Manuel Salvador Ramos
Partamos de un punto concreto: quien es autor del presente texto asume el Estado Social de Derecho como esencia y fundamento de la praxis gubernativa. El neoliberalismo, tanto en su versión pura y dura como con los nuevos disfraces que le ha confeccionado el revolucionarismo depredador, ha conformado una realidad histórica degradante y ello nos obliga a repensar opiniones y concepciones. Muchos hechos y acontecimientos abonan tal asunción, pero dentro de esa perspectiva un evento muy reciente coloca en plano prioritario la necesidad de reflexionar y discutir.
Creemos que la elección de Javier Milei como presidente en Argentina ha traído al ambiente la probabilidad de generaren ese país situaciones confrontativas de distinto nivel y peligrosidad institucional, dado queel programa gubernativo por él propuesto coloca en extremos rígidos los esquemas doctrinarios planteados por los teóricos de la Revolución Conservadora, movimiento consumado en los años ochenta del pasado siglo y que como se sabe busca minimizar al Estado como actor y gestor económico. Un impresionante espejismo ilusorio ha galvanizado al país sureño en medio de una inflación desbocada que alcanza el 142%, con miles de familias rotas porque han perdido toda esperanza y con los jóvenes cada vez más convencidos de no tener futuro. Ha sido una gigantesca explosión de angustia e irá, buscando reencontrar rutas a través de la taumaturgia, pero sin más guía que la fe ciega y desnuda. Más allá de las emotividades del momento, inexorablemente vendrá el after day y éste traerá la presencia de un entramado cómplice jugando en el tablero ancestral de sus iniquidades.
EMBRIÓN Y TEJIDO
El denostado y vilipendiado Estado de Bienestar, en su forma larvaria, tiene orígenes remotos, viéndose sus muestras en las consecuencias que para Europa trajo la Revolución de París en 1848. Luego de ese hito, en las décadas de la segunda mitad del siglo XIX, el auge de las luchas sociales pudo lograr que se estableciesen condiciones de lo que fue aquel primitivo Estado Social. De ese esquema derivó el ESTADO DE BIENESTAR ya entrado el siglo XX.
Vemos pues que los antecedentes del Estado de Bienestar vienen de lejos, pero su conformación ocurre en Europa a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial. Tanto en su nacimiento como en su proceso de desarrollo se logró un gran consenso entre las diferentes tendencias ideológicas y políticas para dejar atrás los esquemas de la teoría liberal del Estado, logrando estatuir la responsabilidad de un sistema de seguridad social que cubriese la totalidad de la población, la generalización de un alto nivel de consumo y la garantía de un nivel de vida mínimo, incluyendo en ese marco de protección a los más desfavorecidos. Como consecuencia de todo ello el Estado logró crecer hasta controlar entre el 40 % y el 50 % del PIB en muchas naciones y ello trajo discusiones y polémicas. No hay duda que el Estado se expandió como respuesta a las demandas de la sociedad y su intervención fue fundamentalmente provechosa, pero para quienes asumían posiciones liberales a ultranza, el Estado se había desarrollado movido solo por el dinamismo interno de las burocracias que coparon cada vez más sus ámbitos de gestión.
Ante los problemas sociales, son innegables las aportaciones que ha traído para el hombre el Estado de Bienestar y su protagonismo estuvo y ha estado perfectamente justificado tanto por imperativos de solidaridad como por razones de eficacia. No obstante, ateniéndonos al rigor histórico, los avances económicos y sociales también contaron con el respaldo de sectores vinculados a los estamentos del poder tradicional, dada la necesidad de cimentar una paz social. Ello es la razón por la cual los sectores hegemónicos apoyaron y auparon las políticas KEYNESIANAS, sobre todo después de la gran crisis de 1929, ya que se trataba de evitar la caída de la economía y de frenar procesos que podrían generar revoluciones.
Si quisiésemos sintetizar en una idea categórica el éxito histórico del Estado de Bienestar, debemos mirar el problema central derivado de la Sociedad Industrial: la explotación del trabajador en las empresas. Sin protección sindical y sin la injerencia reguladora del Estado, se explotaba abiertamente a los trabajadores yal superarse este vergonzoso cuadro ello fue la clave del avance hacia el status de la “sociedad de clases medias”. En lugar de la antigua sociedad polarizada con una minoría muy rica y una gran mayoría pobre (tal como todavía sucede en el Tercer Mundo), vemos las sociedades occidentales con una variada estratificación de sectores medios y por ello en la actualidad los sociólogos hablan de “clases trabajadoras”. La antigua clase obrera se ha diversificado debido a la multiplicación de especializaciones y su presencia dejó atrás las concentraciones en las grandes fábricas, aunque a este nivel de la visión histórica necesariamente debe señalarse que la fenomenología de esa movilidad social ha hecho disminuir el peso de la acción reivindicativa de carácter colectivo y ha aumentado las expectativas de promoción personal, creando un terreno propicio para el individualismo.
ANVERSO Y REVERSO
El balance positivo que hemos resalta dono significa la desaparición de los problemas sociales, ya que la dialéctica de los procesos generala resolución de unos y también la aparición de nuevos y profundos conflictos. Así vemos como desde los años ochenta del siglo pasado, la sociedad de clases medias comienza a manifestar la denominada centrifugación marginal acelerada derivada (K.Polanyi), una mecánica expulsiva y marginalizante que coloca al ser humano en total minusvalía ante la magnitud globalizante y el avasallamiento tecnológico. Esta suerte de copamiento tiene en la mayoría de los casos una clara causa económica expresada en el desempleo, pero a la vez hay una causalidad social e igualmente la hay en lo cultural. De este modo aparecen y se arraigan colectivos excluidos o marginados tanto de los mecanismos de socialización como del producto social.
Por otro lado, en los últimos cuarenta años, las líneas maestras del Estado de Bienestar han sufrido no solo desviaciones y mermas sino adulteraciones y debilitamientos. Su estructura institucional se ha erosionado y programas que habían demarcado su significación, además de no haber logrado avances, más bien han retrocedido en alcances. Hoy vemos como las mayorías sociales están inmersas en ámbitos de pobreza, de inseguridad social y de negación en cuanto a sus derechos políticos,
Como lo señalábamos al inicio de estas líneas, un fenómeno disruptivo notorio y resaltante como es el triunfo electoral de Javier Milei en Argentina, obliga a reflexionar sobre razones causas y consecuencias de una fenomenología que no podemos catalogar como un mero movimiento pendular en el vaivén del ritmo humano, sino como una corriente constitutiva de la nueva historicidad. Es la “POPULOCRACIA”, concepto acuñado por el académico francés Marc Lazar, la cual enlaza el debilitamiento del Estado de Bienestar por razones economicistas, con ejecutorias estatales inspiradas en la fractura de los consensos políticos y con una crisis cada vez más profunda de los sistemas modelados dentro de la democracia representativa.
¿Huella de la decadencia o estertores del modelo civilizatorio?