Carlos Roque
Contrario a la experiencia electoral estadounidense, hasta pocas horas antes de la votación personal el martes 5, las encuestas ni los cálculos de los asesores electorales apostaban a un ganador entre los abanderados de los históricos partidos Demócrata y Republicano, cuya alternancia en la Casa Blanca marca la historia democrática de la nación. Ahora el titular de los medios era el mismo: ”las elecciones más reñidas de los últimos tiempos”. A las pocas horas se conocería la sorpresa: el expresidente y candidato por tercera vez, bajo el acecho de brutales campañas mediáticas e incluso de repetidos atentados personales, se consagraba como ganador en los colegios electorales y con incuestionable mayoría en el sufragio popular. Donald Trump tenía razón entonces de considerar “increíble” su victoria.
LA REVANCHA.
El triunfo en los colegios electorales y ahora también en el voto popular (además como impulso a la mayoría republicana en el Senado y posiblemente también en la Cámara de Representantes), significa una revancha para Trump, quién cuando ganó la Presidencia en 2016 perdió en el voto masivo, lo mismo que le pasó en 2020, cuando salió derrotado ante Joe Biden. Ahora se recordaba que la última vez que un republicano ganaba en ambas votaciones fue en 2004 cuando Bush hijo obtuvo el 50,73% de los sufragios al imponerse a John Kerry. En 2000 Bush había obtenido su primer mandato tras ganar el Colegio Electoral, pero perder el voto popular contra el entonces Vicepresidente Al Gore.
PERSONAJE Y MANDATO
Trump fue el primer Presidente sin experiencia política o militar previa, y conocido como empresario y “showman” y apuntalado “principalmente por hombres blancos y mayores de 40 años con menos educación”. Su política exterior desafió el “status quo” occidental: presionó a la OTAN, tensó relaciones con China; retiró a EE.UU. del Acuerdo de París; amenazó a Corea del Norte (aunque luego se reunió con Kim Jong-Un en Pionyang), propició un gobierno paralelo con amenaza de invasión a Venezuela, (histórico socio petrolero de su país ); reconoció a Jerusalén como capital de Israel; y ordenó públicamente el asesinato del general iraní Qasem Soleimani, entre otras medidas contrarias al tradicional manejo diplomático.
En plano nacional destacó el tema de la migración de indocumentados latinoamericanos con la construcción de un enorme muro fronterizo con México; denunció fraude sin pruebas en su derrota de 2020 por Joe Bien, y luego asumió la responsabilidad del asalto al Congreso Nacional en Washington en 2021 y debió enfrentar además en los últimos años más de 30 juicios por presuntos delitos comunes.
NUEVO GOBIERNO
Trump habrá de gobernar desde el 20 de enero de 2025 en un escenario internacional marcado por los conflictos bélicos; el auge del populismo (de derecha e izquierda) el cual por cierto, favoreció su nueva elección; y la conformación de bloques emergentes que prefiguran ya en marcha la reconfiguración geopolítica global. En el plano doméstico encontrará agravados los temas de la migración y la violencia social generalizada (la cual también aportó a sus números electorales) y la que se supone ahora será una oposición más agresiva del Partido Demócrata y sus aliados.
UN TERREMOTO EN LA FRONTERA
J. David GoodmanEdgar Sandoval y Robert GebeloffLas victorias más amplias de Donald Trump se produjeron en los linderos de Texas, bastión demócrata con mayoría hispana. Ganó 12 de los 14 condados de la región.En ningún lugar de Estados Unidos los condados históricamente demócratas han cambiado tanto y tan rápido en dirección al expresidente Donald Trump como en las comunidades de Texas a lo largo del Río Grande, donde los residentes hispanos constituyen una abrumadora mayoría.
En las últimas elecciones, la mezcla de centros urbanos en expansión y ranchos rurales de la región, que habían sido bastiones demócratas fiables durante generaciones, empezaron a volverse republicanos.
Entonces, el martes, Trump se llevó el sur de Texas y la región fronteriza firmemente hacia su lado, tomando 12 de los 14 condados a lo largo de la frontera con México, y haciendo incursiones significativas incluso en El Paso, la ciudad más grande de la frontera. En 2016, Trump solo ganó en cinco de esos condados.
El apoyo a Trump a lo largo de la frontera de Texas fue el ejemplo más claro de lo que ha sido una amplia aceptación nacional del candidato republicano entre los votantes hispanos y de clase trabajadora. Ese cambio se ha producido tanto en comunidades rurales como en grandes ciudades, como Miami, y en partes de Nueva York y Nueva Jersey.
Pero Texas destacó. Ocho de los 10 condados demócratas que más se inclinaron hacia Trump el martes estaban en la frontera de Texas o a poca distancia en coche.
Una de las mayores oscilaciones se produjo en el condado de Starr, una zona rural de 65.000 habitantes salpicada de pequeños pueblos donde
se han levantado tramos de muro fronterizo, los ingresos son bajos y muchos viajan largas distancias para trabajar en los campos petrolíferos del oeste de Texas. El condado se volvió republicano el martes, apoyando a Trump por unos 16 puntos porcentuales. En 2016, perdió el condado frente a Hillary Clinton por 60 puntos.
La preocupación por la inflación y el gran número de cruces fronterizos no autorizados en los últimos años dominaron la campaña en el condado. En un jueves sofocante en la ciudad fronteriza de Roma, los votantes que apoyaron a Trump dijeron que lo habían hecho sobre todo por razones prácticas y por su preocupación por la inmigración descontrolada.
TESTIMONIOS
Fabiola Rodriguez, de 28 años, madre soltera de dos hijos, dijo que ir al supermercado se había convertido en una experiencia dolorosa. Cuando Trump era presidente, señaló, podía llenar su carro de la compra por unos 250 dólares. Ahora, gasta 300 dólares por un carro que está lleno a menos de la mitad.
“No llevo a mis hijos al supermercado porque sé que no podré permitirme lo que quieren”, dijo.
También temía que la vicepresidenta Kamala Harris fuera hostil con la industria del petróleo y el gas, que atrae a muchos trabajadores de lugares como Roma. Culpó a las políticas del gobierno de Joe Biden en apoyo de las energías renovables por los recortes en las horas de trabajo de su padre y su hermano en los campos petrolíferos.
El principal funcionario del condado, el demócrata Eloy Vera, dijo que los residentes tenían la sensación generalizada de que los demócratas no apoyaban la industria del petróleo y el gas.
“Nuestros jóvenes pensaban: demonios, van a acabar con nuestros puestos de trabajo”, señaló Vera.
Al mismo tiempo, Vera se apresuró a señalar que los demócratas siguen teniendo influencia en el condado: los funcionarios demócratas locales, como el sheriff, ganaron ampliamente el martes. Ese patrón se mantuvo en otras comunidades fronterizas, donde los votantes dividieron sus votos, eligiendo a Trump pero favoreciendo en muchos casos a los candidatos demócratas locales.
Rodrigo Burberg, ingeniero informático de 32 años de Brownsville, apoyó a los demócratas en las contiendas locales, pero seguía indeciso sobre la carrera presidencial hace tan solo unas semanas. Acabó votando por Trump, y también por el senador Ted Cruz, republicano que se enfrentaba a una dura lucha por la reelección.
“Sinceramente, nunca he oído a Kamala decir ninguna respuesta definitiva a nada”, dijo Burberg. “Los demócratas dicen que la economía es muy fuerte. Pero, en realidad, las métricas no reflejan lo que siente la gente. ¿A quién le importa el PIB si todo se gasta en Ucrania?”.
TRIUNFO EN LOS CONDADOS
Trump dio la vuelta a siete condados al sur de San Antonio.
Ganó por 19 puntos en el condado de Maverick, donde la ciudad de Eagle Pass se había convertido en un punto crítico de cruces fronterizos no autorizados durante el gobierno de Biden, después de haber perdido el condado por 56 puntos en 2016 y por unos nueve puntos en 2020. Ganó en zonas urbanas como el condado de Cameron, donde está Brownsville, y el condado de Webb, donde está Laredo.
“Estoy asombrada”, dijo Adrienne Peña-Garza, exdemócrata convertida en activista republicana en la ciudad fronteriza de McAllen. “Mucha de esa gente que solía atacarnos dice ahora: ‘Todos tenían razón’. El precio de los huevos, la seguridad fronteriza”, dijo. “Los hispanos, en el fondo, son conservadores”.
El fuerte giro a la derecha entre los votantes hispanos había sorprendido a muchos demócratas hace cuatro años, cuando Trump empezó a atraer un importante apoyo en el sur de Texas.Los demócratas, que no hicieron mucha campaña en la región en 2020, se comprometieron a no dejarla escapar. En este ciclo electoral,
se hicieron esfuerzos sobre el terreno para reunir a los votantes demócratas y aumentar la participación. Los activistas del partido y los promotores de campaña pagados se desplegaron por toda la región, sobre todo en las ciudades del Valle del Río Grande.
Pero ese esfuerzo no contuvo la marea; la presa reventó. Muchos demócratas quedaron en estado de shock.
“Los republicanos construyeron una marca en torno a gente que trabaja en las plataformas petrolíferas, hogares que tenían dificultades para pagar la comida”, dijo Michael Mireles, de LUPE Votes, una organización política progresista del sur de Texas que trabajó en el condado de Hidalgo para elegir a demócratas. “Es una tontería, pero hablar constantemente del precio de los huevos… es algo que la gente puede recordar”.
Un veterano republicano que vive en McAllen, Gary Groves, dijo que había sentido que el impulso político cambiaba a su favor cuando empezó a reunir a partidarios de Trump tras las elecciones de 2020 en caravanas de coches y camiones adornados con banderas. Las reuniones, conocidas como el Tren Trump del Condado de Hidalgo, empezaron con unos pocos coches; este año, a medida que se acercaba el día de las elecciones, dijo, en algunos actos había hasta 150 o 200.
“Lo que ocurrió fue un terremoto”, dijo Groves, de 69 años, sobre las elecciones del martes. Y añadió que el partido aún tiene margen para crecer localmente. Dijo que “la mayoría de los republicanos de aquí no aparecen como republicanos” en sus carteles de campaña. “Esperemos que eso cambie”.
Compartió un video de una de sus reuniones en el que una mujer se quejaba de que su marido, un inmigrante latino que acababa de obtener la ciudadanía, ya no podía conseguir un trabajo en la construcción porque los contratistas locales solo contrataban a inmigrantes no autorizados, que generalmente trabajaban con salarios más bajos.
Durante años, los republicanos han trabajado en las contiendas estatales y federales para convencer a los votantes hispanos social y religiosamente conservadores de que sus valores están mejor alineados con el Partido Republicano. El gobernador Greg Abbott inició su campaña de reelección de 2022 en el Valle del Río Grande y realizó frecuentes viajes a la frontera para actos políticos, recortando significativamente los márgenes demócratas.
“Nosotros hablábamos de prosperidad y esperanza, mientras que el Partido Demócrata hablaba de pronombres”, dijo la representante Monica De La Cruz, quien en 2022 se convirtió en la primera congresista republicana elegida para un distrito que se extiende desde la frontera hasta los suburbios de San Antonio. Fue reelegida el martes. “El Partido Republicano se ha convertido en el partido del votante de clase obrera”, dijo.
Este año, la campaña de Cruz invirtió mucho en cortejar a los votantes hispanos, emitiendo anuncios en español a partir de junio en servicios de streaming o emisión en continuo. Algunos de los anuncios de la campaña se centraban en el apoyo demócrata a la participación de las personas transgénero en los deportes juveniles y a las operaciones de transición de género para los presos y los militares.
“Su partido los ha abandonado en muchas de estas cuestiones sociales clave”, dijo Sam Cooper, un consultor de campaña republicano que trabajó en la campaña de Cruz, quién ganó por casi nueve puntos a su oponente demócrata, Colin Allred, pasó los últimos días de la campaña en El Paso y luego en McAllen, donde, dijo Cooper, cientos de personas abarrotaron un acto con el comentarista conservador Ben Shapiro.
Sin embargo, aunque Cruz logró avances significativos en el sur de Texas, no ganó la región de forma tan decisiva como Trump, quien atrajo a más demócratas a su bando.
“Es Donald Trump, no el Partido Republicano”, dijo el representante Vicente Gonzalez, un demócrata conservador que mantuvo su escaño en el sur de Texas en una reñida contienda. “Donald Trump ganó en todos los condados de mi distrito”.
Gonzalez dijo que los demócratas no habían hecho un buen trabajo para llegar a los trabajadores hispanos, sobre todo a los hombres que trabajan en la industria petrolera y que han llegado a desconfiar del partido. Y añadió que los mensajes antitrans de los republicanos parecían resonar entre muchos votantes.
“Los demócratas tienen que alejarse de algunas de esas cuestiones sociales”, dijo. “Lo que funciona en Massachusetts desde luego no funciona en el sur de Texas”.
El jueves, en el centro histórico de Roma, encaramada sobre un sinuoso tramo del Río Grande, Josie Falcon, de 50 años, reflexionó sobre lo que podría traer una segunda presidencia de Trump.
Falcon se describió a sí misma como “no muy política”, pero dijo que había sentido la necesidad de votar por Trump en lugar de por Harris por razones pragmáticas. “Es como todo el mundo dice: la economía”, dijo Falcon. “No fue porque no me gustara Kamala ni por cuestiones de raza o género”.
Le preocupaban los migrantes que llegaban sin autorización desde México, que siguen viéndose de vez en cuando a pesar de la fuerte reducción de los cruces, y dijo sentirse frustrada por pagar “muchos impuestos”.
“No estoy segura de si Trump podrá bajar los impuestos, pero eso es lo que dijo, y tenemos que ser optimistas”, señaló. “Los demócratas no hablaron de eso en absoluto”.
The New York Times
TRUMP AGAIN
Simón Petit En la última década, el panorama político de Estados Unidos ha experimentado cambios significativos, impulsados en gran medida por transformaciones demográficas y una creciente polarización entre diferentes grupos de votantes. A pesar de las expectativas de que el cambio generacional y demográfico favorecería a los demócratas, muchos votantes que históricamente formaron parte de su base se han distanciado, optando por apoyar a figuras como Donald Trump.
Este fenómeno plantea algunas preguntas sobre cómo los partidos pueden adaptarse y responder a las necesidades y preocupaciones de sus electores. Y uno de los aspectos más destacados del cambio político reciente es el aumento del apoyo a Trump en condados rurales y blancos, especialmente en regiones como las Grandes Llanuras y el interior del oeste, mención aparte y de manera sorprendente, también destaca el apoyo de los latinos y migrantes legales en algunos estados capitales como California, Texas, Arizona y Florida.
Habría que considerar que este respaldo se produce en un contexto donde el Partido Demócrata había anticipado que la diversidad creciente de la población estadounidense, junto con un cambio generacional hacia una mayor apertura social y política, llevaría –de acuerdo con sus proyecciones- a una nueva mayoría demócrata. Sin embargo, esta anticipación ha chocado con una realidad donde muchos votantes se sienten frustrados con lo que perciben como un statu quo insatisfactorio. La frustración es un motor poderoso en la política. En un sistema donde los votantes buscan representación y respuestas a sus inquietudes diarias, el sentimiento de desconexión con sus líderes y la esencia del partido puede llevar a decisiones inesperadas. Y quizá una de las peores manifestaciones de esa respuesta es el voto castigo.
LAS ÉLITES
Muchos votantes rurales han sentido que sus necesidades y preocupaciones han sido ignoradas por las élites políticas, tanto demócratas como republicanas. Este sentimiento de abandono creó un terreno fértil para mensajes populistas que prometen un cambio radical frente a lo establecido. La elección de Trump puede ser vista como una respuesta directa a esta frustración. Su retórica anti-establishment resonó profundamente entre aquellos que se sentían marginados por las políticas tradicionales. Pero esto no significa que todos los votantes rurales sean homogéneos o que apoyen ciegamente al exPresidente; no obstante, su capacidad para movilizar a este grupo demuestra cómo las emociones pueden eclipsar las tendencias demográficas esperadas. Además, es fundamental pensar cómo el Partido Demócrata ha interpretado y reaccionado ante estos cambios.
Por lo general, los demócratas asumen que su plataforma inclusiva y progresista es suficiente para atraer a una base diversa de votantes. Sin embargo, han subestimado la importancia de conectar emocionalmente con aquellos que se sienten desilusionados o ignorados. La falta de atención a las preocupaciones específicas de ciertos grupos—como la economía local, la seguridad y la identidad cultural—ha llevado a una erosión de su apoyo en áreas clave. Por otro lado, también es relevante mencionar el crecimiento del apoyo demócrata en áreas urbanas y suburbanas, como Atlanta y Dallas. Estos lugares han visto cambios demográficos significativos que han beneficiado al Partido Demócrata.
En todo caso, este crecimiento no debe ser visto como una señal inequívoca de éxito; más bien, resalta la necesidad urgente de los demócratas para consolidar su base mientras buscan recuperar la confianza de aquellos votantes descontentos. La situación actual invita a reflexionar sobre lo que realmente significa ser parte del electorado estadounidense en 2024. Los partidos políticos deben reconocer que no solo se trata de números o tendencias estadísticas, menos de encuestas pormenorizadas que rayan en algunas oportunidades en trampa cazabobos; se trata también de narrativas personales y experiencias vividas. De un enfoque más empático y centrado en las comunidades que pudiera ayudar a los demócratas a restablecer conexiones con aquellos que se sienten olvidados. En fin, el cambio demográfico no garantiza automáticamente un cambio político favorable para ningún partido
ECONOMÍA LOCAL
Pero desde otra perspectiva, el impacto del propuesto plan de gobierno de Donald Trump en la economía local y global es un tema que ha generado un amplio debate entre los votantes. Desde su llegada a la Presidencia, Trump implementó políticas que buscaron priorizar los intereses estadounidenses, lo que ha tenido efectos tanto positivos como negativos en diferentes sectores económicos. Uno de los pilares fundamentales de la agenda económica de Trump ha sido el enfoque en el proteccionismo. A través de la imposición de tarifas a productos importados, especialmente de China, su administración buscó revitalizar la industria manufacturera estadounidense y proteger los empleos locales. Esta estrategia tuvo un efecto inmediato en ciertas áreas, generando un aumento temporal en la producción nacional y en la creación de empleos en sectores como el acero y el aluminio. Pese a ello, también provocó tensiones comerciales que afectaron a los consumidores y a las empresas que dependían de insumos importados más baratos.
A nivel local, estas políticas pueden ser vistas con ambivalencia. En comunidades donde la manufactura ha sido históricamente una fuente de empleo, el apoyo a las tarifas puede haber fortalecido temporalmente la economía local. Sin embargo, para muchas pequeñas empresas y trabajadores del sector servicios, las tarifas han significado un aumento en los costos operativos y una reducción en el poder adquisitivo del consumidor, lo que lleva a una desaceleración económica en áreas donde el comercio es esencial para la supervivencia empresarial.
GUERRA COMERCIAL
Globalmente, el enfoque proteccionista de Trump ha alterado las dinámicas comerciales tradicionales. La guerra comercial con China no solo ha tenido repercusiones para ambos países, sino que también ha afectado a economías interdependientes alrededor del mundo. Los países que dependen del comercio con Estados Unidos han tenido que adaptarse a nuevas realidades económicas, obligando a una reconfiguración de las cadenas de suministro globales. Esto puede resultar positivo en oportunidades para algunas naciones emergentes, pero también plantea riesgos significativos para aquellos que no pueden competir con las nuevas condiciones impuestas por las políticas estadounidenses.
Además, otro aspecto del plan económico de Trump fue la reforma fiscal aprobada en 2017, que redujo los impuestos corporativos con la esperanza de estimular la inversión empresarial y el crecimiento económico. Si bien se observó un aumento inicial en los beneficios corporativos y una repatriación de capitales, muchos críticos argumentan que este enfoque favoreció desproporcionadamente a las grandes corporaciones y a los más ricos, dejando atrás a las comunidades más vulnerables. La desigualdad económica resultante tuvo repercusiones sobre el tejido social y económico del país.
Sin embargo, Trump en su discurso vuelve a arremeter al decretar que EE.UU volverá a ser una nación poderosa económicamente, es decir, que en este mandato el impacto también se extiende al ámbito internacional como en su primer mandato: las decisiones económicas tomadas por Estados Unidos influirán en las políticas económicas globales. Por ejemplo, directamente, esto se reflejaría al priorizar acuerdos bilaterales sobre tratados multilaterales, porque Trump ha cambiado cómo se desarrollan las relaciones comerciales entre naciones. Y esto puede llevar a una fragmentación del sistema comercial internacional establecido después de la Segunda Guerra Mundial y crear un entorno más volátil para las economías dependientes del comercio libre.
Como buen irreverente y amigo de su gusto, Trump presenta una serie de desafíos y oportunidades tanto para la economía local como global, y si bien algunas comunidades pueden haber visto beneficios temporales gracias a políticas proteccionistas o reformas fiscales, es importante considerar cómo estas decisiones afectan a largo plazo tanto a trabajadores como a consumidores. A medida que avanzamos hacia 2025 y más allá, será vital analizar estos impactos con una perspectiva crítica para entender cómo se moldeará el futuro económico bajo su influencia.