“Buscó su instrumento y comenzó a estudiar….”
EL ÚLTIMO ADIÓS
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Martha Partidas

Nunca imaginó aquel niño de diez años, sentado en la calurosa sala de su humilde vivienda en San Sebastián de los Reyes un sábado por la tarde, que sería él quien daría el último adiós al hombre que veía por primera vez en la pequeña pantalla del televisor. Albany Lozada entrevistaba, en el programa Estreno y estrellas, al músico José Antonio Abreu. Sería 1995. Recién se había creado la Orquesta Nacional Infantil de Venezuela y el maestro explicaba los alcances de lo que pretendía. El niño quedó impresionado. Buscó su instrumento y comenzó a estudiar. Entre escalas y arpegios su imaginación volaba: soñó que viajaba a Caracas, que tocaba en esa orquesta, que el maestro lo dirigía.

La primera vez que Christian Vásquez vio en persona al maestro José Antonio Abreu fue en el Poliedro de Caracas, en 1996, durante los ensayos de la orquesta infantil conformada especialmente para acompañar la segunda visita del Papa Juan Pablo II a Venezuela. Eran unos setecientos niños y jóvenes provenientes de todo el país; el maestro, asistido por dos directores, impartía instrucciones: ensayaban el Himno Pontificio. A lo lejos, desde su atril en la fila de los primeros violines, el niño Christian seguía cada indicación, cada palabra, cada gesto. Sintió la misma emoción que experimentó aquella vez cuando lo vio por TV. Trató de hablarle, pero no fue posible. Al finalizar la visita papal, el niño regresó a su pueblo decidido a participar en las próximas audiciones que se organizaban ese mismo año para ingresar a la Orquesta Nacional Infantil. No fue sino hasta 1998 cuando Christian logrará ser admitido en la agrupación compuesta por niños y jóvenes músicos destacados del país. Fue el único seleccionado de San Sebastián de los Reyes.

 

La Orquesta Nacional Infantil se reunía regularmente en Caracas para recibir seminarios a cargo del propio José Antonio Abreu. Para el joven violinista verse en la capital formando parte de aquella orquesta y tener al maestro cerca, era un deseo hecho realidad: “Mi querido ¿de dónde vienes?”, preguntó el maestro. “De San Sebastián de los Reyes”, contestó Christian. El director le dio una palmada en el hombro y continuó su recorrido. El joven hubiese querido conversar más con la persona que tanto admiraba, pero los exigentes horarios de ensayos no facilitaban esa oportunidad. Este interés aumentó cuando la dirección orquestal comenzó a asomarse como posible camino a seguir. Por aquel tiempo, durante unas fiestas patronales de San Sebastián, su profesor de violín, el maestro Johnny Cubides, le ofreció al entonces concertino de la orquesta local dirigir el Himno Nacional al finalizar la misa en la iglesia mayor. El muchacho no dudó: “¿Por qué no?” ‒pensó‒ “no es difícil, se marca a dos y solo un rallentando a cuatro hacia el final para volver a dos”. Determinado, tomó la batuta y subió al podio. La experiencia fue inolvidable.



Pero no fue sino hasta 2001, estudiando en Caracas como miembro de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, cuando comencé a tener contacto con el maestro porque él siempre iba a los ensayos acompañado de Gustavo [Dudamel]. Yo ya dirigía de forma regular la orquesta infantil y juvenil de San Sebastián y le informaba al maestro para que se mantuviera al tanto de mis avances. Cada vez que se presentaba la oportunidad le pedía que me diera clases, pero su respuesta invariablemente era la misma: “Sí, mi querido, hay que buscar el tiempo”. Mientras tanto continué tomando cursos de dirección con Gustavo. Así pasaron cuatro años.

Finalmente, el 24 de marzo de 2006 la Orquesta Juvenil de San Sebastián de los Reyes se presentó por primera vez en Caracas, en la sala José Félix Ribas del teatro Teresa Carreño. Christian Vásquez, al frente de la orquesta de su pueblo, dirigió el concierto de cello de Saint-Saëns y la Sinfonía india, de Carlos Chávez. El maestro estuvo presente en los ensayos y el día de la presentación. Al finalizar, fue al camerino: “Te felicito, mi querido”, le dijo emocionado el maestro. “Llámame el lunes para comenzar tus clases de dirección”.

Fue el inicio de lo que se convertiría en una brillante carrera para el aragüeño: un crecimiento profesional que lo llevaría a reconocidas salas de conciertos del mundo.

Las lecciones comenzaron la semana siguiente. La oficina del maestro Abreu, ubicada en Parque Central, era pequeña: un escritorio, algunas sillas, un televisor conectado a un aparato de video, un equipo de sonido, varios reconocimientos adornando las paredes, y objetos religiosos. En esa primera clase repasaron los elementos básicos de la técnica de dirección: posición de la mano izquierda, toma de la batuta, ejercicios de los dedos, muñeca, antebrazos, hombros. En la segunda clase y como parte de la metodología que utilizaba el maestro, el alumno debió llevar memorizada la Sinfonía N° 5 de Beethoven para luego dirigirla utilizando grabaciones hechas por otras orquestas. La próxima obra fue la Sinfonía N° 5 de Tchaikovsky. El maestro Abreu corregía y daba herramientas de dirección orquestal. Así transcurrieron varios meses. A finales de 2006 Christian Vásquez es nombrado director titular de la Orquesta Sinfónica de la Juventud Aragüeña José Félix Ribas. Siguiendo instrucciones del maestro, los ensayos y conciertos eran filmados colocando una cámara de frente para su posterior análisis. Fue con esa misma agrupación, en una visita a Caracas, que el maestro decidió dar la primera lección con la orquesta presente:

Recuerdo que trabajábamos “Caballería ligera”, de Suppé; “Marcha eslava” y “1812”, de Tchaikovsky cuando el maestro entró al ensayo. Sin yo esperarlo, se colocó detrás de mí y comenzó a darme indicaciones. La emoción que sentí fue indescriptible: era lo que siempre había soñado. Ese día dirigimos juntos: el maestro y yo.

En 2007 el reconocido director italiano Claudio Abbado visita Venezuela y queda impresionado con la joven promesa de la dirección orquestal. Pero será en marzo de 2008 cuando llega la llamada que definitivamente sellaría el futuro profesional de Christian: el maestro Abreu le encarga dirigir la Sinfonía N° 2 de Mahler en la sala Ríos Reyna del teatro Teresa Carreño: ochocientos músicos en escena entre orquesta y coros a casa llena. La presentación, transmitida por YouTube, despertó admiración e interés en el extranjero por el director venezolano de veintitrés años. A partir de ese momento comienzan los compromisos internacionales: debuta dirigiendo un ensayo del “Pájaro de fuego”, de Stravinsky, al frente de la orquesta de la Radio-France. En 2010, el maestro lo nombra director titular de la Orquesta Juvenil Teresa Carreño, con la que realiza la primera de las muchas giras internacionales al frente de una orquesta de El Sistema. Se presentaron en escenarios reconocidos: Londres, Viena, Ámsterdam, Berlín, Bonn. En la Philharmonie de Berlín compartió podio con Sir Simon Rattle: el aragüeño dirigió la primera parte del concierto con la Sinfonía N° 5 de Beethoven y el inglés la segunda parte con la Sinfonía N° 5 de Prokoviev. José Antonio Abreu, sentado en el público, nunca dejó de acompañarlo.

En 2015, la noticia sobre una enfermedad terminal diagnosticada al maestro Abreu ensombrece al mundo de la música en Venezuela. Comienza el deterioro de salud del hombre que había cambiado la vida de muchos niños y jóvenes del país. En 2017, con su carrera internacional en ascenso, Christian se muda a Berlín. El maestro se había convertido no solo en su asesor profesional y consejero de mayor influencia, sino también en una persona muy cercana:

Todo se lo consultaba, no importaba la hora, los mensajes siempre los respondía. Al enterarme de su enfermedad me invadió una gran tristeza, por supuesto fue muy duro para todos, pero yo lo veía, aparte de como un gran hombre, como un padre: la persona que estaba para mí las veinticuatro horas del día.

A las once de la mañana del sábado 24 de marzo de 2018, mientras Christian dirigía el concierto para clarinete de Mozart y la Sinfonía Nº 3 de Mendelssohn, llegó el mensaje: el maestro agonizaba, lo esperaban para despedirse. Fue directo a la clínica al terminar el concierto. El maestro estaba intubado, lo acompañaban sus familiares, músicos y amigos más cercanos. En medio del silencio y las lágrimas la doctora pidió a los presentes despedirse:

Vi cuando al maestro Abreu le quitaron el oxígeno, era alrededor de las cuatro de la tarde. Estuve con él hasta que dejó de respirar. Con un beso en la frente le di las gracias por todo lo que hizo por el país, por los niños, por mí. Me despedía de mi mentor, mi guía, mi amigo. No podía dejar de pensar que ese mismo día, doce años atrás, me había visto dirigir por primera vez.

Esa tarde se reúnen en el Centro Nacional de Acción Social por la Música, miembros de la directiva de El Sistema, Christian Vásquez y otros alumnos del maestro, para llamar a Gustavo Dudamel y definir el repertorio que acompañaría los actos funerarios. El 25 de marzo, en una abarrotada sala Simón Bolívar, con una imponente misa a cuerpo presente dirigida por el entonces Nuncio Apostólico, monseñor Aldo Giordano, se dio el último adiós a José Antonio Abreu. Su ataúd detrás del podio. Un conmovido Christian Vásquez dirigió el Aleluya de Handel:

Lo hice para él. Sentía su presencia, su energía. No fue fácil, fueron muchas las emociones que me invadían mientras dirigía, muchos los recuerdos que vinieron a mi mente. Le di su último adiós como aquel día de la primera lección con la orquesta: yo en el podio y él detrás de mí, esta vez él lo hacía desde su ataúd. Esa mañana y por última vez, dirigimos juntos mi maestro y yo.




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