“Cámpora al gobierno, Perón al poder…” (Graffiti anónimo)
EL ODONTÓLOGO DE SAN ANDRÉS DE GILES
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Manuel Salvador Ramos

San Andrés de Giles es un Partido (municipio) perteneciente a la Provincia de Buenos Aires y situado a 102 kilometros de la Capital Federal. Como centenas de poblados argentinos, se presente como un típico poblado que conjuga la ruralidad, con esa suerte de placidez bucólica en la cual pareciese detenerse el tiempo. Pues bien, en ese entorno de sosiego transcurrió la cotidianidad familiar, profesional y social de un personaje que sin presentirlo y mucho menos proponérselo, marcaría un hito resaltante.

DESPUES DE “LA LIBERTADORA”

Como es sabido, Perón fue derrocado en 1955 por la llamada Revolución Libertadora y ello le obligó a salir al exilio. Ese año inició un periplo que abarcó estadías de distinta duración en Paraguay, Nicaragua, Venezuela, República Dominicana, Panamá, aposentándose finalmente en España, donde se radicó a partir de 1960. Allí se instaló en una vivienda en el sector Puerta de Hierro y cabe mencionar que lejos de lo que puede asumirse, sus recursos eran casi exclusivamente aportados por un acaudalado propietario de casinos y casas de juego llamado Jorge Antonio. Asimismo, a pesar de ser acogido por el régimen franquista, el dictador español no solo mantuvo distancia con su par argentino, sino que podría hablarse de una actitud cuasi despectiva hacia él. Pero mas allá de detalles menudos, lo importante es destacar como puede visualizarse la presencia del peronismo en Argentina después de ese fatidico 1955.

No es difícil imaginar la resaca represiva que ocurrió en la nación sureña al ser derrocado Juan Domingo Perón. Luego del triunfo electoral de 1946, el clima de polarización había venido en alza y a ello contribuyeron factores de diversa índole como fue la intensa actividad de demagogia populista que desarrolló Eva Duarte. Todo ello llegó al climax con las elecciones de 1952 y con el deceso de ésta, pero ya los demonios estaban desatados y varios amagos castrenses habían ocurrido. El 16 de junio de 1955, unidades de la Marina bombardearon la llamada Plaza de Mayo con el fin de asesinar a Perón, dejando un trágico saldo de mas de trescientos fallecidos y mil quinientos heridos. Poco después, el 16 de septiembre, se produce el golpe bautizado como la Revolución Libertadora, encabezado brevemente por el General Eduardo Lonardi y luego, a partir del 13 de noviembre, por el General Pedro Aramburu.

El golpe fue un evento complejo y a la vez sangriento, trayendo, una oleada de odio, venganzas y durísimas acciones represivas dirigidas principalmente hacia el movimiento sindical, esfera donde se asentaba el gran poderío popular del peronismo. No solo se confabularon para ello las diversas fuerzas del estamento armado de la nación, sino que grupos políticos adversarios al movimiento peronista, principalmente la corriente llamada “balbinista” del partido Unión Cívica Radical, tuvieron rol protagónico en allanamientos, asaltos y hasta violaciones. Pero a pesar de ese cuadro adverso, la fuerza peronista, arraigada en lo hondo de los sectores populares, resistió activamente. Prueba fehaciente de su combatividad fue el resultado de la elección convocada por los gobernantes golpistas con el propósito de producir una nueva constitución; en ella, la abstención militante del peronismo superó los votos de la lista radical.

LOS DELEGADOS

A Perón el exilio nunca le impidió mantener contacto estrecho con sus seguidores y dado que espontáneamente se habían conformado “comandos” que actuaban sin coordinación y con actitudes voluntaristas, decidió nombrar representantes que lograse organizar estructuras e imponer directrices. Estos representantes fueron los llamados Delegados, quienes no solo ejercieron funciones inherentes a la organización interna del peronismo (panorama por demás complejo, en razón al enconado juego de tendencias), sino en lo referente a la interlocución con otros factores políticos y con personeros oficiales, debiendo agregarse que los conflictos de orden institucional se manifestaban con características de alta complejidad, siendo ejemplo de ello es que en un período de pocos años fueron depuestos Arturo Frondizi y Arturo Illía, dos presidentes electos en procesos comiciales organizados por los propios militares gobernantes

El primero de esos Delegados fue John William Cooke (Juan Guillermo Cooke Lenzi). Perón no sólo lo designó como tal sino que lo nombró su sucesor: "En caso de mi fallecimiento -decía una carta firmada en 1957 durante su exilio caraqueño- pongo en sus manos el mandato del movimiento". Cooke cayó en desgracia cuando se adhirió a la Revolución Cubana y entabló relación con Fidel Castro y Ernesto Guevara. No eran ésos los planes del General. Cooke murió víctima de un cáncer en 1968 y su mujer, Alicia Eguren, fue asesinada durante la última dictadura militar.

El mayor Bernardo Alberte, ex edecán de Perón, fue su delegado entre 1967 y 1969. Un grupo militar lo arrojó al vacío por la ventana de su departamento y el crimen nunca se aclaró. Perón reemplazó a Alberte por Jerónimo Remorino, su amigo personal y quien había sido canciller en su gobierno, y en abril de 1968, en medio de complejas negociaciones con el gobierno de Onganía, lo removió y la designación recayó en Jorge Daniel Paladino, quien debió lidiar con el hábil Alejandro Lanusse y con su ministro del Interior, Arturo Mor Roig, buscando cumplir la misión mas importante: lograr el retorno de Perón al país y lograr la realización de elecciones libres. No alcanzó a cumplirlo. "Ya no es más mi delegado ante Lanusse -cuentan que masculló con furia Perón-, e inmediatamente designó al apacible odontólogo que después de su exilio en Chile había regresado a San Andrés de Giles a ejercer su profesión.

EL HOMBRE LEAL

Héctor Cámpora formó parte del círculo más cercano de Evita, pero también forjó una especial relación con Perón. Los inicios de su actividad política fueron en la provincia de Buenos Aires, donde había nacido (1909) en la población de Mercedes. Allí paso su infancia y luego se trasladó a San Andrés de Giles. En su juventud, estudió la carrera de Odontología en la Universidad Nacional de Córdoba y al recibirse regresó a la ciudad de su adolescencia y juventud. En aquellos días conoció a María Georgina Acevedo, la que años más tarde se convertiría en su esposa y madre de sus dos hijos.

Ya en 1944 la vida de Cámpora cambiaría radicalmente. Fragueiro Olivera, miembro del nuevo gobierno bonaerense, lo nombró intendente de San Andrés de Giles luego de un sondeo entre los vecinos del pueblo. Durante su intendencia, Perón visitó la localidad y nació una relación política y personal que duró 30 años. En las elecciones de 1946, Cámpora fue electo diputado nacional y como dijimos, entabló una relación de mucha confianza con Evita y ello lo catapultó a la presidencia de la Cámara de Diputados entre 1948 y 1953. En 1955, con el derrocamiento del gobierno del General Perón, el gobierno militar detuvo a Cámpora y fue encarcelado en la cárcel de Ushuaia, en el extremo sur del país. De allí se fugó en marzo de 1957 junto a José Espejo, Jorge Antonio, John Cooke y Guillermo Patricio Kelly, llegando a Chile. Un año más tarde, el grupo regresó gracias a la amnistía promulgada por el presidente Arturo Frondizi, pero Cámpora se marchó a San Andrés de Giles y mantuvo un bajo perfil.

No obstante, su tarea política no estaba agotada. En 1965, el gobierno de Illia permitió que el peronismo participara en las elecciones legislativas de ese año y los peronistas de San Andrés de Giles le propusieron a Cámpora volver al ruedo como candidato a concejal. Allí obtuvo un contundente triunfo. Con Perón exiliado en España, en 1970 Cámpora vio con simpatía la irrupción de la juventud peronista porque sostenía que esa renovación era necesaria para que el expresidente regresara victorioso y con nuevos aires.

Perón nombró a Cámpora como su Delegado y a Juan Manuel Abal Medina como Secretario General del Movimiento Justicialista. Cámpora junto con José Rucci en la CGT y Lorenzo Miguel en las llamadas 62 organizaciones peronistas, formaron un equipo que a pesar de los diferentes matices que los separaban, tenían una gran coincidencia: la irreductible lealtad hacia Perón. Todos ellos conformaron el grupo clave que facilitó a Perón pisar nuevamente el suelo argentino el 17 de noviembre de 1972.



El dictador Lannuse había llamado a elecciones nacionales para el 11 de marzo de 1973, enfatizando que no había proscripciones de ningún partido político. Sin embargo, emitió un decreto indicando que para poder ser candidato a presidente había que fijar residencia en Argentina antes del 25 de agosto de 1972, lo cual determinaba un impedimento para Perón. Lannuse pensaba que sin el General como candidato, el justicialismo podría perder las elecciones.

La jugada para marginar al general era un hecho y buscar un candidato que lo representara significaba abocarse con serenidad al problema, por ello decidió regresar a Madrid para alejarse de presiones. Tenía cinco precandidatos en la mira: el exministro de Comercio, Antonio Cafiero, avalado por la CGT; Jorge Taiana padre, su amigo y también médico; el neurocirujano Raúl Matera, el correntino Antonio Benítez; y, por último, Héctor Cámpora. Cafiero era el candidato natural por el apoyo que le brindaba José Rucci, el máximo líder sindical, pero el problema era que Perón sabía que Cafiero se había reunido con Lannuse sin su permiso. Además, Lannuse trasmitió a sus colegas de armas que Cafiero había manifestado sus dudas con relación al retorno de Perón. Éste, con buenas redes de información, se enteró del episodio y cuando Cafiero quiso buscarlo en su residencia madrileña para aclarar los hechos, el general ordenó que le impidieran el acceso.



Narra Emilio Bonasso en su libro “El Presidente que no fue”, un episodio harto elocuente: Perón, para analizar los hechos, mantuvo una charla con su amigo, hombre de confianza y benefactor, Jorge Antonio: “Mire Jorge, me acordé que Evita, días antes de morir, llamó a Cámpora y luego me dijo: ‘Juan no te alejes nunca de él porque es uno de nuestros soldados más fieles.’ Le voy hacer caso a ella, el candidato va a ser Cámpora; él no me va a traicionar.”

Fue así como el 16 de diciembre de 1972, el Congreso del Justicialismo anunció la fórmula Héctor Cámpora-Vicente Solano Lima para las elecciones del 11 de marzo de 1973. Cámpora ganó por amplio margen y asumió el 25 de mayo de ese año. No importaron ni el tiempo ni las circunstancias; 20 años después de su muerte, el rol de Evita fue determinante en el pensamiento de Perón para la elección de Cámpora como candidato presidencial.



EL PRESIDENTE QUE NO FUE

Tanto el flamante presidente electo como el líder exiliado en Madrid estaban convencidos que el triunfo electoral y la normalización institucional pondrían fin al accionar de las organizaciones armadas. A pesar de esas aspiraciones, el accionar guerrillero, en especial del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), se incrementó. Este grupo, liderado por Mario Roberto Santucho, anunció que “no dejarían de combatir” y en una conferencia de prensa precisó que no atacarían a ningún miembro del gobierno de Cámpora ni a la policía mientras éstos no los atacaran a ellos, pero sí continuarían combatiendo militarmente a las Fuerzas Armadas contrarrevolucionarias y a las empresas.

Por otro lado, en esos meses que van desde el triunfo electoral del 11 de marzo hasta la asunción de Cámpora el 25 de mayo, se produjeron infinidad de movilizaciones y manifestaciones de protesta. Hubo ocupaciones de oficinas públicas en todo el país, tomas de colegios, hospitales, radios, empresas, paros de los docentes y de los ferroviarios; incluso se produjo una huelga de la policía bonaerense.

En este complejo período, Cámpora viajó en varias ocasiones a Madrid para reunirse con Perón y recibir órdenes en torno al armado del futuro gabinete. Mientras tanto, todo ese conjunto de movilizaciones y acciones violentas, inquietaron profundamente a las Fuerzas Armadas y al poder económico. Por su parte, los sectores de la derecha no se quedaban de brazos cruzados: se produjo el incendio de un teatro donde se iba a estrenar la obra “Jesucristo Superstar”; colocaron bombas en tumbas de guerrilleros y comienzan a organizar la futura depuración de los “zurdos” del movimiento peronista.



La noche del 25 de mayo se produjo un hecho crucial que signó el gobierno que recién se estrenaba ese día. Miles de personas se agolparon en la cárcel de Villa Devoto, ubicada en la Capital Federal, para pedir la liberación de los presos por razones políticas. En la campaña electoral, Cámpora había prometido una “amplia y generosa amnistía”. Así, al grito de “Cámporita presidente, libertad a los combatientes”, la multitud empezó a golpear las puertas de la cárcel con el objetivo de derribarlas. La tensión fue in crescendo. Los guardias del Servicio Penitenciario Federal estaban armados, pero también había armas entre los manifestantes. Intervino Esteban “El bebé” Righi, líder Montonero y flamante Ministro del Interior; habló con Cámpora y concluyó: la gente no iba a esperar que se debatiera, votara y aprobara la ley, por lo que los presos debían liberarse esa misma noche. Salieron los presos de las organizaciones armadas, pero también salieron los detenidos y condenados por delitos comunes. El “Devotazo”, nombre que se le dio al episodio, no cayó nada bien en Puerta de Hierro. Perón empezó a distanciarse de Cámpora al que acusaba de haber llenado el gobierno de “zurdos y putos”. La salida masiva de presos de Devoto también asustó a los sectores del poder económico que leyeron ese hecho un símil de la “toma de la Bastilla” y creyeron que desde ya se configuraba una situación pre-revolucionaria.

Cámpora gobernó de manera febril. Se entrevistó con todos los gobernadores (algunos de ellos afines a la izquierda peronista como fueron los casos de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Santa Cruz y Salta); restableció relaciones con Cuba y puso en marcha un acuerdo entre el sector empresarial y el sindicalismo denominado “Pacto Social” en el cual se fijaba un aumento de salarios inicial para recomponer el golpeado bolsillo popular y se pautaba posteriormente a ello, un congelamiento de precios y salarios por dos años. También se renovó por completo la Corte Suprema de Justicia y se eliminó la Cámara Federal Penal.

El 16 de junio de 1973, en una Argentina convulsionada, Cámpora viajó a Madrid para traer definitivamente a Perón a la patria. Su regreso, cuatro días después, estuvo signado por la tragedia conocida como la “Masacre de Ezeiza”, sangrienta disputa al interior del peronismo entre los partidarios de la “Patria Socialista”, liderados por la Juventud Peronista/Montoneros y la “Patria Peronista”, hegemonizada por el sindicalismo y el ala política, que procuraban recrear el peronismo distribucionista -y capitalista- de las décadas de 1940-1950. En definitiva, se debatía si el país debía ir rumbo al socialismo.



Al día siguiente, el 21 de junio, un Perón usando cadena nacional y con iracundo tono, fustigó a los sectores de izquierda y afirmó que “no hay nuevos rótulos que califiquen a nuestra doctrina ni a nuestra ideología; somos lo que las veinte verdades peronistas dicen. No es gritando dar la vida por Perón que se hace Patria, sino manteniendo el credo por el cual luchamos. Los viejos peronistas lo saben. (“La novela de Perón”, Tomás Eloy Martínez)



En la primera semana de julio ya el olor a golpe palaciego se respiraba abiertamente. Se sucedieron reuniones de Cámpora con Perón en la residencia de éste en Vicente López, y en ellas se destacó por su agresividad contra el recién electo presidente el siniestro personaje que había servido de mayordomo y valeta Perón en Madrid, José López Rega. Por obra y gracia del General, actuaba ahora como todopoderoso Ministro de Bienestar Social y era voz cantante en el gabinete. Su calaña se reveló plenamente a posteriori, cuando llegó a ser el Rasputín del gobierno que encabezó María Estela Martínez luego de la muerte de Perón. El malviviente que trepó a las altas esferas de la política argentina gracias a ritos y prácticas de ocultismo, fue el fundador de la organización responsable de centenares de muertos, la Alianza Anticomunista Argentina, mejor conocida como TRIPLE A.

El 12 de julio de 1973 se produjo una enorme movilización del sindicalismo peronista, pidiendo al líder que asumiera inmediatamente la jefatura del país. Cámpora se quedaba sin sustento, ya que por un lado el propio Perón se negaba siquiera a recibirlo y por el otro la izquierda peronista le reclamaba profundizar las reformas en vía socialista.



El 13 de julio de 1973, Cámpora dio un paso al costado y presentó la renuncia a la primera magistratura. A partir de ese momento, todo lo que vino fue muy penoso, tanto para el país como para su propia vida. Se agudizaron al infinito las tensiones al interior del peronismo y las Fuerzas Armadas volvieron a prefigurarse como salvadoras de la nación. Tras su salida de la presidencia, Cámpora fue enviado como embajador a México, pero en 1975, lo expulsaron del Partido Justicialista a instancia de López Rega. Al producirse el golpe militar genocida del 24 de marzo de 1976, debió asilarse en la embajada de México en Buenos Aires. Permaneció allí casi cuatro años (!!!) y a fines de 1979, aquejado por un avanzado cáncer, la dictadura argentina le permitió viajar a México. Allí falleció el 19 de diciembre de 1980.

Una palabra caracteriza la vida de Héctor J. Cámpora: lealtad. Fue incondicional a Perón adhiriéndosele incondicionalmente desde el mismo momento en que se inició en el quehacer político. Conoció la cárcel por defenderlo; fue su Delegado en horas cruciales; fue candidato a presidente y luego primer mandatario. Cuando Perón quiso asumir de nuevo, Cámpora dio un paso al costado y renunció inmediatamente, guardando para su intimidad la vergüenza de los desaires y la pena de las humillaciones.


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