a los gazatíes asediados.

 Pero en el manejo de estas variables, el venerable Presidente Biden se topa con una realidad pétrea. Netanhayu no puede parar porque sólo aniquilando palestinos puede mantener la coalición de gobierno con sus socios ultrasionistas, preservar su inmunidad e impedir que lo sienten en el banquillo de los acusados por corrupción. En caso contrario, se verá obligado a convocar elecciones anticipadas y en ellas, sin duda, perdería y además terminaría entre rejas.

LA AUTÉNTICA DISCREPANCIA

La guerra de EEUU para mantener la hegemonía mundial está transcurriendo en Ucrania, contra Rusia, no en la Franja de Gaza contra dos millones de personas desarmadas que ya antes de los acontecimientos bélicos que hoy sufren estaban condenadas a una muerte lenta por el hambre, las enfermedades y la desesperación. ¿Pero, qué está pasando ahora? Dramáticamente simple: Israel pretende hacerse con el suelo y el gas de Gaza, el cual, sin el apoyo directo de EEUU, no puede conseguir.

Mientras, en la agenda de Biden está debilitar a Rusia, el conflicto de Gaza no sólo le está alejando de esa meta sino que ha beneficiado a Vladimir Putin. Por un lado, la guerra entre Israel y Gaza está "quitando el foco" del conflicto en Ucrania, y por el otro Rusia ha condenado tajantemente la matanza de los palestinos. Putin ha demostrado un alto grado de amistad con Israel, pero en estos momentos ha variado su posición al comparar el bloqueo de Gaza con el asedio de Leningrado por parte de la Alemania nazi, agregando además que los bombardeos de Gaza van en contra del derecho internacional. Netanhayu ha visitado Rusia en diez ocasiones, no ha participado en las sanciones de EEUU contra este país y se ha negado a prestar ayuda militar a Ucrania, pero esa prosecución de sonrisas y abrazos no ha impedido el viraje de Putín.

Los destinos de Gaza y Ucrania están estrechamente entrelazados. El avance militar de Rusia en el frente, el aumento de los ataques de Israel a Siria, Líbano e Irak, que como vemos puede alcanzar también Irán, gestan movimientos graves en la geopolítica mundial y dentro de ese paroxismo la vida de civiles carecerá absolutamente de valor y significado.

Joe Biden no puede evitar hundirse con su colega judío. Aun así, "presionar a Israel" no es un recurso que esté en la mente de Biden. Su personalidad débil le diferencia, por ejemplo, de Dwight D. Eisenhower, quien amenazó con sancionar a Israel después de la guerra árabe-israelí de 1956 si no retiraba a su ejército del Sinaí; o de Barack Obama que suspendió el envío de misiles a Israel en julio de 2014.

Biden no puede cambiar el gobierno israelí ni convertirlo en un Estado fallido del tipo de Yugoslavia, Afganistán, Irak o Libia. La ayuda puede llegar desde el propio Israel, donde decenas de miles de ciudadanos volvieron a las calles el 30 de marzo exigiendo la marcha del político más odiado de su historia y la realización de unas elecciones anticipadas. Pero ese político, alimentado por el veneno de antiguos resentimientos guardados en lo más sórdido de sí mismo y por una egolatría paradójicamente comparable a la del coetáneo eslavo que también acumula millares de cadáveres, podría ser quien terminase siendo el sepulturero de la humanidad.