De cómo ambos se convierten en compadres
PÁEZ Y EL BANDIDO CISNEROS
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Rafael Simón Jiménez 

El general José Antonio Páez, dió a lo largo de toda su vida, sobradas demostraciones de arrojo, coraje y un valor personal a toda prueba. Durante la “Campaña de los Llanos” en 1818, en la cual Simón Bolívar y el líder de los llaneros apureños se conocieron, el Libertador apreció y admiró, no sólo el ascendiente del llamado “taita“ sobre sus hombres, si no el reconocimiento de éstos al ejemplo que les testimoniaba colocándose siempre al frente de la batalla.

Es Páez, quien cambia el curso de la Guerra de Independencia, atrayendo para las filas libertarias a los pobres y desarrapados, que antes, en reacción frente a sus explotadores mantuanos y asidos a sus creencias religiosas, habían combatido a favor del rey, al lado del terrible y sanguinario Tomás Boves, ahogando en crímenes y saqueos la llamada Segunda República. Es a Páez y a sus tropas quien Bolívar encomienda la ofensiva final en el Campo de Carabobo y más tarde la rendición de Puerto Cabello, para sellar definitivamente la Independencia de Venezuela.

Pero sin duda, uno de los capítulos que pondrá en evidencia ese valor sin límites de José Antonio Páez, se cumplirá cuando prácticamente solo y luego de haber durante años agotados todos los recursos bélicos para rendir al feroz guerrillero realista Dionisio Cisneros, decida ir a su madriguera para entrevistarse con él y lograr con diálogo y persuasión lo que no había podido alcanzar mediante la violencia.
 


 ¿QUIÉN ERA DIONISIO CISNEROS?

Proveniente de una familia indígena, había nacido en Baruta en las cercanías de Caracas en 1796, y desde muy joven adhirió la causa del Rey de España incorporándose al ejército realista en 1820 y alcanzando el grado de sargento. Derrotadas las tropas españolas en Carabobo, Cisneros se negó a rendirse y, por el contrario, aprovechando su influencia sobre la población mestiza de los Valles del Tuy organizó una guerrilla bajo su comando que por largos años se convirtió en el azote de la región saqueando, matando y cobrando impuestos a los productores de la región.

Conocedor como ninguno de los caminos y vericuetos tuyeros, Cisneros evadió por años todos los intentos del nuevo gobierno por derrotarlo y capturarlo, utilizando tácticas guerrilleras que le permitían dar golpes certeros y luego disolver a sus hombres para evadir cualquier combate convencional, y luego volver a reagruparse. Páez Presidente de la República agotó todos los recursos para atrapar al huidizo y perturbador combatiente, que una y otra vez lograba evadir a las tropas gubernamentales.

En una acción de los ejércitos oficiales se logró la captura de un hijo del ya denominado “bandido Cisneros“, quien lejos de ser maltratado o usado como rehén, el propio Páez, lo adopta como un miembro más de su familia suministrándole ropa, zapatos, escuelas e incluso convirtiéndose en su padrino de confirmación con lo cual, creaba un vinculo con el terrible guerrillero. Finalmente el Presidente de la República considera que han madurado las condiciones para un encuentro directo con su “nuevo compadre “, por lo que organiza un viaje a los Valles del Tuy, y le manda emisarios a Cisneros, quien primero le contesta insolente “que no ande buscando lo que no se le ha perdido“.

Páez persevera en su propósito y finalmente logra remover las aprensiones del bandolero, quien piensa que puede amedrentar al mandatario. El Presidente acompañado de solo 3 hombres llega hasta la madriguera de Cisneros, quien definitivamente y ante lo imperturbable del jefe llanero ante sus intentos de intimidación, se rinde ante el coraje de aquel hombre que había desafiado y vencido a rivales mucho más importantes que el improvisado guerrillero, y acepta las generosas condiciones que el Jefe de Estado les ofrece para él y para sus hombres a los que incorporan al Ejército de la República.

Cisneros y Páez, como forzados “compadres”; forjarán una relación cimentada en el reconocimiento de la mutua bravura. Cisneros será por años oficial de las fuerzas militares convencionales, pero al parecer sus viejos hábitos de la indisciplina, el personalismo y bandolerismo, no terminarán por readaptarse, pues en 1846 sirviendo a las órdenes del Ejército Conservador y bajo el mando del general León de Febres Cordero, es acusado de propiciar saqueos e insubordinaciones, sometido a un tribunal miliar y fusilado por su reiterada rebeldía.
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