Como dicen los argentinos, “cantando cada día mejor”
GARDEL, SIEMPRE GARDEL
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Simón Petit

Carlos Gardel nació como Charles Romuald Gardés en Tolosa, Francia, el 11 de diciembre de 1890; aunque hay quienes dicen que fue en Uruguay. Lo cierto es que su madre, Berta Gardés, lo llevó a Argentina cuando tenía dos años. A pesar de las dificultades, ella lo educó en buenos institutos y le pagó clases de canto y piano. Gardel poseía un porte elegante, una voz profunda y múltiples matices. Lo llamaban “El Zorzal Criollo”; pero también fue conocido como “El morocho del Abasto”, porque solía estar y cantar en la zona del Abasto, en el Café O’Rondeman en la esquina de Agüero y Humahuaca.

Comenzó cantando en las calles, imitando a los payadores. Su dueto con José Razzano, un talentoso guitarrista, lo catapultó a la fama. Gardel también tocaba la guitarra y tenía un oído armónico excepcional. Su estilo porteño, simpatía y pasión por el tango lo hicieron inolvidable. Entonces conoció a Enrique Santos Discépolo, nacido en Buenos Aires en 1901, un destacado compositor, poeta y dramaturgo. Discépolo es famoso por sus letras profundas y melancólicas que capturaron la esencia del tango y la realidad social de la época. Y con Gardel, consiguió la voz que buscaba para sus tangos más conocidos que incluyen a "Cambalache", "Uno" y "Yira... Yira".

La gira de Carlos Gardel por Venezuela fue un evento histórico en la música. En 1935, Gardel se presentó en varias ciudades, incluyendo Caracas donde llegó en tren desde La Guaira a la estación Caño Amarillo -donde por cierto hay una estatua que rinde homenaje a ese momento-, y también en Maracaibo, donde fue recibido con gran entusiasmo por el público.



Pero después de esa gira a Venezuela llegaría su trágico final. El 24 de junio de 1935, Carlos Gardel murió en un accidente aéreo en Medellín, Colombia. El avión en el que viajaba, un Ford Trimotor de la empresa SEDTA, chocó contra otro avión mientras despegaba del aeropuerto de Medellín. El impacto fue fatal, causando un incendio que resultó en la muerte de Gardel y otras personas a bordo.
 
Su distintiva voz barítona y su habilidad para transmitir emociones lo convirtieron en una leyenda. Aunque su vida fue breve, su música sigue resonando en el corazón de los amantes del tango, y como dicen los gardelistas, cantando cada día mejor.


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