La intérprete formó parte de la generación renovadora de la música crítica de los años setenta
SOLEDAD BRAVO: Y LA NUEVA TROVA
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Isaac López

La Revolución cubana fue por varias décadas un referente político y cultural fundamental en América Latina y varias partes del mundo. A emulación de aquel proceso, la guerra de guerrillas fue consagrada como el camino para la victoria de grandes masas empobrecidas del continente. Desarrollada por un ejército rebelde formado por jóvenes aureolados de espíritu contestatario instalado en las sierras de la isla, dominada por los Estados Unidos y administrada por un poder militar corrupto y cruel. Ese relato encajaría perfectamente en los imaginarios de contracultura, protesta y rebeldía de los años sesenta del siglo XX.

El triunfo de aquella hueste insurrecta, contrastante aparentemente en sus formas con las del ejército regular, se convirtió pronto en la encarnación de la subversión de valores de su época. La construcción del estado socialista entre 1960 y 1976 tuvo destacada proyección, y el emblema libertario-reivindicador se estableció con fuerza en sensibilidades ganadas para el cambio y la necesidad de un mundo más justo y humano. Veinte años después el fulgor fue cambiando a oscurana, a imposición, intolerancia, totalitarismo de izquierda, dictadura atroz. Pero antes fueron los días luminosos, las posibilidades, la construcción de una sociedad de justicia...

Durante mucho tiempo y en la ampliación de su carrera artística más allá de los espacios universitarios, Soledad Bravo ha debido responder al "sambenito" de su simpatía por el proceso revolucionario cubano y su admiración por la obra del Movimiento de la Nueva Trova Cubana -emblema cultural de aquel proyecto-, que la llevó a grabar dos discos, uno en 1974 con producción musical de Chuchito Sanoja y otro en 1976 de Jesús Quintero, uno para PROMUS-Venezuela y otro para CBS-España.

Parte fundamental de una época -como Alí Primera, Gloria Martín, los Guaraguao, Ahora...- Soledad Bravo se inició en la interpretación como estudiante universitaria en Venezuela. Sus intervenciones en 1967 lo mismo en los teatros de la UCV, el Ateneo de Caracas o los programas radiales y televisivos de Carlos Rangel y Sofía Imber la muestran como una muchacha de exquisita voz, inconforme y crítica, recitando versos de Mario Benedetti, musicalizando poemas de León Felipe, versiones de Violeta Parra, Barbara, Paco Ibañez o Daniel Viglietti, temas en francés, portugués e italiano. La joven culta y comprometida de esa década de hogueras rebeldes.
 
Atendiendo a su canción como una búsqueda, en 1973 se produjo su llegada a Cuba y el conocer personalmente a intérpretes que había escuchado en pequeños discos de 45 o en cassetes, como Silvio Rodríguez, de quien grabó ese mismo año "Santiago de Chile", parte de "Canto la poesía de mis compañeros" y cuyo dúo puede apreciarse en un documental de Juan Carlos Tabio sobre ella, y Pablo Milanés, de quien versionaría en sus discos de 1974 y 1976 temas como Los Caminos, Su nombre puede ponerse en verso, Qué tengo yo que hablarte, Pobre del cantor, La vida no vale nada, El tiempo el implacable, Yo pisaré las calles nuevamente...-, pero también a Sara González o el Grupo Moncada.

La experiencia y reflexión de la intérprete quedan en el Boletín de Música N° 43 de la Casa de las Américas y las relaciones establecidas en fotografías de la revista de esa institución cultural junto a la legendaria Haydée Santamaría.

Antes y después la canción política cubana estaría en el repertorio de Soledad Bravo. Su versión de 1969 de "Hasta siempre", la despedida de Carlos Puebla al Che Guevara, fue himno de universitarios venezolanos y latinoamericanos; y para 1987 en "Corazón de madera" incluyó por primera vez temas de Donato Poveda, considerado antes de su exilio en Miami, como parte de lo que en los años ochenta se llamó La Novísima Trova Cubana, crítica de la generación precedente.

A mediados de esa década, Soledad Bravo solicitó se le excluyera de cualquier manifiesto de apoyo o solidaridad de artistas e intelectuales con la Revolución Cubana, con lo cual se expandió el distanciamiento de muchos de sus seguidores de la izquierda radical venezolana y latinoamericana, que ya habían resentido su "masificación" con el disco producido por Willie Colón y las apariciones en Venevisión.

En 1991 expresó que Cuba debería abrirse a la democratización, y para 2002 grabó "Trova de Amor", un homenaje a Pablo Milanés, donde cantan juntos "Yolanda", "De que callada manera" y "El breve espacio en que no estás" en producción de Yasmil Marrufo. Allí un cierre, una despedida a creencias y convicciones políticas que un día fueron. "Los días de gloria" se fueron con todo lo que un día fui....

Desde 1992 Soledad Bravo ha sido decidida crítica y cuestionadora del proyecto cívico-militar que rige en Venezuela -régimen afiliado a los escombros ideológicos del castrismo-, y como bien señalaba Alfredo Sánchez Rodríguez al comentar su trabajo de 1985 ha seguido dando pasos al frente, señalando que lo suyo ha sido cantar sin encasillamientos. Eso no ha impedido la toma de posturas a lo largo de 50 años de carrera. Con aciertos, errores y cambios, como todo verdadero artista.

Las críticas seguirán, de necios y de envidiosos, mediocres y chapuceros. De aquellos que nunca se equivocaron y jamás saltaron sin red. Pero la valoración fundamental es al conjunto de una obra que es esencia de Venezuela y América Latina, pero sobre todo de admiración a las búsquedas y riesgos corridos, pues allí quedan sus trabajos como huellas del recorrido extraordinario por la canción de su tiempo y de los que vendrán. Allí la trascendencia de un intérprete y su capacidad de poner su arte junto a los requerimientos de la sensibilidad y la belleza, del goce del canto.


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