Elías Farache S
Un largo ayuno de 26 horas, que es respetado y temido por los judíos, la culminación de los diez días del arrepentimiento que deben conllevar a un veredicto sobre el futuro de cada persona. Ayuno, rezos, penitencia y todo lo que se asocia a un ambiente de recogimiento y solemnidad. No en balde se considera el día más importante del calendario judío, el mismo que está lleno de fechas significativas.
En el Yom kipur de 1973, los israelíes se encontraban en pleno trance religioso cuando Egipto y Siria lanzaron un ataque sorpresa contra Israel. Los egipcios se adentraron en la península del Sinaí, los sirios en los Altos del Golán. La guerra se prolongó hasta el 25 de octubre, y fue un muy duro golpe para Israel. Aunque resultó militarmente vencedora, el costo de vidas fue altísimo, y la sensación de ser vulnerable fue demoledora.
La opinión generalizada de los comentaristas e historiadores es que la fiereza de la guerra, la percepción de los egipcios de ser capaces de enfrentar a Israel luego de la debacle de la Guerra de los Seis Días de 1967 era el ingrediente necesario para que unos años más tarde se lograra la paz entre Egipto e Israel, además de cierta tranquilidad en la frontera con Siria. Pero, de todas maneras, es evidente que Israel pagó un alto precio.
A cincuenta años de la guerra, son ya muchas las informaciones y conjeturas que han salido a la luz pública, y que se discuten sin mayores censuras. Israel tenía información seria de inteligencia que hacían concluir que Egipto y Siria atacarían de un momento a otro. Es cierto que había opiniones encontradas en los mandos políticos y militares sobre la conveniencia de un ataque preventivo que hubiera salvado muchas vidas, pero es un hecho ya reconocido que también privó una consideración diplomática para la toma de tal decisión.
Los americanos, encabezados por Henry Kissinger, habían advertido a la primera ministro Golda Meir, que no apoyarían un ataque preventivo de Israel. Era evidente que Israel siempre necesitaría de suministros de Estados Unidos en el caso de un conflicto, y no era cuestión de enfurecer al aliado necesario.
La imagen de Israel en la media internacional había cambiado desde la Guerra de los Seis Días. A pesar de las declaraciones públicas de los estados árabes de no reconocimiento, no negociaciones y no paz, los famosos tres “no”, Israel se percibía como una potencia agresora antes que un país acosado y con necesidad de defenderse de sus enemigos. El gobierno israelí de turno sopesaba esto con mucho cuidado. Nunca se hizo nada preventivo, se reaccionó al ataque con la rapidez y consecuencias de rigor.
Mucho queda por decir respecto a la Guerra de Yom Kipur. Seguro al cumplirse los 50 años de esta, algunos documentos saldrán a la luz pública y en la conmemoración del momento, uno que otro comentario causará reacciones. Es lo de esperar en un país como Israel, con libertad de prensa y profusión de opiniones encontradas.
En el 2023 vemos ciertas similitudes con la situación del Israel del 1973. Israel se ve amenazada por varios frentes, unos cercanos y otro algo lejano. Pero con capacidades de fuego y destrucción muy importantes, determinantes y sin margen de retorno. La diplomacia internacional del momento entiende la situación real que vive Israel, el peligro que corre y su genuina preocupación. Pero hasta el momento, esto no se traduce en acciones que lleven abajar el nivel de amenaza sobre el pequeño estado judío. Hasta llega a percibirse lo contrario, cuando el primer ministro tarda un año en ser recibido por el presidente de su principal aliado no solo militar, sino ideológico. ¿Será que persiste ese criterio del otrora influyente Henry Kissinger?
En estos días que preceden al Yom Kipur, la introspección personal nos hace revisar también la historia. Con tanta historia a cuestas, con tantos incidentes desagradables y tanta sangre derramada, los judíos se preocupan. Como dijo el jefe de Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel, a la hora de un conflicto, los israelíes y los judíos cierran filas y se olvidan de discusiones internas que lucen insignificantes a la luz de problemas mayores.
En Yom Kipur nos abocamos a pedir perdón y también perdonar. Pero no olvidamos que se cierne siempre el peligro de la guerra y la conflagración. Que prive la paz y el perdón… y a prevención.