Durante la semana altos funcionarios chinos dieron a conocer en Miraflores, nuevos acuerdos entre los dos países
SE FORTALECE ALIANZA VENEZUELA-CHINA
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Carlos Roque

Con presencia del Presidente Nicolás Maduro se firmó el memorándum de cooperación, desarrollo y modernización de las zonas económicas especiales (ZEE). En el acto estuvo presente junto a las autoridades nacionales Tao Yitao, directora del Centro de Investigación de Zonas Económicas Especiales de la Universidad de Shenzhen. La funcionaria dijo haber visitado ya varias ZEE de Venezuela y que la nación venezolana está lista para el desarrollo y encuentro con China, y además que las zonas venezolanas tienen más recursos naturales que las de China. También anunció que Venezuela será la sede del Foro Mundial de Zonas Económicas Especiales (ZEE) el mes de diciembre de este año. A raíz de la Visita de Estado de Maduro a su homólogo Xi Jinping en septiembre de 2023 se activaron nuevos convenios bilaterales económicos, turísticos, comerciales, aéreos, culturales y aereoespaciales, la cual Maduro califica como una “etapa esplendorosa”.

HISTORIA DE 50 AÑOS

El 28 de junio 1974 durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez se establecieron las relaciones diplomáticas y comerciales de Venezuela y China; el 30 de octubre de 1981 el Presidente Luis Herrera Campíns acompañado por una misión empresarial, viaja a Beijing y fue recibido por el Primer Ministro Zhao Zyang. Un año después en noviembre de 1991 en el segundo gobierno de Pérez, una delegación de directivos de PDVSA y la CVG con una agenda de negocios y encabezada por el canciller Armando Durán también recibida por el Primer Ministro Li Peng.

AHORA CHÁVEZ

En 1999 con la llegada de Hugo Chávez a la Presidencia de la República, las relaciones chino-venezolanas adquieren un carácter estratégico además de priorizar el beneficio compartido. Precisamente, el 10 de octubre de ese año, su primera visita resultó con 7 acuerdos bilaterales suscritos con su homólogo Jiang Zemin, en el área de energía, promoción y protección de inversiones, educación, así como una línea de crédito para la compra de maquinaria agrícola. Ese clima de colaboración binacional se mantendría a lo largo de dos décadas en los gobierno de Hugo Chávez y desde 2013 Nicolás Maduro en Venezuela, y Zemin, Hu Jintao y Xi Jinping en China.

 

ALIANZA ESTRATÉGICA

No fue casual que Nicolás Maduro y buena parte de su gabinete, fueran recibido con drones y luces carnavalescas en Shanghài en septiembre pasado. Tampoco lo fue que Xi Jinping concediera todos los honores de la ceremonia protocolar a quien ha considerado siempre como un “viejo amigo”.

Todo tenía una explicación: la etapa de los convenios económicos y las conveniencias diplomáticas cedía paso a una alianza estratégica en el contexto de un rápido reacomodo geopolítico no exento de la amenaza bélica. Ahora, Venezuela sobrevive al peso de sanciones y el aislamiento político por lo cual requiere de la cercanía de una de las primeras potencias económicas mundiales y liderazgo en la emergencia asiática, pero China también necesita de la alianza estratégica. Si bien Venezuela es el principal destino latinoamericano de sus negocios, con la expansión de las ZEE tendría espacio directo en el país con las mayores reservas probadas de petróleo del mundo, la principal ubicación geográfica de Suramérica y el Caribe y a razonable distancia de la nación con la cual se disputa la hegemonía mundial.




Peter Turchin

NO SON INVULNERABLES

El académico especializado en el análisis de procesos históricos, reflexiona sobre el país asiático


La cultura política de un país puede ser muy resistente. En China el poder lleva siglos en manos de la clase burocrática, antes, durante la época imperial y ahora con el Partido Comunista. ¿Qué tendría que pasar para que cambie el régimen chino?

Una de las razones por las que China parece mucho más resistente a estos problemas es porque vivió una crisis mucho más recientemente que Estados Unidos y Europa. Desde que acabó la última época de revoluciones y guerras en Europa, el continente ha vivido un periodo de gran prosperidad. Los treinta años entre 1945 y 1975 fueron asombrosos. Pero China sufrió un siglo de descomposición entre 1850 y 1950, y después la Revolución Cultural. Las cosas solo empezaron a arreglarse a partir de mediados de los años setenta.

Por tanto, los chinos no han avanzado tanto en la espiral de la crisis como Occidente. Tienen algunos problemas. Por ejemplo, aumenta el porcentaje de graduados universitarios no encuentran trabajo, lo que es una mala señal. Pero al mismo tiempo tienen una tasa de fertilidad muy baja, así que hay poca gente joven. Esto ayuda a evitar una crisis política: ya sabes, muchos jóvenes frustrados es el mejor caldo de cultivo para una revolución.

Además, en China no hay divisiones serias dentro de la élite. Insisto, lo que permite que las sociedades sean razonablemente pacíficas y funcionales, independientemente de si son democracias o autocracias, es el consenso entre las élites. Y en China, la clase dominante, que es el aparato burocrático, el Partido Comunista, ha controlado muy bien al otro actor poderoso: la élite económica. Cuando algún multimillonario ha amasado demasiado poder, le han cortado las alas.
 
Ahora bien, los chinos no son invulnerables: acabarán sufriendo una crisis a menos que entiendan sus causas y las eviten. China ha sido un imperio poderoso la mayor parte de sus más de 2.000 años de historia. Y sin embargo su sistema ha colapsado cada dos siglos más o menos. La última vez fue en el siglo XIX, con una crisis demográfica estructural de libro: había demasiados aspirantes a élite y mucha miseria, y la dinastía Qing se derrumbó. Podría pasar otra vez.


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