Equipo de Redacción
En los últimos días previos al 5 de noviembre, el diario El País reporta: “los candidatos avivan su lucha por los siete “Estados bisagras” que marcarán el triunfo; ambos candidatos han cruzado sus pasos en Nevada y Arizona, dos Estados clave, en los que las encuestas apuntan al empate técnico y donde demócratas y republicanos tratan de arañar hasta el último voto”. Ya para ese momento se declaraba que 66 millones de electores habían consignado sus votos por correo, una forma de sufragio históricamente preferida por los demócratas, ya que los republicanos preferirían hacerlo de manera personal.
ENCUESTAS
A diferencia de la mayoría de las votaciones anteriores, en esta oportunidad, las últimas encuestas anticipan una extrema paridad y un resultado abierto en las urnas. Según las principales empresas de sondeos, las muestras de última hora en todo caso otorgan ventajas de uno o dos puntos a los candidatos, lo cual no representan tendencias consistentes.
LOS CANDIDATOS
Por lo general, la polarización se mide por la fortaleza de los dos partidos en los respectivos Estados, en este caso la polarización es acentuada por la presencia en ella de Donald Trump, Presidente electo en 2O16 mediante el voto de los colegios electorales y superado en la escogencia popular por la demócrata Hillary Clinton. Su gobierno se caracterizó por romper con la gobernanza habitual con un polémico liderazgo diplomático y una gestión interna al servicio de nuevos factores de la “América Profunda”, proclives a la vieja violencia social. En la reelección en 2020 fue derrotado por el demócrata Joe Biden, desconociendo el triunfo de éste y promoviendo acciones violentas como el asalto al Congreso Nacional en 2021 por grupos armados. En los años siguientes fue acusado y enjuiciado por decenas de presuntos delitos de naturaleza penal, los cuales aún siguen en sus respectivos trámites judiciales.
Kamala Harris asumió la candidatura ya a mitad de campaña, por la renuncia de Joe Biden por evidente fatiga personal, y ha colocado el acento de su discurso en los temas de la mujer y la población afrodescendiente, además en la promoción de su condición femenina y su interés por los temas sociales de las comunidades.
ESCENARIOS El nuevo Presidente de la República deberá afrontar retos internacionales que involucran al país, como la presencia de Estados Unidos si bien todavía no explícita pero si activa, en los conflictos de Rusia, Ucracia–OTAN y el Medio Oriente; respuestas urgentes al cambio climático y la tendencia a la desdolarización impulsada por el bloque de los PAISES BRICS y la actual reconfiguración geopolítica. Si bien la contienda electoral careció de propuestas concretas frente a las exigencias nacionales, la nueva gestión deberá asumir la gravedad del tema migratorio y la creciente tendencia a la violencia social en las principales ciudades de la nación.
EL FANTASMA DE 1968
Manuel Salvador Ramos“Las civilizaciones mueren por suicidio, no por asesinato”
Arnold J. Toynbee
LEJANOS TIEMPOS Y CERCANAS ANALOGÍAS
El penúltimo año de la mil veces aludida y estudiada ´década de los 60’, dado lo convulso de los acontecimientos ocurridos en su transcurrir, marcó característicamente los dolores del parto histórico que ya venía produciéndose en el mundo occidental. En aquellos doce meses, entre puntos tan lejanos como el sudeste asiático y el colosal territorio que ocupan los Estados Unidos de América, se tejió una madeja envolvente que hoy, cincuenta y seis años después, sigue generando enfoques y polémicas.
Desde enero de 1968, la Guerra de Vietnam había escalado con trágica intensidad. La campaña de Vietnam del Norte, conocida como la ofensiva del Tet, vulneró peligrosamente las defensas del ejército sureño, obligando al presidente Lyndon Johnson a triplicar la ayuda en hombres y armas. La contraofensiva de las tropas norteamericanas fue feroz y trajo como consecuencia la destrucción de poblaciones enteras sin distinción de objetivos militares y civiles. Ello estremeció hondamente la sociedad americana y comenzaron a manifestarse protestas de considerable magnitud tanto por las brutales violaciones a los más elementales Derechos Humanos como por la gigantesca sangría en recursos que ello acarreaba, pero sobre todo, el clamor de ira se tornaba mas intenso por la muerte de millares de jóvenes enviados a luchar y morir en una guerra lejana y ajena.
Para la opinión pública el responsable de tan infausta política era el presidente Lyndon Baines Johnson, a quien ese año le correspondía hacer valer su opción a ser reelecto en las elecciones de noviembre. El sonoro y casi total rechazo a la posibilidad de una reelección del veterano político y por ende, a la continuación del conflicto, determinó que dentro del Partido Demócrata naciesen otras precandidaturas cuya bandera principal era finalizar definitivamente el conflicto bélico. Es así cuando aparecen las aspiraciones de los senadores Eugene McCarty y George McGovern, del gobernador de Texas, George Wallace, pero principalmente, la del senador Robert Francis Kennedy, indiscutible heredero del prestigio de su hermano.
Todos ellos se enfrentaban de forma absoluta a la continuación de la guerra en el sudeste asiático y el peso cualitativo de tal rechazo encaminaba a Johnson a una humillante derrota en la Convención Demócrata. Pero el texano, lejos de buscar mecanismos ciertos que permitiesen un repliegue honroso en Vietnam, continuó inyectando más recursos y enviando más hombres al escenario de guerra, presionado por la opinión de Henry Kissinger y por los temores de quienes gobernaban Vietnam del Sur.
Como avezado político que siempre había sido y habiendo alcanzado logros importantes en materia social durante la administración que encabezó, no deseaba que su memoria se empañara definitivamente, y así, ante una casi segura derrota, renunció a la reelección y maniobró para que apareciese una cuarta precandidatura. La escogencia recae en un veterano político del medio oeste, quien mostraba en su trayectoria incontrovertibles evidencias de honestidad y de compromiso en pro de los objetivos progresistas del gobierno. Hubert Humphrey, senador por el Estado de Minnesota y hombre de absoluta fidelidad al presidente, se lanza al ruedo defendiendo ardorosamente los criterios de orden geopolítico e ideológico que a juicio del gobierno hacían imprescindible la presencia combativa de USA en Asia. Pero por si tal conflicto fuese poco, otras circunstancias trágicas ensombrecieron más aún el contexto sombrío de 1968: los asesinatos de Martín Luther King en Memphis y de Robert Kennedy en California, añadiendo a tal secuela los serios disturbios que enmarcaron el desarrollo de la Convención Demócrata en Chicago en agosto de ese año.
VIENDO EL HOY CON LA VISIÓN DEL AYER
En estas horas del año 2024, el panorama nos sugiere rasgos importantes de similitud. A pocos días de las elecciones, un presidente demócrata, con bajísima popularidad debido a la alta inflación y a una política exterior que ha dividido al electorado, decide que no buscará la reelección. Su vicepresidente toma el relevo y hereda una campaña cuesta arriba, atrapado entre la necesidad de mostrar respeto a la administración saliente, de la cual ha sido parte, y la urgencia de ofrecer una visión de cambio que conecte con una ciudadanía cada vez más frustrada.
Mientras tanto, su rival republicano aprovecha el descontento generalizado con la administración actual. Hace campaña con guiños hacia los votantes más racistas, presentándose como la voz de la gente común, olvidada por las élites. Ese mensaje negativo es parte constitutiva de su personalidad y logra sembrarlo en aquellos que sienten el sistema político como una gran maquinaria de traición a sus intereses. Dado este panorama y en el entorno de cifras que no proporcionan certezas absolutas, este contestatario eventualmente se alzaría con la victoria en unas elecciones en las que aventajaría a su rival por apenas un 1% del voto de los compromisarios. Este dibujo puede ser el panorama más temido por Kamala Harris, pero es la historia de Hubert Humphrey, el vicepresidente de Lyndon B. Johnson que perdió las elecciones en 1968 ante Richard Nixon.
El error que cometió Humphrey hace cincuenta y seis años es el espejo que Kamala Harris tiene por delante a apenas dos días del veredicto de las urnas. En aquel 05 de noviembre de 1968, atado a las decisiones de Johnson sobre la guerra de Vietnam, el vicepresidente evitó criticar el conflicto hasta el último momento, y solo emitió algún esbozo de opiniones cuando ya era demasiado tarde para cambiar el rumbo de su campaña. Del mismo modo, Harris ha evitado marcar una ruptura clara con el legado de Joe Biden, a pesar de que el Presidente enfrenta una amplia desaprobación pública. El momento más revelador de este bloqueo ocurrió durante su aparición, el pasado 8 de octubre, en THE VIEW, uno de los programas de tertulia matutina más vistos en Estados Unidos. Durante la entrevista, a la candidata se le formuló una pregunta directa: ¿qué habría hecho de manera diferente a Joe Biden si ella hubiera sido la Presidenta? Su respuesta fue un vacilante, "no se me ocurre nada". Un duro golpe para su campaña y un regalo para la de Donald Trump, que desde entonces emite propaganda electoral con la frase de Harris y el mensaje "Kamala=Biden".
Para los comentaristas y analistas no se trata solo de una estrategia política, sino de una cuestión ética. El apoyo incondicional de la administración Biden a Israel durante la guerra en Gaza ha generado una creciente frustración entre los votantes demócratas, especialmente entre los jóvenes y las comunidades árabes y musulmanas, y al evitar criticar directamente el manejo del conflicto, ha provocado una erosión en esos sectores, ambos históricamente afectos a los Demócratas.
Las consecuencias que acarrean posturas de esa índole, seguramente han sido sopesadas dentro de los niveles de alta dirección en la campaña de la vicepresidenta, pero ella parece incapaz de criticar el historial de su superior. Como consecuencia, tal como lo muestran las encuestas más serías y recientes, Trump gana terreno a Harris, dándose por seguro que en este momento encabeza, milimétrica pero firmemente, las muestras de opinión en Georgia y Carolina del Norte, y lidera más apretadamente la decisiva Pensilvania; mientras tanto, la elegante nativa de Oakland tiene la ventaja en Wisconsin y Michigan. En el orden de lo apuntado, podemos adicionar un detalle notable: los medios de opinión regularmente inclinados a las políticas del Partido Demócrata, se inclinan calladamente ante esta tendencia.
Puede que Kamala Harris mantenga la ventaja de la que ha gozado durante las últimas semanas en el voto popular, pero Donald Trump está creciendo y Harris se encuentra atrapada. Como vicepresidenta, repetimos, siente que no puede criticar abiertamente a la administración Biden sin parecer desleal al hombre que renunció a buscar su segundo mandato y la ungió como nueva candidata, pero por encima de esa loable conducta, su responsabilidad como líder de un movimiento la obliga a formular argumentos y posturas que sin pisar el fangoso terreno de la ruptura, muestren una posición crítica ante un panorama de profundo descontento con la dirección del país.
En octubre, según Gallup, el 75% de los estadounidenses se manifestó firmemente como "insatisfecho" con la forma en que van las cosas en Estados Unidos; el 74% de los estadounidenses (incluyendo la mayoría de los demócratas) prefieren que el próximo Presidente tome un nuevo rumbo en lugar de continuar con las políticas de la administración actual; el 65% de los encuestados cree que Harris mantendría las políticas del actual mandatario y solo un 33% considera que su llegada al Despacho Oval traería un cambio considerable. Con un panorama tan sombrío, el electorado busca desesperadamente un cambio, pero la percepción de que votar por Harris es votar por otros cuatro años de Biden, está cada vez más extendida.
Pero hay una duda adicional que pesa en el ánimo del elector. La vicepresidencia en USA ha sido, históricamente, una posición complicada desde la cual se pueda construir una carrera presidencial. Los "número dos" suelen heredar pocos de los logros de la administración a la que servido, pero cargan con los fracasos en términos totales como resultante de juicio globalizante que hace el votante. En los años más recientes de la historia gubernativa, los pocos que desde esa posición han logrado llegar al Despacho Oval, lo hicieron en circunstancias excepcionales: Harry Truman y Lyndon B. Johnson, quienes asumieron el cargo tras la muerte de sus predecesores. Richard Nixon y Joe Biden lo consiguieron tras un tiempo fuera del ojo público y solo George H. Bush logró ganar la Presidencia inmediatamente después de su predecesor, y ello, en gran parte, gracias a la enorme popularidad de Ronald Reagan al dejar el cargo. Harris no ha sido rostro de ninguna iniciativa propia durante su Vicepresidencia; todo lo contrario, era vista como una figura prácticamente invisible.
En última instancia, tal como sucedió con Humphrey en 1968, ya todo parece demasiado tarde para Harris, salvo una sorpresa que nazca de los ajustados guarismos. Más de 15 millones de estadounidenses ya han emitido su voto anticipado y USA se enfrenta a un panorama nada auspicioso cuando un personaje lastrado por toda índole de negatividades, puede llegar a la Casa Blanca en medio de la más profunda crisis planetaria de la historia.
2 MUNDOS, 50 ELECCIONES
Juan Francisco Villarroel ThulaCon las elecciones presidenciales de Estados Unidos a 2 dias de celebrarse y una carrera cerrada, es importante que los lectores entiendan como el líder del país más poderoso del mundo es escogido, por que hay tanta controversia sobre los resultados de las elecciones de los últimos 8 años y cuáles son los factores a favor y en contra de los 2 candidatos, Kamala Harris y Donald Trump.
Cuando la mayoría de las personas en el mundo hablan de elecciones presidenciales, piensan en una elección a nivel nacional donde la población escoge de una lista de candidatos. Sin embargo, este no es el sistema en Estados Unidos, la gente no escoge al Presidente directamente, lo hace indirectamente a través de un sistema llamado
“Colegio Electoral”.
Para empezar, no es una elección nacional, son 50 Elecciones Estadales simultaneas donde los habitantes de cada estado de la Unión escogen, no al Presidente, sino a los 538 “Electores” que los representaran en una segunda elección en diciembre, aunque en la Era Moderna estos normalmente votan por el candidato que ganó en su estado de origen.
Pero ¿Quiénes son estos Electores? ¿Por qué son 538? Y ¿Cómo se distribuyen entre los Estados?.
Los Electores son miembros de los partidos políticos escogidos por las respectivas directivas para representar al Estado en caso de ganar la elección, son 538 ya que es el mismo número de representantes en el Poder Legislativo, 100 Senadores y 438 Congresistas, y se distribuyen entre los estados de forma proporcional a la población con un mínimo de 3 por Estado: 2 por los Senadores y el resto por los Congresistas.
48 de los 50 estados utilizan un sistema de mayoría simple para otorgar la totalidad de Electores a un partido u otro. Por ejemplo: Pensilvania posee un total de 19 Electores y el partido que gane por mayoría de votos recibe la totalidad de dichos electores. Ello significa que, en teoría, un candidato no necesita tener la mayoría de los votantes para ganar, sino la mayoría de los Electores, y esto es lo que hace tan controversial el sistema, ya que, en las últimas 8 elecciones, 2 de ellas (2000 y 2016) el candidato con menos votos de la población ganó la elección.
Otro problema que se ha hecho más aparente en los últimos años es que los partidos atraen demografías especificas por su mayor parte, poblaciones urbanas para los demócratas y rurales para los republicanos, con los suburbios en el medio, por lo que la forma de votar de un Estado es menos determinada por lo argumentos de los políticos y más por la forma de vida de la mayoría de los votantes en ëste.
De esta forma, los estados dominados por densos Centros Urbanos votan Demócrata de forma confiable, mientras que los estados rurales y con baja densidad de población votan Republicano de forma confiable, dejando solo 7 a 10 estados, conocidos como
“Estados Vacilantes” (Swing States), con demografías fluctuantes y relativamente equilibrados que pueden votar en una dirección o la otra. Por tal motivo, los políticos concentran todos sus esfuerzos en dichos
“Estados Vacilantes” para ganar la elección.
Por esta situación, muchos votantes sienten que sus votos no importan, ya que viven en estados donde los resultados ya están decididos y hay poca o ninguna oportunidad de cambiarlos.
COMO VOTARAdicionalmente a votar en persona el día de la elección también se puede, dependiendo del estado:
1) Votar de forma anticipada, llevando tu planilla de voto al centro de votación o depositándolo en centros de recolección designados.
2) Votar por correo, enviando tu planilla de voto por el sistema de correo y esperando que llegue a tiempo para ser contada.
3) Votar en ausencia, designar a un representante para que deposite tu planilla de voto por ti.
No todos los Estados de la Unión poseen estas formas alternativas de voto y algunos colocan más restricciones en ello que otros estados. Sin embargo, aunque ellos han existido en una forma u otra durante mucho tiempo, no fue hasta la elección del 2020 cuando explotaron en uso.
No es secreto que la Pandemia del Covid causó disrupciones en el día a día, con el miedo de contagio esparciéndose en la población, opciones que limitaran el contacto y se volvieron bastante atractivas. Sin embargo, ello también representó una oportunidad para los partidos políticos, especialmente los Demócratas.
Después de sus derrotas en la Elección Legislativa de 2014 y en la Elección Presidencial de 2016, el Partido Demócrata se dió cuenta que necesitaba expandir su juego de campo, lo cuál se vió reflejado en la elección legislativa de 2018, pero realmente dió frutos en la elección de 2020 donde tomaron ventaja de la nueva popularidad de estos métodos alternativos para conseguir los votos necesarios para ganar, no solo la Presidencia, sino las 2 Cámaras del Poder Legislativo.
El Partido Republicano, en contraste, vió esta táctica como una forma de trampa, a pesar de ser legal, y se dedicó a tratar de reprimir y limitar el uso de estos métodos alternativos. Ello terminó en su contra ya que limitó el voto de su propia base causando que no recuperaran control del Poder Legislativo en 2022, solo ganando el Congreso por 4 representantes y los Demócratas manteniendo control del Senado, a pesar de que la mayoría de las encuestas predijeran que la elección sería una
“Ola Roja”.
Ello causó un cambio de actitud por lo que para la elección actual han empezado a promover el voto anticipado entre su base de votantes;, sin embargo, siguen teniendo una desventaja en el juego de campo comparado con los Demócratas, no sólo que empezaron tarde a desarrollarlo, pero debido a que la demografía de dicha base de votantes siendo poblaciones rurales y de poca densidad, la logística de
“Sacar el voto” es más complicada que las poblaciones urbanas de los Demócratas. No hemos mencionado a los l candidatos de los partidos para estas elecciones, y ello debido a que los mismos son realmente de poca importancia en el gran esquema del todo. Aunque ambos son controversiales en su propia manera, son reflejos de lo que sus bases soportan, lo importante es cual partido tiene la maquinaria y el personal para
“sacar el voto” y en este aspecto los Demócratas aún tienen ventaja.
No solo los Demócratas manejan más recursos, recibiendo más donaciones que el Partido Republicano, ya que poseen un juego de campo más desarrollado y establecido, y la logística para “sacar el voto” es menos complicada, también cuentan con más electores a su favor.
De los 538 electores, los Demócratas controlan Estados que suman 226 mientras que los Republicanos controlan 219, dejando solo 93 electores en juego.
Ello significa que los Demócratas solo necesitan concentrar sus esfuerzos en 3 Estados no definidos mientras que los Republicanos necesitan 4, dejando sus recursos estrechados. A pesar de lo descrito anteriormente, y haciendo énfasis de que los candidatos no importaban tanto en el gran esquema de todo, un líder realmente carismático podría cambiar los patrones de voto e inspirar a la gente a votar a su favor sin la ayuda de juego de campo. Sin embargo, esto es realmente extraordinario y en un país tan dividido como lo es Estados Unidos sería muy difícil que suceda sin disolver el sistema establecido. Solo queda esperar y ver lo que pasará cuando los 2 mundos finalmente se encuentren y celebren las elecciones este noviembre 2024.