El nuevo arzobispo de Caracas pertenece a una estirpe con historia dentro de la Iglesia Católica.
MONSEÑOR RAÚL BIORD CASTILLO: LINAJE Y COMPROMISO
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Macky Arenas

Aparte de “producir” un salesiano en cada generación, esta numerosa y alegre familia ha dado importantes eclesiásticos a la Iglesia.

La salesianidad les viene de muy atrás. Tan atrás, que antes de que cualquier salesiano -en toda regla- pusiera un pie en Venezuela, ya los Castillo fueron y volvieron. Conocieron a Don Bosco y a sus primeros colaboradores y regresaron con la devoción de María Auxiliadora en el corazón y, en la maleta, el propósito de erigir el primer santuario consagrado a Ella en nuestras tierras. Y allí está, en Guiripa, donde descansan varios de ellos. El pasado 24 de Julio, día de María Auxiliadora -no podía ser otra fecha- se consagró la lápida que cubre la tumba del añorado Cardenal Castillo Lara. Todo el pueblo acompañó la eucaristía con amor y reverencia.

LA FAMILIA
 
El tío abuelo de Monseñor Biord Castillo fue Lucas Guillermo Castillo Hernández, un santo hombre de Dios, primer obispo de la diócesis de Coro y X arzobispo Metropolitano de la Arquidiócesis de Caracas. Una curiosidad: siendo párroco de Güiripa también ocupó un puesto como Concejal entre 1912 y 1915. Un ejemplo: siendo obispo de Coro ocultó al escritor, periodista y político venezolano Miguel Otero Silva quien era perseguido por los esbirros del General Gómez. Un honor: el Museo Diocesano de Coro, fundado por monseñor Francisco José Iturriza , lleva su nombre. Y una bendición: acompañó en Europa un tramo de la estancia de Monseñor Salvador Montes de Oca, quien hace rato debió haber sido canonizado por mártir, pues fue asesinado por los nazis en salvaje demostración de odio a la fe.



Su tío -hermano de su madre- fue el muy querido y admirado Cardenal Rosalio Castillo Lara, de reconocido coraje patriótico, profunda espiritualidad salesiana y trayectoria brillante en los predios vaticanos. Castillo Lara, pasó 40 años de su vida en Roma, sirvió a tres papas, actualizó el Código Canónico, modernizó los museos vaticanos y construyó la Casa Santa Marta, actual residencia del Papa Francisco y albergue de los cardenales que asisten a los cónclaves.

Ambos, al retirarse de sus responsabilidades, no reclamaron tratos especiales, menos boatos y oropeles, más bien mostraron una sencillez poco común al terminar, Castillo Hernández párroco en Caracas y Castillo Lara en su pueblo de los valles de Aragua, rodeado de lugareños que lo apreciaban y consideraban como él mismo se definía: “Después de todo, no he dejado de ser un campesino de Guiripa”.

INICIOS

Buen y muy conveniente ejemplo de humildad dejaron a quien apenas a los 62 años, ha sido designado arzobispo metropolitano de Caracas. Caracas no es fácil y menos en estos tiempos, no tiene el rigor de la predecible Roma, ni la fluidez de las diócesis provincianas. Y no hay que olvidar que las tentaciones autoritarias están a la orden del día y contaminan todo cuanto se les acerca en este valle de lágrimas. También la Iglesia debe permanecer alerta.

Biord tiene estirpe y también una formación envidiable. Si, como dicen “de casta le viene al galgo”, aquí, casta, hay. Cuando va a Roma, el Papa Francisco, siempre bromista, suele aludir a su recordado tío al saludarlo: “¿Cómo está el sobrino del tío?”, le pregunta nada más verlo aparecer. Pues ese tío, Rosalio, fue exigente con el sobrino. Mientras cursaba sus estudios en la Gregoriana, no le daba respiro. Y hubo frutos porque el entonces padre Biord salió de esa prestigiosa universidad con notas sobresalientes y una tesis de grado cuyo tema fue La Resurrección, asunto complejo para la Teología, pero pieza absolutamente fundamental para la Historia de la Salvación. Tal vez por ello fue también el punto focal de su reflexión durante la homilía de su toma de posesión canónica como arzobispo capitalino:

“Todos los bautizados -recordó a la feligresía que atestaba la Catedral-estamos llamados a ser “testigos de la Resurrección (…) Mi testimonio contribuye a hacer luz y a determinar responsabilidades. El testigo, se podría decir con Gabriel Marcel, que es una fuente de luz que ilumina la realidad y comunica la verdad (…) Un testimonio, sin embargo, puede ser borrado por el paso del tiempo o por la maldad de intereses mezquinos que quieren hacer prevalecer la mentira, por eso encontramos la necesidad que sea reiterado y renovado. Ciertamente, puede ser que algunos vendan su conciencia y, por intereses personales, levanten falso testimonio. Quien niega la verdad no solo comete un grave pecado contra el octavo mandamiento, sino que se convierte en traidor a sí mismo, a Dios, a la justicia, a la patria. Ser testigo, en pocas palabras, es dar fe e infundir esperanza. El auténtico testigo será siempre un guardián de la verdad. El testimonio nos lleva al heroísmo (…) “Testigo de su resurrección” es la característica de todos los cristianos: anunciadores de la vida; profetas de esperanza; mensajeros de la verdad, de la justicia y del amor (…) La resurrección de Jesús es el misterio central del cristianismo; fundamento de nuestra fe; palanca poderosa de nuestras certezas”.

Por un instante, escuchando aquellas palabras, nuestra memoria recuperó algo que con frecuencia repetía su tío cardenal y que personalmente guardamos cual preciosa enseñanza: “El más elemental de todos los derechos es el derecho a la Verdad. Todo aquello que pone en riesgo los derechos más elementales de los seres humanos es un asunto de la Iglesia. No es lícito que un hombre se empine sobre sobre la miseria y el sufrimiento de los demás. Un autócrata está fuera de la Ley”. Se cansó de denunciar el autoritarismo que se atornillaba en el país con Chávez Frías. El que tuvo oídos, oyó.



LA EXPERIENCIA

Se espera que Raúl Biord Castillo lo haga bien. Tiene todas las herramientas, todas las herencias y todas las bendiciones. También lo ayuda su juventud y la experiencia adquirida en una diócesis particularmente necesitada de todo, tras haber sido fuertemente golpeada por aquél terrible deslave que se la llevó por delante hace dos décadas, dejando muerte, destrucción y el doloroso recuerdo de un gobierno displicente que asomaba su hoy probada insensibilidad hacia el sufrimiento de su pueblo. Dos décadas durante las cuales se la atendió de manera muy poco dedicada. El gobierno ponía algo de ornamento en las vías principales dejando al resto de lado. “Por donde pasa la novia”, contestaban los guaireños cuando se les preguntaba si se había hecho algo por recuperar la infraestructura. Llegó el obispo Biord y con su característica energía, movió matas y encarriló esfuerzos para dejar iglesias y capillas hasta en los más lejanos rincones, organizó equipos, construyó la sede de la curia, le puso cariño al seminario, se ocupó de las comunidades y paremos de contar. Como buen salesiano de vocación y formación, promete seguir ocupándose de los jóvenes, de su educación y salvación.

EN DOS PLATOS, “EL SOBRINO DEL TÍO”, PUES.

El nuevo arzobispo de Caracas nació el 23 de octubre de 1962 en San Antonio de los Altos, una comunidad sana, acogedora y cantarina, a tiro de piedra de la capital. Sus padres, Horacio Enrique Biord Rodríguez y Ana Dolores Castillo Lara de Biord, formaron una familia profundamente católica. Raúl es el segundo de cuatro unidos hermanos: Horacio José -hoy presidente de la Academia de la Lengua, antropólogo investigador del IVIC-, María Eugenia y Luis Enrique. Es uno de esos apellidos harto conocidos por todo aquél que tenga la suerte de vivir en ese territorio cálido y hermoso que es los Altos Mirandinos. Fue bautizado el 8 de diciembre de 1962 en la Iglesia Parroquial de San Antonio de los Altos.

Monseñor Biord recibió su primera comunión el 28 de junio de 1970 de manos de su tío, el entonces presbítero salesiano Rosalio José Castillo Lara en la Capilla del Noviciado Salesiano de San Antonio de los Altos. Allí mismo, el 7 de septiembre de 1980, hizo su primera profesión como salesiano de Don Bosco. A los 8 años comenzó a asistir al Oratorio Salesiano y fue confirmado el 25 de mayo de 1973 en el Templo Nacional Don Bosco de Altamira (Caracas). Cumplió el liceo en el Aspirantado Salesiano Santa María de Los Teques y en 1979 ingresó al Noviciado Salesiano.

Obtuvo el título de Baccalaureatum en Filosofía de la Universidad Pontificia Salesiana con la distinción de summa cum laude. Obtuvo la licencia en Teología ante la Pontificia Universitá Salesiana de Roma y el Doctorato en Teología ante la Pontificia Universitá Gregoriana de Roma. Tras su profesión perpetua el 8 de septiembre de 1987, en la Basílica del Sacro Cuore di Gesù, fue ordenado sacerdote el 15 de julio de 1989 por el Cardenal Rosalio Castillo Lara. También tiene una maestría en Filosofía (1994), en la Universidad Simón Bolívar.

Ha sido profesor, vicario y sus predicaciones de retiros espirituales son de reconocida solidez, condición que lo ha llevado a cumplir estas jornadas en otros países. Ha ejercido como miembro destacado de la Conferencia Episcopal Venezolana e integra la Comisión Permanente desde el 2015. Se cuenta entre los asesores y miembros del Equipo de Misión Continental del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano). Sus conferencias, artículos y libros publicados son numerosos y hablan de su completa formación como uno de los obispos mejor preparados del continente.

El 30 de noviembre de 2013 el papa Francisco lo nombró obispo de La Guaira. Lo demás, es historia.

El 28 de Junio pasado, el Papa Francisco lo designó como Arzobispo número 17 de la Arquidiócesis Metropolitana de Caracas. Lo demás, será historia.




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