Karina Sainz Borgo
Hijo de una familia de la élite intelectual polaca, Joseph Conrad llegó al mundo en Berdichev, una ciudad del imperio ruso que ahora es Ucrania. Su padre, traductor de Shakespeare y Víctor Hugo así como activista nacionalista, fue represaliado por la Rusia zarista y murió en el exilio de tuberculosis, fruto de la inclemencia de los trabajos forzados en Siberia. Huérfano a los 12 años, el novelista vivió en Leópolis y Cracovia, y se enroló como tripulante del buque Mont Blanc, al bordo del que conoció Italia y Marsella…
Luego de huir del servicio militar ruso, se radicó en Inglaterra. Allí se nacionalizó británico y se hizo capitán de la marina mercante. Adoptó el inglés como lengua de creación. En ella escribió los libros por los que acabaría siendo reconocido como el gran renovador literario.
Además del francés, su segunda lengua, así como del alemán, el ruso, el neerlandés y el malayo, que también conocía, Conrad dominó el lenguaje marítimo, el del terror, el simbólico y el narrativo. En él conviven muchas más capas de significado.
El peso de la oralidad en su prosa bebe de un oído inquieto del aventurero. También procede de la necesidad de comprender el alma humana en todos sus registros. A su sobriedad estilística se le atribuye una vocación poética que el escritor Javier Marías relativizó al afirmar cuánto rechazo le producía a Conrad ese género literario. Las decisiones estilísticas de Conrad hacen visibles los aspectos remotos y oscuros del alma humana. Excava, interpreta y traduce.
El lenguaje en Conrad no se ciñe a lo idiomático. Va mucho más allá. Le interesa lo subjetivo, lo ajeno, lo remoto. El corazón de las tinieblas’ y ‘Lord Jim’ retrata un encuentro, a su manera forzado, con el otro. Su uso de lenguas extranjeras, su decisión de escribir en inglés y su recepción a través de la traducción lo configuran, acaso, como el primer autor globalizado o al menos una primera expresión de tal cosa. “Lord Jim”, publicada en 1900 por entregas, relata una tragedia usando para ello a Marlowe, el mismo narrador de El corazón de las tinieblas. Es la disposición al relato, la sencillez y efectividad de lo oral.
La realidad humana que retrata anticipa el malestar de la civilización y retrata la crisis del alma humana vista por la naturaleza del aventurero. ‘El espejo de mar’, los ensayos marítimos de Joseph Conrad, traducidos por Javier Marias, demuestran hasta qué punto sus vivencias como marinero en Francia y más adelante en la marina mercante britá- nica lo configuran. La relación entre el hombre y el mar en una época en que la llegada del vapor amenaza a los barcos de vela recrea una relación parecida a la que vive el lenguaje en una Europa en pleno proceso de disolución. La modernidad anticipa un descalabro.
Su última novela “Línea de sombra’” fue publicada durante la Gran Guerra, cuando el continente entero y parte de sus jóvenes se enrolaron en un viaje hacia la muerte. Algo de ellos hay en ese capitán que, poco después de asumir el mando de su primer barco, queda varado en un mar sin viento, con una tripulación atacada por la fiebre. La crisis lo obligará a cruzar la frontera difusa que separa la juventud de la edad adulta. Retrata una generación enfrentada al desastre. Esa comprensión global de los lenguajes de su propio tiempo, ya fuesen simbólicos o culturales, lo convirtieron en universal.
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