El 14 de septiembre de 1960, hace 64 años se funda en Bagdad la organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP)
PÉREZ ALFONZO, ARTÍFICE PETROLERO
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 Manuel Felipe Sierra

A las nueve de la mañana de unos sábados Juan Pablo Pérez Alfonzo solía dictar sus clases magistrales en la Quinta “Cumaraima”, su espaciosa casa de Los Chorros. Vestido con chaqueta blanca, corbata blanca, camisa vino tinto, pantalones oscuros y un gorro blanco que ocultaba su corte al rapè (Betancourt lo asimilaba a la imagen de un severo rabino) el “Padre de la OPEP”, como lo bautizara “The New York Times, fijaba sus criterios sobre el tema petrolero y también sobre el futuro del país y el riesgo de que la riqueza del subsuelo se pulverizara por el despilfarro o el gasto improductivo. Su tesis del “Efecto Venezuela” ya era conocida internacionalmente y la OPEP, la criatura que concibió en 1960 junto con el ministro de Petróleo de Arabia Saudita Abdullah Tariki y otro venezolano Manuel Pérez Guerrero, cobraba protagonismo a raíz del conflicto árabe-israelí de 1973. De esta manera, en los días de las conferencias sabatinas (l974-75) el tema petrolero ocupaba la atención mundial y en el país se discutían diversos escenarios sobre la próxima nacionalización de la industria, al tiempo que el presidente Carlos Andrés Pérez propugnaba una agresiva diplomacia en procura de un “Nuevo Orden Económico Internacional”.

Ya Pérez Alfonzo, nacido en Caracas en 1903, había recorrido un largo trecho en el estudio y la comprensión del fenómeno petrolero. En 1943 en el gobierno de Isaías Medina Angarita durante la discusión de la Reforma de la Ley de Hidrocarburos y siendo diputado de Acción Democrática, salvó su voto en relación a la cuantía de los impuestos que debían pagar las compañías extranjeras. Luego, durante el gobierno de la Junta de Gobierno presidida por Betancourt y siendo ministro de Fomento (cargo que incluía el área energética), el 31 de enero de 1948 impuso el esquema del “fitty-fitty” en la relación impositiva con las operadoras internacionales. Por cierto que la medida se propagó rápidamente como un derrame de combustible: Irán la adoptó en 1949; Arabia Saudita en 1950; Kuwait en 1951 e Irak en 1952. En esa época Pérez Alfonzo estimulaba también un acercamiento con los países exportadores del Medio Oriente y había enviado una delegación a Washington para establecer contacto con el embajador de Irán, un país que ya contemplaba la vía de la nacionalización del recurso, misión interrumpida ese año por el golpe militar que derrocó a Rómulo Gallegos.

NUEVO MINISTRO

En 1959 siendo ministro de Minas E Hidrocarburos al inicio del segundo mandato de Betancourt se convocó al Congreso Petrolero Árabe en El Cairo con la participación de productores, consumidores, gobierno y compañías para cruzar ideas sobre el panorama energético mundial. Pérez Alfonzo en compañía de Manuel Pérez Guerrero jefe de la Oficina Nacional de Coordinación y Planificación (Cordiplán) integraron una delegación de 15 personas en representación de los partidos políticos, organizaciones empresariales y sindicales. En la reunión el ministro venezolano habría de trabar amistad con Abdullah Tariki, jefe del Directorio de Petróleo y Minas de Arabia Saudita. El biógrafo Eduardo Mayobre cuenta: “Tariki y Pérez Alfonzo no se conocían. Los presentó Wanda Jablonski, corresponsal de “Petroleum Week” quien era la periodista petrolera de mayor influencia de la época en su cuarto del Hotel Hilton de El Cairo. Los dos ministros acordaron reunirse en secreto con los representantes de los otros países exportadores y para mantener la confidencialidad lo hicieron en el club de yates en las afueras de la ciudad, que estaba prácticamente desierto por que no era temporada: el Club Maadi”. Además de Pérez Alfonzo y Tariki estuvieron presentes Pérez Guerrero y los representantes de Kuwait, República Árabe Unida, Irán y la Liga Árabe Unida. Como los ministros no tenían autorización para firmar un acuerdo, se suscribió un “Pacto de Caballeros” con recomendaciones a los gobiernos.



NACE LA OPEP

En su libro “La historia del petróleo” Daniel Yerguin refiere que el 9 de agosto de 1960 en vista de la continuada debilidad de los mercados la “Standard Oil of New Jersey” (Esso) anunció una rebaja en los precios de referencia, que no había sido previamente consultada ni notificada a los países exportadores y que entonces éstos reaccionaron negativamente de inmediato. Pérez Alfonzo y Tariki se pusieron en contacto para promover una reunión de los países firmantes del “Pacto de Caballeros” en El Cairo. El gobierno de Irak, liderado por Abdul Karim Kassem los convocó a una reunión en Bagdad el 10 de septiembre, Según Yergin, cuando Pérez Alfonzo recibió el telegrama de invitación no cabía en sì de regocijo y que blandiéndolo les decía a sus colaboradores “¡lo hicimos,¡ ¡lo logramos¡. Era lógico, la organización que tanto había soñado estaba por nacer. La reunión en Bagdad se prolongó hasta el 14 de septiembre y sus resultados fueron la creación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), cuyas resoluciones seguían las ideas del tenaz venezolano.

En enero de 1961 se realiza ya en Caracas la primera reunión técnica de la OPEP que sienta en verdad las bases reales de la Organización al aprobarse su organigrama, la sede en Ginebra (posteriormente trasladada a Viena) y la designación del equipo directivo. En esta fase juega un papel de primera importancia como siempre Pérez Guerrero, quién después en 1964 sustituirá a Pérez Alfonzo en el Ministerio de Minas e Hidrocarburos.

EN “LOS CHORROS”

En las memorables conferencias de los sábados en su casa de Los Chorros ya Pérez Alfonzo había asumido la condición de un riguroso pensador. “El filósofo petrolero” lo llamó el investigador Franklin Tugwell. Apoyaba la nacionalización (es histórica su comparecencia ante el Congreso Nacional para desmentir una supuesta oposición a la ley en debate) pero era critico también de la manera como se administraban los recursos derivados de los altos precios del petróleo; a la “Gran Venezuela” de Pérez la bautizó como el “Plan de Destrucción Nacional”; alertaba sobre el riesgo de que la OPEP desviara sus objetivos iniciales; se alarmaba ante el incontenible crecimiento demográfico, exaltaba las propuestas ecologistas (en aquel momento aún incipientes) y postulaba la necesidad de políticas austeras que sometieran a prueba la capacidad de trabajo de los venezolanos.

Una de aquellas mañanas, junto a un viejo automóvil que adornaba el jardín, le pregunté como reportero del diario PUNTO, por qué de su insistencia en comparar al petróleo con una sustancia diabólica. Con la serenidad del maestro y dando unos pasos lentos dijo que le había llamado la atención la respuesta del primer ministro noruego Einar Henry Gerhardsen en Oslo cuando fue invitado por él y Tariki a que su país formara parte de la OPEP, por cuanto ambos eran partidarios de fortalecer a la Organización con la presencia de un paìs petrolero europeo y Noruega tenía grandes reservas pero todavía una modesta producción. Contó entonces, que el alto funcionario escuchó interesado el proyecto que le era explicado en detalle; les deseó buena suerte y finalmente los despidió con una frase sonriente: “es mejor dejar al diablo bajo la tierra”



“SOMOS MINEROS “

Otra mañana le pregunté hasta dónde su conocido y repetido “Efecto Venezuela” no tenía que ver con la propia manera del ser venezolano. “Le voy a contar una anécdota” dijo mientras nos sentábamos en un muro. Refería que siendo ministro de Fomento en el trienio 45-48, se hablaba de la riqueza mineral de Guayana y se recordaba como ejemplo el descubrimiento en 1942 de lo que se consideró para el momento “el diamante más gran grande del mundo” y que entonces se hizo noticia que recorrió el planeta. El minero que encabezó la exploración llamado James Hudson era conocido por sus compañeros como “Barrabás” y ese nombre se lo pusieron al diamante que fue traído incluso a Miraflores para que lo viera el propio presidente Medina Angarita. El tema entonces le interesó tanto a Pérez Alfonzo que seguía por la prensa la ruta del hallazgo que por un tiempo fue exhibido en una conocida joyería de la Quinta Avenida de Nueva York como una notable y costosa curiosidad. Siendo ministro de Minas e Hidrocarburos en los años sesenta fue persistente la solicitud de audiencia de una persona cuyo nombre entonces no le era familiar. En una ocasión la secretaria le dijo que el solicitante era de apellido Hudson, pero que era mejor conocido como “Barrabás”. Recordando la historia del famoso diamante dió instrucciones rápidamente para que se le concediera la entrevista. Un día, como estaba previsto, se presentó al despacho un personaje convertido en una deplorable estampa de pobreza. El ministro extrañado le inquirió qué había pasado porque hasta ese momento pensaba que era un próspero hombre de negocios. Hudson le hizo un relato de los fracasos que lo condujeron hasta trabajar como portero de un prostíbulo en la selva amazónica. Preguntado luego a qué obedecía la visita Hudson le dijo: “ministro quiero que usted me ayude con una concesión para buscar diamantes y le juro que en menos de tres meses encuentro uno más grande que “Barrabás”. Pérez Alfonzo se levantó con una palmada en mi hombro y con media sonrisa exclamó”: ve usted joven, somos un país de mineros””

Juan Pablo Pérez Alfonzo murió el 3 de septiembre de 1979 en Washington; había pedido que sus restos fueran cremados y las cenizas esparcidas en el mar.



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