A un año del llamado “Sabbat Negro”, el conflicto Israel-Hamás cobra mayor fuerza con la incorporación de Hezbollah y los bombardeos de Irán
LA GUERRA EN LA SOMBRA
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E de R

Si bien persisten los ataques militares israelíes al territorio de Gaza y en los últimos días también al territorio libanés que ocupa el grupo militar Hezbollah, los bombardeo de misiles de Irán a Tel Aviv, le otorgan una nueva dimensión a una confrontación que amenaza con extenderse y a enrarecer el escenario geopolítico mundial. Se conoce que el “Eje de la Resistencia” es el soporte de Hezbollah y los hutíes de Yemen alimentados por Irán, la incursión directa de la aviación de este país en zonas de seguridad israelí, le han conferido un nuevo carácter a lo que hasta ahora se consideraba como un nuevo episodio de las agresiones mutuas de grupos palestinos e israelíes.

 

TEL AVIV RESPONDE

El Presidente Netanyahu, en un mensaje categórico se expresa en este sentido: “No hay ningún lugar en Medio Oriente al que Israel no pueda llegar para proteger a nuestro pueblo y a nuestro país”; mientras que el Presidente iraní Masoud Pezeshkian ha replicado: “Si el régimen sionista responde a las operaciones de Irán, se enfrentará a ataques demoledores”; mientras tanto el secretario de Estado norteamericano Antony Blinken asegura que “Trabajamos duro e intensamente para evitar una mayor escalada en el Medio Oriente”; justamente cuando se anunciaba el encuentro en la ciudad de Asjabad de Pezeshkian con Wladimir Putin. Como se sabe el gobernante ruso se ha limitado a exigir a las instancias internacionales la búsqueda de la paz, toda vez que su país protagoniza desde hace dos años y medio, una guerra con Ucrania y la OTAN.
 

 
OBSERVADORES

De cara a los últimos acontecimientos, varios observadores y analistas consideran que ni Israel ni tampoco Irán persistirán en incrementar la tensión toda vez que ello no descartaría un conflicto mundial. El director de la CIA Wiliam Burns considera que Israel e Irán no quieran “una guerra abierta”, si bien advierte que podría haber “errores de cálculo” en medio del repunte de las tensiones en la región. En la misma línea se han expresado conocidos analistas internacionales. Sin embargo, Estados Unidos anuncia una nueva ayuda en equipos militares y recursos humanitarios a Israel la cual alcanza hasta ahora a los $17.mil millones y se conoce también que parlamentarios iraníes han planteado la necesidad de que se retorne al programa de enriquecimiento de uranio con fines bélicos, que fue suspendido el 2015 mediante un acuerdo de control de armas nucleares. Todo un escenario, que al margen de las noticias cotidianas sobre bombardeos incesantes a la población de Gaza y la incursión terrestre que ya avanza de tropas israelíes en territorio del Líbano, al parecer sigue representando un serio riesgo en términos de una confrontación bélica mayor, más aún con el débil y si se quiere acomodaticio comportamiento de la ONU y otras instancias internacionales.




LA REVOLUCIÓN INÉDITA

Manuel Felipe Sierra

¿Cómo nace el proceso iraní?. La óptica de un recorrido periodístico por el antiguo imperio persa


El Sha de Irán, Mohammed Reza Pahlevi ha muerto, “Va camino de Dios” se leía en los carteles que acompañaron el cortejo fúnebre hasta la mezquita de Rifaie, en Egipto. ¿Qué repercusiones tendría su muerte en el plano interno de Irán y cuál sería el futuro del proceso político en uno de los países clave de la atormentada latitud del Medio Oriente?

El movimiento que depuso a Reza Pahlevi el 16 de enero de 1979 fue producto de una larga, difícil e inteligente suma de voluntades. Desde quienes adversaban al Sha por sus devaneos occidentalistas- perfectamente explicables en un personaje con mentalidad de galán cinematográfico-; hasta quienes adoptaron el Islam como un escudo de combate ante el fracaso en el complejo medio iraní de los esquemas de la ortodoxia marxista.

La lucha contra el Sha, de esta manera, germinó y se consolidó alrededor del planteamiento religioso de la mayoría shiíta. Por primera vez, en un siglo convulsionado por los cambios y las eclosiones históricas, el ascenso al poder pasaba por una referencia nítidamente religiosa, más que política. ¿Existía otra forma válida de acabar con el largo mandato de la dinastía Pahlevi, que no fuera la de adherirse a la propuestas de un sector creyente del Islam?



LA TUMBA DEL PROFETA

A mediados de la década del setenta, los más importantes dirigentes de la oposición iraní entendieron esta verdad. El sucesor del Sha, Bani Sadr, solía abandonar los ambientes universitarios de París para hacer periódicas incursiones a Nadja -una aldea sembrada en pleno desierto de Mesopotamia- y establecer relación con el ayatolá Ruhollah Jomeini, quién acostumbraba predicar frente a la tumba del profeta Alá, mientras los movimientos iraníes más definidos en el plano ideológico, recibían entrenamiento en los campamentos palestinos para apuntalar la acción oposicionista del líder shiíta.
 
Las nacionalidades que conforman el vasto rompecabezas étnico iraní: arabistanes, kurdos, turcomanos, beluchistanes y armenios, pusieron de lado sus enfrentamientos parciales para colaborar en una operación dirigida a derrocar al Sha; se trataba de un movimiento nacional guiado por un anciano de enigmática figura cuyas manos parecían soldadas de por vida a las páginas del Corán, el que hizo posible que las plegarias de millones de personas derrotaran, sin un solo disparo, a uno de los más sofisticados ejércitos del mundo.

UN SEÑUELO

En una ostensible contradicción dialéctica, la revolución iraní emergió contra los resultados del proyecto de occidentalización emprendido por Reza Pahlevi; el planteamiento según el cual era posible yuxtaponer una civilización moderna a otra por la vía de la importación de hábitos y patrones sociales, no era factible en una tierra asiento de una cultura con hondas y sólidas raíces. La occidentalización de Irán operó de esta manera como un señuelo para los grupos dirigentes y las capas medias tecnocráticas, con oportunidad de apropiarse de las innovaciones de los modistos franceses y los códigos de los técnicos americanos; pero en la base de la pirámide social una porción determinante de nativos seguían aferrados a una visión distinta de la vida y del mundo.



CALLES DE TEHERÁN

Esa mayoría –los hombres de miradas distraídas y mujeres cubiertas de túnicas negras- que se tropezaban en los pueblos iraníes encontraban la vía de acceder al poder mediante el uso de su propia creencia. ¿Era posible esperar un rumbo distinto en un proceso guiado por intérpretes islámicos y no por ideólogos de la lucha de clase?
 
Las primeras medidas de la revolución contravinieron las normativas sacralizadas en Occidente. “Es un salto atrás” debió ser la expresión de quien percibe las revoluciones como una inevitable ruptura con el pasado, sin reparar en cuanto de nuevo tiene siempre el futuro. La lucha por el uso del “chador”- el velo que cubre el rostro de las mujeres- no fue solo un gesto antifeminista, porque luego la lucha fue contra el uso de la corbata por los hombres -un símbolo de elegancia occidental- así como por el abandono de adelantos técnicos. ¿Qué otro sentido tenían las decenas de aparatos 707 apiñados en el aeropuerto de Teherán por falta de pilotos, o la carencia de especialistas para los aviones “Phantom” en un país colocado en una zona crítica de una eventual guerra mundial?. ¿Acaso Jomeini no sabía que su país podría enfrentar conflictos bélicos con vecinos especialmente con Irak, tal como ocurrió al poco tiempo con una sangrienta confrontación que duró ocho años, a un alto costo para ambos países y sin que se conociera al final vencedor ni derrotado?.

ISRAEL Y USA

Cuando se recorrían los pueblos de Irán se tenía la sensación de que se pisaba la tierra de un país que esperaba resignado la posibilidad de un acto de inmolación colectiva. Sin embargo, lo que podría interpretarse como una debilidad con la reivindicación de viejos valores religiosos, se compensaba con los pasos que daba en el plano político. De entrada el gobierno definió una política de apoyo a la causa de Palestina en el diferendo árabe-israelí y perfiló un neto distanciamiento en relación a la política de Estados Unidos, lo que determinó que los movimientos más radicales del mundo árabe, -fue profusamente publicado en Europa el afiche que mostraba a Jomeini y Yasir Arafat en un estrecho abrazo-, entendieran que después de la nacionalización del Canal de Suez por el mandatario egipcio Gamal Abdel Nasser en 1956, las medidas del gobierno islámico en el plano concreto representarían las mayores dificultades sembradas a la política de Washington y Tel Aviv en una de por sí, impredecible región estratégica del planeta.




COMPLEJIDAD INTERNA

La muerte de Reza Pahlevi parecía fortalecer la posición del ayatolá Jomeini al eliminar la referencia opositora más significativa y poderosa a su régimen, no obstante el cuadro interno no era propicio al optimismo. La propia naturaleza del proceso había creado una compleja diversidad: en los hechos se apreciaba un régimen político y administrativamente descentralizado; los comités revolucionarios se multiplicaban en calles y aldeas conformando un código popular; las migraciones del interior a la capital construían un cordón de carpas alrededor de Teherán con sus consiguientes problemas de servicios; se registraban síntomas de desabastecimiento y se vivía un clima de paralización de la construcción y los servicios.

También en los medios diplomáticos era evidente el temor y se producía la evacuación del personal femenino de las embajadas, mientras que algunas minorías étnicas como los arabistanes –que sumaban tres millones y medio de personas- planteaban fórmulas de autonomía o independencia.

EL RUMBO

Sin duda, Irán vivía un proceso revolucionario inédito; la participación y la acción del pueblo eran notorias; existía una búsqueda de rumbos y de perspectivas, pero faltaba saber si todas las respuestas a la compleja situación política del Medio Oriente podían encontrarse en una lectura dogmática del Corán. Por lo pronto, el Sha había muerto.

Cuarenta y cinco años después, Irán es factor de una confrontación bélica con Israel y Estados Unidos, pero que pone en riesgo la paz mundial




UN AÑO DEL 7 OCT

Trina Acevedo

Crisis diplomática y humanitaria, temores ante una posible guerra regional y organismos impotentes


El lunes 7 de octubre se cumplió un año del conflicto que sacude Medio Oriente y el mundo tras los enfrentamientos entre Israel y el grupo palestino islamista Hamás.

Un año donde se expusieron las flaquezas de los organismos internacionales. Algo que ya habíamos visto con la ofensiva de Rusia en Ucrania. La cuestión es que, con estos dos conflictos, vemos cómo es un hecho que parece que hay poco que hacer desde dentro de estas organizaciones.
A su vez, notamos cómo las naciones influyentes van perdiendo su peso para lograr ciertas negociaciones.

Por eso, este es un conflicto que definitivamente se extiende más allá de Medio Oriente. Sí, es una escalada. Pero a nivel diplomático.

El Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, en la apertura de la Asamblea General este año indicaba que “a pesar de todos sus peligros, la Guerra Fría tenía reglas; había líneas directas, hechos inaceptables y mecanismos de protección. Pareciera que hoy ya no tenemos nada de eso”.
 
Parece tener razón. No se logra avanzar en negociaciones, no hay un respeto en la soberanía de los países y nadie parece esforzarse en cultivar relaciones bilaterales (que busquen la paz).

¿Y ahora qué? Esa es la gran duda. Cómo lograr la paz y la justicia a través de la diplomacia en las reglas establecidas luego de la Segunda Guerra Mundial en la Carta de las Naciones Unidas la cual es considerada un tratado internacional vinculante para los miembros de la ONU. Pero si Palestina no es un miembro pleno del organismo y cómo negociar con grupos, no países, con peso político como Hamás y Hezbollah.

¿Tenemos un vacío? Por eso “y ahora qué”. Entonces buscamos otras vías: naciones influyentes. La cuestión es que no parece que esté dando resultados. Por lo menos no hasta el momento.

Mientras tanto el costo humanitario se sale de control. Son más de 42 mil muertos, más 96 mil heridos, más de 100 mil desaparecidos, 130 periodistas asesinados y más 1,9 millones de desplazados que se han registrado en un año de conflicto.



En cuanto a los 251 rehenes tomados por Hamás, 35 están muertos y se cree que 101 de ellos continúan cautivos en Gaza, aunque sin certeza de su estado.

El fin de semana previo al primer aniversario de lo que podría ser una guerra larga, como dijo el jefe del ejército israelí Herzi Halevi: “hemos visto como miles de personas salieron a las calles en distintas ciudades de América, Europa y África para exigir un alto al fuego”.

Manifestaciones que reflejan el sentir de la injusticia y el descontento de la inacción de las partes para lograr un alto al fuego, así como de los países influyentes y organismos internacionales. Estas también son una muestra de la narrativa de algunos “líderes” mundiales sobre el conflicto y la influencia y poder de las redes sociales.

Por ahora, el mundo se encuentra a la expectativa de una respuesta contundente de Israel a Irán tras los ataques sin precedentes a su territorio y espera impotente a que el conflicto se enfríe, se estanque o escale.

Un conflicto extremadamente complejo que data de hace siglos por temas religiosos, culturales, territoriales y políticos.

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