Pedro Elías Hernández
Sin duda la novela tiene atributos estéticos para ser considerada una notable obra literaria y su autor, uno de los grandes escritores latinoamericanos. No obstante, a mi juicio, está lejos de ser un reflejo verdadero de la realidad venezolana de aquellos años.
Por el contrario, soy de los que piensa que una de las enormes carencias que tenemos como sociedad radica en la forma de mirar el pasado, tanto el remoto como el más cercano. Y hay dos ejemplos notables en este sentido: El primero es el que se deriva de la forma desdeñosa en que los venezolanos miramos nuestra historia colonial y el segundo ejemplo es el que se refiere al largo período de la hegemonía andino-militar que se instaló en el país durante casi cuatro décadas.
En relación a esto último es sobre lo que me quiero referir en este artículo. El llamado período gomecista y post gomecista que va desde 1908 hasta 1945
constituye una respuesta civilizatoria frente a la barbarie de las guerras civiles y disolución republicana que vivimos hasta finales del siglo XIX.
El Estado nacional venezolano se reedifica a principios del siglo XX sobre la base de cuatro pilares institucionales, a saber: la hacienda pública nacional, el sistema monetario nacional, la industria petrolera nacional y el ejército nacional. Hubo varios próceres que le dieron forma a este prodigio. En lo que se refiere a las tres primeras instituciones, hombres como
Román Cárdenas y
Gumersindo Torres, fueron fundamentales. Y respecto a la cuarta institución, es decir, el ejército nacional, sin duda Juan Vicente Gómez, Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita, jugaron un papel estelar.
Desde luego que
Juan Vicente Gómez fue el gran director de orquesta. Con su mano dura y hasta cruel, condujo a la república hacia el horizonte que le aguardaba. Cifras extraídas de la historia cuantitativa de Venezuela de Asdrúbal Baptista, dan cuenta del prodigio económico que se produce en nuestro país a partir de 1920 en adelante, y que continúa después de la muerte del caudillo de "La Mulera" hasta el fin del predominio andino militar ocurrido en 1945.
Lamentablemente, a pesar que se han hecho esfuerzos en nuestra historiografía para poner en su sitio el verdadero aporte de tal período histórico, sin embargo, un relato negador de tal realidad se instaló en el país y convirtió en leyenda negra aquellos años en los cuales Venezuela pudo retomar su viabilidad republicana.
La generación de 1928, integrada por brillantes venezolanos, desgraciadamente contribuyó a la instalación de esa leyenda negra, aunque debemos admitir también que contribuyeron crucialmente a la difusión y consolidación de la noción de democracia en la conciencia nacional.
Buena parte de lo que todavía hoy se sostiene como República y como institucionalidad venezolana deriva de las semillas institucionales sembradas durante los inicios del siglo XX. Por desgracia, también mucho de aquello ha sido yugulado.
En buena medida nos toca retomar el orden institucional que nos legó ese período de la llamada hegemonía andino-militar agregando los avances democráticos de representación política y sufragio universal que se alcanzaron también con mucho esfuerzo cívico.