Las mentiras resultan a veces mucho más plausibles, mucho más atractivas a la razón que la realidad, dado que el que miente tiene la gran ventaja de conocer de antemano lo que su audiencia desea o espera oír. (Hannah Arendt, “La crisis de la república”)
POSVERDAD, METAMENTIRA Y PODER (I)
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Manuel Salvador Ramos

Los dos tomos de la “Autobiografía de Fidel Castro” son un viaje fascinante a los vericuetos mas profundos de un personaje que como pocos, combinó en dosis exactas la inteligencia desbordada, la inexistencia afectiva y la motivación psicopática. Escrito en el modelo redaccional que coloca en la mente y en la boca del personaje reflexiones y confesiones. es la obra más fascinante y completa sobre el histórico personaje, Norberto Fuentes, el autor, traza un agudo análisis psicológico que debe ser asumido con certeza de veracidad, en razón a la estrecha cercanía que mantuvo con el líder cubano, y muy especialmente con su hermano Raúl.
 
Pero en forma alguna pretendemos elaborar una síntesis crítica sobre la obra en cuestión y el introito pretende solo ilustrar al lector de estas líneas sobre el marco referencial de la misma y así justificar el traer a colación un episodio que confluye con el título de nuestro artículo. En la página 323 del tomo segundo, Fidel habla de un encuentro con Aureliano Sánchez Arango, un veterano político ex ministro de gobierno durante la administración de Carlos Prio Socarrás. La entrevista se lleva a cabo en marzo de 1959:

“(…)
Me lo llevé a una cafetería ubicada en el sótano del edificio de la Facultad de Filosofía y Letras y mandé a cerrar el local. Al nomás sentarnos, inmediatamente le espeté:
Coño, chico, ¿tú y yo siempre vamos a estar en contra?
Aureliano, me mira sorprendido:
-No, coño, Fidel. Si yo estoy apoyando la Revolución en todo…
-A eso mismo me refiero, le dije. ¿qué tú haces apoyándome si yo lo que necesito es todo lo contrario? “


Durante la preparación de esta nota he tenido la oportunidad de oír la entrevista que un conductor de fama muy bien ganada en el ámbito radiofónico, le hacía a cierto gobernador de zigzagueante moral. A todas luces, la invitación lucia como algo artificial, dado que las características del personaje no son precisamente congruentes con el estilo constructivo que le ha imprimido al programa el susodicho conductor, por lo que podría especularse la posibilidad de que estuviese de por medio un pedimento exigente. Ya en el desarrollo del programa, el inteligente entrevistador manejó hábilmente varios planteamientos para luego desembocar en el tema que recientemente ha renovado la atención sobre el gobernador de marras. Como era de esperarse, salieron a flote las argucias evasivas, los toques de astucia y las galimatías que brotan cuando se rasgan las vestiduras falsarias. Me imaginé entonces alguna admonición de medianoche trasmitida a través desde un teléfono cifrado:
“Con declaraciones edulcoradas y oblicuas no nos eres útil. Te lo he repetido: necesitamos posturas y exclamaciones que te hagan aparecer como un opositor…”



EL ENGAÑO SIEMPRE EXISTIÓ

El uso de la mentira maquillada no es una innovación propia de la “agudeza comunicacional” en el marco de la postmodernidad, Es el mismo disfraz alevoso de contextos edificados con sofismas para lograr la masificación de la percepción emocional y así bloquear la racionalidad. Las nuevas teorías comunicacionales y los inimaginables avances tecnológicos han construido sistematizaciones mas elaboradas de la trasmisión lingüística y allí cuando aparece el termino posverdad. Comúnmente se han considerado los estudios e investigaciones hechas por Steve Tesich, como los antecedentes de esa temática, ya que él, en 1992, escribió sobre el discurso político que para entonces era común en USA. Sin embargo, el nacimiento formal de la denominación ocurrió el año 2016, cuando el prestigioso Diccionario de Oxford consideró el vocablo POSVERDAD como el termino de mayor uso e impacto en ese año, hecho enmarcado fácticamente en el ascenso de Donald Trump a la presidencia y al fenómeno que vivieron la Unión Europea y el Reino Unido como consecuencia del BREXIT. En todo caso, Tesich aporta un punto de atención de alta relevancia en cuanto a que es en el ejercicio del PODER POLÍTICO donde se arraiga y expande la mecánica de las posverdades, y ejemplifica ello señalando que las administraciones de Richard Nixon, Ronald Reagan y George H. W. Bush tuvieron como característica general compartida la manipulación de la información. Más aún, durante las dos presidencias de Reagan (1981-1989), se planteó como línea de gestión de su gobierno que la ciudadanía prefería y aceptaría una información manipulada, o de cierta forma manejada, para alejarse de la negatividad que cargaba la propia verdad.

LA VERDAD DE LOS INTERESES VS EL INTERÉS DE LA VERDAD

El puntal mas efectivo de la posverdad es su carácter emocional e esa certeza la maneja muy bien cierta clase política al tergiversar la verdad frente a la ciudadanía. Es tan eficaz en su cometido que pareciese no generar un rechazo enérgico, ni tampoco se perciben muestras de indignación generalizada frente al mentiroso, y lo atractivo para el público parece ser el bullicio político o el escándalo de los personajes involucrados. Queda entonces la pregunta: ¿Valoramos realmente la crudeza de la verdad o solo apreciamos la productividad de la astucia?. Para responder estas interrogantes cruciales, vamos a partir de algunos señalamientos que necesariamente deben colocarse sobre la mesa.

El neoliberalismo es una forma particular del capitalismo. Con un planeta absolutamente globalizado gracias a la ingeniería comunicacional, ella sostiene que la Economía se debe regir por el libre comercio, estar total o mínimamente desregulada y, por supuesto debidamente privatizada; es decir, con la menor intervención de las políticas por parte Estado, para así garantizar una mayor producción de riqueza con menor inversión social. Para los partidarios de esa visión, la intervención del Estado en el mercado promueve la ineficiencia a través de las regulaciones sobre las industrias y los altos impuestos.



La concepción neoliberal pretende capitalizar el accionar del Estado, separando a éste de la problemática social, desarrollando de esa forma una ideología dominante centrada en un individualismo que exalta la praxis consumista y estimula una ética del triunfo personal. Ese caldo de cultivo cultural es alimentado subliminalmente a través de las mencionadas tecnologías, las cuales además inoculan el hedonismo y el cuestionamiento de los valores que fundamentan la justicia social y el protagonismo humanista.
 
Este tipo de visión regresiva tomó cuerpo a fines del siglo pasado porque el Estado de Bienestar heredado de la postguerra fue duramente golpeado en lo económico por la aplicación inadecuada del keynesianismo en los países occidentales; y junto a ello, en lo administrativo, los sistemas políticos, democráticos o autoritarios, fueron copados por élites depredadoras, castas corporativas y políticos corruptos de muy bajo nivel intelectual y ético. Si todo ello no bastase, el utopismo revolucionarista que promovieron sectores de extrema izquierda bajo el influjo del régimen cubano y el estímulo e inspiración del comunismo ortodoxo, puso en jaque a las organizaciones progresistas que hubiesen podido forjar consensuadamente la ruta de la democracia social.

Ese conjunto de variables generó torbellinos socio-políticos que muchos analistas bautizaron como “tormentas perfectas” y así presenciamos como países del tercer y cuarto mundo se sumieron en la tragedia de revoluciones cuarteleñas que los hicieron retroceder al neolítico de su vida institucional y societaria. En el ámbito latinoamericano, hemos visto como ese cepo existencial ha traído la desintegración de los fundamentos republicanos, la miserabilización y depauperación social y cultural, la descapitalización intelectual del corpus nacional y lo más grave, el entronización metastásica de la desesperanza. En conjunto, todo un catálogo fatal que en lo particular conocemos porque lo estamos sufriendo en carne propia.

Pero es valedero introducir en el análisis una consideración de fondo sobre como se imbrica la posverdad como categoría inherente a un proceso de dominación social. Cuál es la intencionalidad de la posverdad? ¿Cuáles han sido o podrían ser los efectos prácticos de la posverdad? La relevancia empírica de la palabra radica en que ha modificado los condicionamientos sociales del conocimiento compartido y que de esa forma ha influido decisivamente en lo relativo a mantener las estructuras sociales contemporáneas.

A raíz de lo que Michel Foucault denominó “Matriz de la razón práctica” como motor de búsqueda, se hace evidente el objetivo de la dominación. El “conocimiento verdadero” no tiene un solo origen, sino que se construye a través de distintos mecanismos sociales y estructuras políticas que utilizan el discurso y las formas de verdad como medio de control para el dominio. Allí surge el concepto de posverdad y consecuencialmente surge una nueva interrogante: ¿ Dentro de ese contexto, cuál es el estatus actual de la lucha permanente por el poder en lo que va del siglo XXI?. Todo parte de la utilización de signos, de sentidos, de símbolos, de significaciones, de discursos y de la escritura. Ergo, la posverdad es un mecanismo de dominación propio de las sociedades contemporáneas.

El hombre se encuentra frente a un cambio de paradigma y es inconsciente de éste. Se ha rebasado el “pienso, luego existo” cartesiano, y el aserto se transforma en “creo, luego soy”. Estamos en presencia de una acción colectiva motivada por las emociones y la falta de pensamiento crítico en los individuos que están lejos de entender la realidad. Allí está el acervo codiciado para quienes quienes se valen de la posverdad. No se reflexiona ni se consideran los datos objetivos porque los individuos de la masa virtual no están interesados más que en sus propias ideas inmediatistas y en las de aquellos que piensen de la misma manera que su grupo o comunidad virtual. Se conforma así una especie de relación perversa entre violencia, medios y política a través de personajes que deambulan vacíos de contenido.

Estas aproximaciones nos van permitir plantear una comparación paradójica. La conceptualización de categorías como PODER y DOMINACIÓN las vinculamos a su raíz histórica formal: el fuerte ha dominado al débil. No obstante, el marco posmoderno introduce elementos que “licuefaccionan” la solidez de los entramados anteriores (Zigmunt Bauman) y el sentido de DOMINACIÓN se ajustará a realidades etnológicas y culturales radicalmente distintas a las que mostraba el mundo de la modernidad. En razón a todo ello veremos como dos figuras ideológica y sociológicamente antitéticas, Javier Milei y Evo Morales, desarrollan operaciones similares para capturar el PODER usando posverdades.


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