LO DEL MONTE SACRO
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Douglas Zabala

Cuentan los italianos que el nombre de aquella Colina a las afueras de la Ciudad de Rómulo y Remo, obedeció a que precisamente desde allí, los adivinadores y sacerdotes, al grito y vuelo de cuervos, lechuzas y halcones, aconsejaban a los magistrados romanos, acerca de sus conductas en el ejercicio de la función pública.

Hasta el Monte Sacro, el 15 de agosto de 1805, fue a dar el joven Bolívar, acompañado por su Maestro Simón Rodríguez, a prestar su juramento por la Libertad Americana. En su libro “El Maestro del Libertador” el escritor Fabio Lozano y Lozano, nos lleva al propio cuento echado mucho tiempo después por Simón Rodríguez:

Después de la coronación de Bonaparte viajábamos Bolívar y yo, en estrecha compañía y en íntima amistad, por gran parte del territorio de Francia, Italia y Suiza. Unas veces íbamos a pie y otras en diligencia. En Roma nos detuvimos bastante tiempo. Un día, después de haber comido, y cuando ya el sol se inclinaba al Occidente, emprendimos paseo hacia la parte del monte Sagrado”.

Yo tenía fijos mis ojos sobre la fisonomía del adolescente, porque percibía en ella cierto aire de notable preocupación y concentrado pensamiento. Después de descansar un poco y con la respiración más libre, Bolívar, con cierta solemnidad que no olvidaré jamás, se puso en pie y como si estuviese solo, miró a todos los puntos del horizonte, y a través de los amarillos rayos del sol poniente, paseó su mirada escrutadora, fija y brillante, por sobre los puntos principales que alcanzábamos a dominar.

¿Conque éste es —dijo— el pueblo de Rómulo y de Numa, de los Gracos y los Horacios, de Augusto y de Nerón, de César y de Bruto, de Tiberio y de Trajano? Aquí todas las grandezas han tenido su tipo y todas las miserias su cuna.

Y luego, volviéndose hacia mí, húmedos los ojos, palpitante el pecho, enrojecido el rostro, con una animación febril, me dijo: ¡Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres, juro por ellos; juro por mi honor y juro por la Patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, hasta que no haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español.




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