Waleska Perdomo Cáceres
La especulación filosófica es un método intrigante que permite conocer al mundo y sus fenómenos desde una exploración imaginativa. Lo que permite crear nuevas perspectivas sobre cuestiones fundamentales que escapan de la comprobación científica. El especular implica pensar profunda y abiertamente, sin tener la limitación de la validación de los datos empíricos o la necesidad de la constatación por la vía de la observación sensorial que busca explorar lo ya conocido para comprender los argumentos rigurosamente construidos. El método especulativo busca encontrar nuevos horizontes epistemológicos que develan las verdades permanentes.
Desde ese lugar del pensamiento, las metáforas imposibles, son admisibles. Así que el mundo puede ser una caverna, y nosotros podríamos estar prisioneros de las sombras, de los objetos inexistentes, de las creencias. Por ello cabría reflexionar sobre la apología de la caverna como ejercicio de pensamiento. El mito de la caverna de Platón, relata la historia de unos privados de libertad que tienen como prisión, una cueva. Las condiciones internas de la singular cárcel bajo tierra serían bien definidas para jugar con la imaginación.
Los presos estarían atados de manera tal de que solamente pudieran mirar hacia el frente. Hacia una pared en la que se proyectan las sombras que nacen del fuego situado en el interior de la caverna e ilumina a unas figuras que son transportadas por otros hombres. Los prisioneros, están separados por un pequeño muro, por lo que tienen en sus espaldas las mamparas de los improvisados titiriteros. Las formas manejadas son esculturas y figuras diversas, las cuales cobran vida a través de la conversación que mantienen los titiriteros.
Es así como los prisioneros no conocen otra cosa, que la pared de la caverna, esas formas, esas voces; son la verdadera y única realidad. A ellas se le atribuye todo lo percibido: los sonidos, palabras escuchadas, los ruidos y las imágenes. Luego de planteada la situación, Platón prevé la posibilidad de que ocurran varias circunstancias. Primero que la salida del prisionero sea a la fuerza, en contra de su voluntad. Muchos prisioneros aman su cauteverio, por lo que creería que quien le impulsa hacia afuera le está engañando. Entonces, hay que forzarlos a salir.
Luego se revela el tema de la iluminación, del conocimiento y el develar la verdad que es a través del juego entre el fuego y el sol. Por un lado, el prisionero queda cegado por las llamas y entenderá que las sombras son un simple reflejo de las formas presentadas, por lo que es la creencia en el mundo imaginado. Por otro lado, al estar expuesto por primera vez al sol, el prisionero puede ver la realidad objetiva, perceptible y que comienza a ser cognoscible.
De ahí que con la construcción de la methexis Platónica comprenda que las cosas participan de las Ideas, pero al ser materiales lo hacen de un modo imperfecto. Y si, la razón nos podría jugar una mala pasada, pues la realidad tal vez no es como los sentidos y las percepciones, nos lo muestran. Si no que existen otros factores que influyen en la búsqueda del conocimiento, como lo es la validación de los hechos y al final del camino; el encontrar alguna verdad.
Muchos de nosotros estamos en la caverna, mediados por lo que nos quieren hacer que veamos, escuchemos y luego, obviamente repitamos como la acumulación de información que emerge por los diferentes medios a los que tenemos acceso. Las pantallas, son las nuevas mamparas y los titiriteros, quienes conservan el poder, en cualquiera de sus manifestaciones. Por ello, simplemente no se vale dejarse engañar por lo que nos muestran desde nuestra cómoda caverna. Cómoda y moderna, llena de confort. Una burbuja necesaria para sobrevivir la vorágine, la rapidez del tiempo, la impaciencia del mundo.
Entonces, es posible que podamos ser cegados por un golpe de luz, de conocimiento, de la iluminación que puede darse por el manejo de información veraz o en un nivel más profundo: la aparición de la luz del alma. La ausencia de la luz física apaga los sentidos, pero siempre nos queda la intuición, nos queda la moral para saber lo que es correcto. La luz del alma que defiende lo bueno, lo verdaderamente importante entendiendo que el fuego propaga sombras artificiales, pero la verdadera sombra la fabrica el sol.
Es normal sentirse desorientado y confundido ante una luz que enceguece, que proviene de un conocimiento mayor. Es difícil creer en lo que no se ve, pues las sombras artificiales son las que se nos presentan, con las que hemos crecido. Pero tengamos fe. Paso a paso, vamos ascendiendo a niveles de verdad sutiles. Nos acostumbraremos a esa nueva luz y por fin entenderemos que las sombras de la caverna eran solo una representación manipulada de la realidad y que las nuevas sombras, que son un efecto del sol, son más reales que lo que vemos todos los días.