Carlos Roque
A diferencia de las elecciones presidenciales habituales, en la cuales la democracia venezolana ha sido ejemplo en el Continente, en este caso su resultado tendrá que abordar también el cuadro de “guerra civil” atípica conocido como el “Caso Venezuela” en la percepción internacional, y que afecta a la nación con graves consecuencias económicas y sociales para la población. La victoria de Hugo Chávez en 1998 y el año siguiente la aprobación por la Asamblea Constituyente de un nuevo texto constitucional que consagró la “revolución bolivariana”, y que luego mutó en el “socialismo del siglo XXI”, generó un inevitable conflicto con la partidocracia tradicional y nuevos agentes de la sociedad civil el cual se ha prolongado y agravado a la muerte de Chávez en 23013, en el mandato de Nicolás Maduro.
LA SALIDA
Si bien durante una década se conocieron graves enfrentamientos, como la salida del gobernante por tres días de Miraflores en 2002, obra inicial de una gigantesca marejada popular; deserciones militares, un paro nacional de 63 días y la convocatoria concertada a un referendo revocatorio en 2004 cuyo resultado fue avalado por observadores internacionales, los factores opositores consolidaron luego un mecanismo de unidad que hizo posible su presencia significativa en gobernaciones y alcaldías; así como en la Asamblea Nacional y cuerpos legislativos regionales, e incluso la derrota de la reforma constitucional en 2007 con la cual se procuraba la radicalización del modelo chavista, lo cual fue posible por la articulación de acciones por la recién creada Mesa de la Unidad Democrática (MUD); Plataforma Unitaria que ensayó con éxito el mecanismo de primarias que favoreció al gobernador de Miranda Henrique Capriles para enfrentar a Hugo Chávez en la consulta presidencial de octubre 2012, y un año después en abril de 2013 a la desaparición de éste, a su sucesor Nicolás Maduro. Por cierto quién obtuvo ahora una ventaja de solo 250 mil votos cuando en la anterior consulta la diferencia, fue de 44,31% ante 55,07 de Chávez. Ello representaba sin duda, una potencial ventaja política frente a un mandatario sin las fortalezas de su antecesor, tal como se demostró en 2015 con una apabullante victoria de la MUD en la composición de la Asamblea Nacional, y que fue luego como en 2014 desaprovechada nuevamente por la llamada “salida”, promovida por la dirigencia opositora , apostando al “foquismo urbano” que como se ha comprobado deviene siempre en “prácticas terroristas”, y abre a los gobiernos las puertas de la represión y la violación de los derechos humanos.
AÑOS DIFÍCILES
De esta manera, la conflictividad subió de tono con la entrega de un sector de la MUD a la estrategia de Estados Unidos resumida en el “Decreto Obama” y aplicado desde 2016 por Donald Trump con el resultado de más de 900 sanciones económicas, además de las personales; planes intervencionistas como la “Operación Gedeón”, presiones de aislamiento diplomático como el “Grupo de Lima” y la aplicación del TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca); intentos de atentados presidenciales; procura de “quiebre” de la FANB; persecución de opositores, ilegalización de partidos; adopción de la abstención electoral como estrategia; desconocimiento de los resultados electorales, quiebra de la economía con la mayor hiperinflación del mundo; fuga de los inversionistas; estimuló a la que es la más numerosa diáspora del continente que definieron los alcances de la crisis venezolana.
GOBIERNO INTERINO
La reelección de Nicolás Maduro en 2018 con denuncias previas de fraude y la abstención de los principales opositores; abrió el camino para la costosa aventura de un gobierno paralelo –único caso en América Latina-, impuesto directamente por Donald Trump con el consentimiento de la Unión Europea y el “Grupo de Lima”. Durante cuatro años, sin pisar Miraflores, la administración paralela dispuso de los activos nacionales en el exterior y la principal dirigencia opositora cedió –otro caso único conocido- pacíficamente su propia soberanía a los intereses de la Casa Blanca.
A VOTAR
Las elecciones parlamentarias, de gobernadores y alcaldes (2020-2021) definieron un nuevo escenario con sectores opositores que rescatan ahora el retorno la vía electoral y el diálogo como único camino para la convivencia política; mientras que las reuniones de diálogo (en este caso entre los gobiernos de Venezuela y Estados Unidos), han contribuido también a crear las condiciones para un proceso electoral incluyente y confiable, ahora con presencia de reconocidos observadores internacionales.
El 28 –J los venezolanos podrán votar por Nicolás Maduro, Edmundo González Urrutia, Luis Eduardo Martínez, Daniel Ceballos, Benjamín Rausseo, Claudio Fermín, Enrique Márquez, Javier Bertucci, Antonio Ecarri y José Brito en una elección que además de elegir Presidente de la República, representa una oportunidad para enfrentar con éxito el futuro ante quizás la más larga y costosa crisis nacional.
ESCENARIOS POSTERIORES
Leopoldo Puchi
Tarde en la noche del 28 de julio, o quizás en la madrugada del día siguiente, el Consejo Nacional Electoral (CNE) hará el tan esperado anuncio: los resultados de la elección presidencial. En la crónica moderna de Venezuela, el episodio más prolongado de espera por los resultados oficiales ocurrió en 1968, cuando se conoció la victoria de Rafael Caldera tras casi una semana de incertidumbre.
La aceptación de los resultados no será un proceso sencillo ni automático. Dependerá de cómo los actores clave reaccionen, desde el sector gubernamental, que apoya a Nicolás Maduro, hasta el gobierno de Estados Unidos, que impulsa a Edmundo González. Así mismo, los partidos de la Plataforma Unitaria podrían influir en la decisión final de la Casa Blanca.
RECONOCIMIENTOS
El reconocimiento o rechazo de los resultados será un factor decisivo que dará forma al escenario poselectoral en Venezuela. Si Maduro es proclamado ganador, es probable que Washington no reconozca los resultados. No obstante, si consideran la victoria "medianamente aceptable," la administración estadounidense podría adoptar una posición crítica y señalar irregularidades, pero manteniendo la puerta entreabierta para un eventual restablecimiento de relaciones diplomáticas.
Por otro lado, si el CNE declara a Edmundo González como vencedor, el sector gubernamental enfrentará tensiones internas, aunque aceptaría la decisión. Las medidas ante un posible resultado adverso se habrían anticipado días antes del anuncio y durante la votación, dado el acceso del Gobierno a estudios de opinión precisos. Por lo tanto, es poco probable que se dejen las decisiones críticas para el último momento.
CONTINUIDAD
En el escenario poselectoral, si Nicolás Maduro es proclamado ganador, el sector gubernamental seguirá una estrategia bastante predecible. En primer lugar, es muy probable que Maduro convoque a un diálogo nacional con el objetivo de reducir tensiones internas y construir consensos. Pronto se celebrarán también las elecciones de gobernadores y alcaldes. La inestabilidad por denuncias de fraude podría ser manejable si se logran acuerdos de convivencia.
En el ámbito económico, se anticipa que Maduro intensificará la apertura económica y los esfuerzos para cerrar acuerdos petroleros con Washington y con el Fondo Monetario Internacional. Al mismo tiempo, mantendría relaciones estrechas con aliados como China, Cuba, Rusia, Irán y Turquía, buscando mantener un equilibrio delicado pero necesario.
En esencia, el éxito de Maduro dependerá de su habilidad para revitalizar la economía y mejorar las condiciones de vida de la población, lo que crearía un entorno más propicio para la estabilidad política a largo plazo.
BICEFALÍAEn el escenario en el que el CNE proclame ganador a Edmundo González, Venezuela podría transitar por dos caminos muy distintos: negociaciones que aseguren la continuidad del sistema vigente o caer en una confrontación que podría desatar un conflicto entre poderes públicos y turbulencia social.
Elegir la vía de la alternancia y las negociaciones permitiría cambios sin ruptura. Las mesas de diálogo, tanto internas como con Estados Unidos, serían esenciales para alcanzar acuerdos de cohabitación que incluyan a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB).
En contraste, si un eventual nuevo gobierno adopta un carácter bicéfalo, sin un liderazgo claro, y se inclina hacia un camino de ruptura y persecuciones, la situación podría derivar en una alta conflictividad y enfrentamientos. Este escenario provocaría una prolongada incertidumbre económica debido a la inestabilidad política y social, lo que afectaría gravemente las actividades productivas y deterioraría más las condiciones de vida de la población.
DIÁLOGO
Si Nicolás Maduro es el ganador, la capacidad que muestre para reducir tensiones a través del diálogo y la apertura económica será vital para la estabilidad del país. En caso de que Edmundo González sea proclamado presidente, se enfrentará a una encrucijada: elegir entre una alternancia sin rupturas o un potencial conflicto de poderes que podría desencadenar enfrentamientos en las calles.
En cualquier escenario, el camino hacia la estabilidad y el desarrollo dependerá de la habilidad para encontrar consensos y manejar la situación con una mezcla de capacidad de mando y sensatez. Venezuela está en un momento de definiciones, y las decisiones que se tomen en los próximos días podrían definir su rumbo durante años.