“No mentir, es a lo más que uno aspira. Si me pronuncio ante un tema, no creo estar diciendo la verdad sino no estar mintiendo de acuerdo con lo que yo conozco” CARLOS MONSIVAIS
¿UN NUEVO MAXIMATO? (I)
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Manuel Salvador Ramos

Algunos indicios muestran que el acto payasesco montado por AMLO para embadurnar la toma de posesión de su sucesora, no tiene como intención exaltar el nacionalismo de pacotilla que siempre ha modelado sus emociones, sino que esconde un mensaje muy concreto dirigido a la dama que ha de ocupar la Silla del Águila en los venideros seis años. Veamos.

MÉXICO, UN SIGLO ATRÁS

Luego de la llamada Revolución México (1910-1920), ese país sufría la embestida depredadora de las diversas tendencias políticas enraizadas en todas las regiones, estando las mismas obviamente encabezadas por el respectivo “hombre fuerte” de la política local. En aquel momento, a nivel central, el más importante de los caudillos guerreros era Álvaro Obregón, militar que había participado en la guerra civil de los años revolucionarios y había obtenido fama de eficiente por los resultados alcanzados en las operaciones políticas y militares en las cuales había participado. Por ello, ya disminuidos pero no aun apagados los fragores de la lucha fratricida, se consideró que era la figura adecuada para encabezar la nueva etapa y fue así como llegó a ser elegido presidente para el período de 1920 a 1924. Su mandato, a pesar de las dificultades y problemas generados por diez años de enfrentamientos, alcanzó logros como la creación del Banco de México, la construcción de una red de carreteras y sistemas de riego, destacándose además la atención que puso en el tema de la educación rural, al entender ésta como forma de generar las bases para el rescate social.



En la postguerra, la constitución prohibía la reelección. No olvidemos que a principios del siglo XX, el sentimiento central que movía la política mexicana y que luego constituiría el leitmotiv del estallido revolucionario, era la lucha contra la reelección, ya que el “Porfiriato”, denominación que se le daba a la larga dictadura de Porfirio Díaz, había utilizado la figura de la reelección para eternizar sus mandatos. Al vencerse su período, Álvaro Obregón eligió como sucesor al secretario de Gobernación, Plutarco Elías Calles, quien ganó las elecciones presidenciales y gobernó entre 1924 y 1928. El mandato de Calles se caracterizó por la influencia que ejercía Obregón en los asuntos de gobierno y aunque éste supuestamente planeaba retirarse de la vida pública al finalizar legalmente su gestión, comenzó a acariciar la posibilidad de su regreso a la política activa. Cabe destacar que durante el período de Calles, era vox populi que el gobierno funcionaba como una diarquía de Calles y Obregón.

Como puede observarse, cuando Álvaro Obregón escogió a un muy cercano colaborador para éste que continuase su gestión, se instituía, de hecho, lo que por décadas habría de ser una regla de oro en la política mexicana: cada Presidente elegía su sucesor, pero en el contexto de aquellas circunstancias el elemento notorio se expresa en que el expresidente Obregón tenía todavía una gran influencia política y aprovechándose de ello promovió una modificación de la Constitución, tanto para lograr la reelección como para alargar cada período presidencial de cuatro a seis años. Así, dentro de ese marco, Obregón fue reelecto. No obstante, el esfuerzo de sus maniobras, fue esteríl por obra de un imprevisto, ya que el 17 de julio de 1928, siete días después de que fuera reelecto, Álvaro Obregón fue asesinado en un restaurant por un activista cristero quien lo acusaba de ser el responsable principal del conflicto entre la Iglesia y el Estado.
 
A la muerte de Obregón, el poder político de Calles era débil, siendo que el peso político de los obregonistas era superior al suyo y, además, su presidencia estaba muy manchada por los alcances trágicos a la Guerra Cristera. Calles, muerto el personaje que le había endosado poder, dio muestras de habilidad y logró que el Congreso designase como presidente interino a Emilio Portes Gil, quien pertenecía a una corriente moderada del obregonismo y era por lo tanto, agradable para él y también para sus detractores políticos.
 
El gobierno de Portes Gil fue el inicio del llamado Maximato, período durante el cual gobernaron también Pascual Ortiz Rubio (1930-1932), elegido en elecciones extraordinarias, y Abelardo L. Rodríguez (1932-1934), presidente sustituto debido a la renuncia del anterior. Fue, en síntesis, el sexenio del Maximato.



¿QUÉ FUE EL MAXIMATO?

Si se observa en detalle la secuencia de los hechos ocurridos en aquel entonces, podemos apreciar como la habilidad de Calles se expresa en lograr una rápida transición donde tres presidentes ocupan precariamente el máximo nivel del poder, pero él, progresivamente, supera sus debilidades dentro de los distintos factores, procede a suplantar los generales que manejaban la gobernanza en cada región y lograr en 1929 la fundación del Partido Nacional Revolucionario (génesis Partido Revolucionario Institucional, PRI, 1946), agregando a esos ejercicios de astucia el control e influencia decisiva en la designación y en la gestión de los distintos gabinetes ministeriales. Ello le valió el mote de “Jefe Máximo de la Revolución” y así se hizo cabeza y líder del poder.

Esta dualidad expresada en él, detentando por un lado la “Jefatura Máxima” y por el otro el control absoluto del Poder Ejecutivo, fue la característica fundamental del periodo que va de 1928 a 1936. En 1934 fue elegido presidente Lázaro Cárdenas, y fue allí cuando comenzó a declinar su impacto. Se produjeron conflictos de gran proporción y se desata una escalada conflictiva entre el presidente recién ungido y las ambiciones hegemónicas de quien se paseaba y actuaba como “Jefe Máximo”. El poder de Calles fue mermando paulatinamente desde 1934 al enfrentarse a un personaje de gran robustez y prestigio como era el General Lázaro Cárdenas, y todo culminó cuando éste decidió eliminarlo del escenario nacional en abril de 1936.

“El 09 de enero de 1936, Calles había sido citado ante el Juzgado Primero de Distrito en lo Penal, para que declarase en el juicio que se le seguía a Nemesio Treviño, uno de sus seguidores mas cercanos. Por otra parte, Luis N. Morones, vocero de Calles, tenía abierto un juicio por tenencia ilegal de armas. Todo sonaba al fin del Maximato. Para ese momento, ya ocurrían distintos hechos que mostraban un repudio generalizado hacia el expresidente y como punto culminante de su capitis diminutio, el PNR, su creación, lo expulsó por ”traicionar la revolución”
(…)

El 09 de abril fueron detenidos Luis N. Morones y Melchor Ortega. Calles se encontraba en su casa convaleciente de una fuerte gripe y a las 10: 00 pm fue detenido por un piquete militar, notificándosele y que sería desterrado del país. No opuso resistencia y a las 6:00 am del 10 de abril de 1936 fue embarcado en un avión que lo llevó a California junto con Morones y Ortega”
Doralicia Carmona. “MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO”



¿MAXIMATO DE AMLO?

Manuel Bartlett Díaz es un nombre muy sonoro en México. Él y centenas -podrían ser miles- conforman el grupo de “notables” que la han dado categoría y realce a México como país intrínsicamente corrupto desde que el PRI se entronizo en el Poder. Ya a principios de la década de los 60, a poco de egresar de la UNAM, comienza a ocupar cargos de gran importancia en la espesa maraña burocrática. Provenía de una familia que se había enquistado en el poder desde 1940, cuando su padre fue nombrado magistrado de la Corte Suprema de Justicia y luego gobernador de Tabasco (este detalle es un dato de especial importancia). Con solo 28 años de edad, comienza un ascenso progresivo e indetenible, hasta el momento (1982) cuando es designado Secretario De Gobernación, el principal cargo del gabinete del entonces presidente Miguel de la Madrid. Ya en aquel momento existen contra él fundadas acusaciones que van desde complicidad en el asesinato de un agente de la DEA, hasta ilícitos inmobiliarios en el Estado de Quintana Roo, en el cual aparece complicado junto a uno de sus hijos. Pero su triste renombre es principalmente recordado por lo que hasta hace poco fue el mayor fraude electoral perpetrado en el continente americano en los últimos cincuenta años, aunque hace muy poco tiempo, tal marca fue superada en otro país latinoamericano.

En las elecciones de 1988 competían Cuauhtémoc Cárdenas postulado por el P.R.D. , una notable escisión devenida del P.R.I.; Manuel Clouthier, como candidato del P.A.N. y Carlos Salinas de Gortari, representando al P.R.I.. Todas las encuestas mostraban una ruptura muy significativa del tradicional sistema político y daban como favorito a Cárdenas. El 07 de julio de 1988, día de las elecciones, la Secretaria de Gobernación, órgano encargado del proceso comicial, anunció en horas de la tarde la “caída del sistema” y luego de un sorpresivo y extendido lapso de paralización, Bartlett Díaz anunció el triunfo de Salinas de Gortari. Éste mismo, ya promediando la medianoche, se dirigió al país con un discurso ambiguo y mediocre, el cual todavía en el presente conforma el catecismo de los truhanes: “Estoy convencido del triunfo de mi partido. El mundo tendrá que reconocer este ejemplo que dieron los mexicanos en esta jornada democrática, al acudir a las urnas y conservar la paz y la tranquilidad…”

Esta historia de desvergüenza y cinismo generó protestas en México y en muchos países y dio pie a investigaciones de distinta índole, pero las complicidades recompensadas por miles de millones de dólares impidieron ir al fondo del gigantesco delito. Fue obvia la responsabilidad de Manuel Bartlett en el fraude, ya que tanto su responsabilidad directa en la cuestión electoral como su historial vergonzante, permitía señalarlo, pero él emergió indemne de ese trance y ha proseguido la ruta del cinismo, exhibiendo riquezas mal habidas, escribiendo bodrios jurídicos para alegar defensas plagadas de retruécanos pseudojurídicos, intentando acciones legales contra quienes lo señalan como un conspicuo prototipo de la corrupción contemporánea en México y, por si todo ello fuese poco, logrando ser electo senador (postulado por micropartidos) para lograr inmunidades. En medio de esa “ejemplar” ruta han aparecido detalles inéditos de sus andanzas. La DW, el prestigioso grupo informativo alemán insospechable de amarillismo o de complicidades “fascistas”, publicó un amplio y detallado informe que pone sobre el tapete las vinculaciones del susodicho con el narcotráfico.

Ahora bien, desde el 1°de diciembre de 2018, MANUEL BARTLETT DÍAZ fue designado por Andrés Manuel López Obrador, como DIRECTOR GENERAL DE LA COMISIÓN FEDERAL DE ELECTRICIDAD, un poderosísimo ente cuya importancia lo sitúa por encima de las propias Secretarias (Ministerios) del gobierno federal. Aparece entonces una pregunta obligatoria:
¿Qué hace este personaje al lado de AMLO?
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