Muchas personas perciben el silencio como una toma de postura. Sin embargo, compartir publicaciones sobre el conflicto entre Israel y Hamás puede tener costos para los usuarios
LAS REDES SOCIALES Y LA GUERRA
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 Emma Goldberg, Sapna Maheshwari, Yiwen Lu

Deb Perelman, una autora de exitosos libros de cocina y la creadora de Smitten Kitchen, tiende a enfocar sus publicaciones de redes sociales en su trabajo; es decir, recetas de pasta o galletas con chispas de chocolate. Sin embargo, días después del ataque de Hamás a Israel, calificó la violencia como “repugnante” en Instagram y expresó horror por “la muerte y la destrucción que afectarán a ambos bandos”.

Después, publicó sobre su sobrina recién nacida y un día recolectando manzanas con sus hijos. Sus mensajes directos se saturaron de inmediato con respuestas repletas de ira.

“¿Cómo puedes publicar un par de párrafos y luego seguir hablando de tartas de manzana? Eres judía”, le comentó un usuario. Otro cuestionó por qué ella “nunca tuvo un remordimiento de conciencia” acerca de los “70 años de ocupación brutal”. Alguien más le exigió que comentara más y añadió que Perelman se veía “exactamente como una de las rehenes en Gaza que están siendo torturadas y violadas”.

“La indignación en mis mensajes directos fue inédita”, dijo Perelman en una entrevista, y agregó que, antes de que se pronunciara sobre los ataques, ya había recibido una cascada de mensajes que criticaban su “silencio”. “Había un sentimiento de que estaba condonando un genocidio, de que no lo llamé genocidio cuando ocurrió o de que no usaba un lenguaje suficientemente incendiario”.

Personas que trabajan en diferentes industrias —desde influentes famosos en línea hasta aquellas con perfiles en línea mucho menos prominentes, incluidas personas que se dedican a enseñar yoga, el diseño de interiores, así como a la tecnología y los bienes raíces— dijeron en entrevistas que enfrentaban la expectativa de compartir sus opiniones sobre la guerra. La presión la ejercen sus amigos y seguidores, ya sea de manera explícita o sutil. Muchos ven el silencio como una postura en sí misma.

No obstante, afirmaron que se dieron cuenta de que publicar algo al respecto tenía un precio, como expresiones de indignación y ataques personales, entre otras reacciones. Es particularmente complejo para las personas, como Perelman, cuyo sustento depende de hacer publicaciones constantes sobre temas que no suelen tocar la política.



Algunas de las personas que han respondido de manera pública a la guerra, en especial en apoyo a un Estado palestino, han enfrentado repercusiones profesionales, entre ellos, integrantes de grupos estudiantiles de la Universidad de Harvard, cuyos datos personales fueron expuestos públicamente cuando publicaron una carta abierta en la que se culpaba a Israel después de los ataques de Hamás. El editor de Artforum fue despedido después de que el personal de la revista publicara una carta abierta que apoyaba la liberación palestina y la editora jefa de Harper’s Bazaar enfrentó peticiones de presentar su renuncia después de decir que el corte de agua y electricidad a los civiles en Gaza era “lo más inhumano que he visto en mi vida”. Poco después, se disculpó.

“Ves muchas publicaciones y videos que dicen: ‘Tu silencio es ensordecedor’, y es muy difícil responder a eso”, dijo Phoebe Lind, de 24 años, quien trabaja en una empresa emergente de energía en Washington. Todavía no ha compartido en línea sus opiniones sobre la guerra, aunque está sopesando hacerlo.

Por supuesto, muchas personas consideran que es sumamente importante publicar un comentario sobre la guerra en redes sociales. Hacerlo demuestra apoyo a las comunidades que están siendo perjudicadas y puede educar a sus seguidores, tal vez influir en quienes toman las decisiones y ayudar a procesar emociones complejas.

Las cuentas de redes sociales ya se han centrado muchas veces antes en eventos noticiosos importantes. Sin embargo, el conflicto israelí-palestino es un tema singularmente espinoso y polarizante para comentar en línea; en especial para aquellos que no conocen la región ni su historia o que todavía están formando sus opiniones.

Maddie Coppola, de 25 años, es una diseñadora de interiores de Nueva York que suele usar Instagram para seguir las tendencias de diseño y enterarse de nuevos restaurantes. En las últimas dos semanas, el contenido con el que se encuentra se ha bifurcado: algunos amigos publican su “apoyo a Israel” y otros publican infografías sobre la crisis humanitaria en Gaza.

Coppola mencionó que ha evitado involucrarse en debates en las redes sociales porque ha tenido dificultades para encontrar información confiable sobre el conflicto y siente que sus propios puntos de vista están en evolución. También le preocupa causar disgustos entre amigos o colegas con sus publicaciones.

“No quiero incorporar esto a mi vida laboral. Tienes que tener mucho cuidado, en especial cuando no sientes que sabes mucho sobre lo que está pasando”, afirmó Coppola.

Para algunos, la complejidad y magnitud del conflicto pueden parecer casi imposibles de resumir en publicaciones en Instagram y X. Muchos sienten que sus amigos o familiares quieren que publiquen o compartan alguna indicación de sus inclinaciones políticas, pero afirman que cualquier cosa que decidan compartir no capturaría la profundidad de sus emociones o puntos de vista.

“El debate actual sobre el tema se siente muy reduccionista”, afirmó Andrey Romanov, quien trabaja en el departamento de comunicaciones para una universidad. “No hay lugar para matices”.

Nazhath Faheema, quien es musulmana y trabaja en una organización benéfica interreligiosa en Singapur, dijo que estaba profundamente consciente del impacto del conflicto en las comunidades musulmana y judía. Relató que personas de ambas religiones le estaban pidiendo que publicara sobre la guerra en las redes sociales, y le enviaban imágenes gráficas. Faheema, de 38 años, dijo que algunos usuarios la habían troleado al preguntarle: “¿Eres siquiera musulmana?”.

Faheema optó por escribir una publicación sobre su decisión de mantener sus opiniones en privado mientras se tomaba el tiempo para procesar sus emociones.

“No puedo expresar con palabras el dolor que he sufrido” al decidir publicar sobre el tema, dijo. “Preocuparme por saber qué amigo no será mi amigo, preocuparme por quién me atacará e incluso preguntarme: ¿la gente pensará que simplemente soy una mala persona?”.



La velocidad con la que se mueven los ciclos de las redes sociales puede generar presión para publicar noticias sobre eventos apenas unas horas después de que ocurren, a veces antes de que se conozcan muchos hechos sobre lo que sucedió. Esto se complica por el hecho de que en Facebook e Instagram, la función Historias desaparece tras 24 horas, lo que impulsa a las personas a seguir publicando contenido nuevo.

“Los lugares como Instagram no están diseñados para el activismo; están diseñados para que las personas interactúen con anuncios para que las corporaciones puedan ganar dinero”, dijo Minaa B., trabajadora social y escritora con más de 270.000 seguidores en Instagram, quien usa ese nombre a nivel profesional. “El objetivo es que sigas publicando y que te mantengas participando mediante la publicación continua”.

“No es un espacio para los matices”, afirmó, y agregó que no hizo publicaciones sobre la guerra. “No es un espacio que suela cultivar el diálogo sano en una conversación”.

Al ver la reacción negativa que han recibido las personas que han compartido su opinión abiertamente, algunos usuarios de redes sociales están haciendo publicaciones francas con la esperanza de que los miembros de sus comunidades en línea se sientan más seguros y cómodos al revelar sus propios puntos de vista.

“Muchas personas en LinkedIn no se expresan porque piensan: ‘Oh, esta es una red profesional’”, dijo Agneez Kang, de 37 años, quien busca empleo después de trabajar en el sector minorista. Kang utiliza su perfil de LinkedIn para manifestar su preocupación por las muertes de civiles en Gaza, lo que aseguró que le parece importante al ser una “mujer de color”.

“Publiqué mi comentario a sabiendas de que podría afectar mis posibilidades laborales”, añadió Kang. “No quiero trabajar para una empresa que no valora la libertad de expresión y me sancione por hablar sobre un tema importante”.

Perelman dijo que no se arrepiente de haber comentado sobre el conflicto. Señaló que en este entorno social, “si la gente va a estar furiosa conmigo por algo que cree que pienso, prefiero que esté furiosa conmigo por cosas que realmente pienso”.

Perelman compartió su experiencia con los mensajes de odio en Instagram y la usó como un llamado a hacer donaciones para World Central Kitchen, una organización global sin fines de lucro que entrega comidas recién preparadas a personas necesitadas durante las crisis, con lo que recaudó más de 180.000 dólares. Perelman aseveró que, para ella, eso demostró que la gente quería convertir su energía impotente y frustrada en algo productivo.

“Cuando eres una figura pública y tienes tus mensajes directos abiertos, es normal que recibas muchas cosas como estas”, dijo. “Siento empatía hacia las personas, hacia todos nosotros, quienes estamos sufriendo y no sabemos qué hacer con esta frustración, solo desearía que la gente entendiera que gritar en los mensajes directos de una autora de libros de cocina no va a hacer que los rehenes regresen a casa”.



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