Mi maestro Michael Laitman nos ha repetido hasta el cansancio que mientras Israel no se mantenga unida, no habrá paz en el mundo
AMALEK (עֲמָלֵ֑ק)
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Óscar Reyes Matute

Y que si Israel se divide, si los israelitas pelean entre sí por sus intereses egoístas, sus enemigos internos y externos se sentirán fortalecidos e intentarán destruirla en cada generación.

Cuando esto ocurre, dado que Israel y Jerusalén son el centro energético del mundo, el ombligo de la Creación, pues la guerra no sólo se desata contra Israel sino que, de manera increíble, se incrementan los conflictos bélicos y los cataclismos naturales en el resto del mundo.

Cada día que pasa, pareciera que las historias que los cabalistas cuentan desde hace siglos finalmente ocurren en el mundo, ante nuestros ojos, como si los cabalistas hubieran escrito el guión y el mundo lo escenificara. Más que escribirlo, los cabalistas lo leen, lo decodifican de los libros sagrados: Dios, la Creación, el Gran Algoritmo, como queramos llamarlo, es quien lo escribe. Por eso, ya el Gaón de Vilna adirtió que toda la historia de la Humanidad, desde el primer soplo de la Creación hasta el fin de los tiempos, está encriptado en la Torah.

Como sabemos, la representación icónica, histórica, religiosa, cabalística del mal y la impiedad, siempre ha sido Amalek, el primero que atacó a Israel luego de salir de Egipto, por lo que enfrentarlo es un mandamiento, una mitzvá, la 604 según Maimónides en su clasificación del Sefer Hamitzvot, basada en Deuteronomio 25:19: "Borrarás la memoria de Amalek de debajo del cielo; no lo olvides."

Hasta que llegue la era del Masiach, Amalek reaparecerá en cada generación, en el momento en que Israel se divida, y que olvide su rol de ser la lámpara del mundo, a partir del precepto "Ama a tu prójimo como a ti mismo", que empieza por casa, con tu vecino, por los israelitas mismos, hasta llegar al último bosquimano en las planicies del Kalahari y el último yanomami al sur del Orinoco.

Dirá el cabalista parafraseando al Creador: "Sí, te he dado ese privilegio, hablas conmigo cara a cara, eres mi pueblo elegido, vives en una tierra que mana leche y miel, pero no olvides tu responsabilidad con los demás, con el resto de tus hermanos y las 70 naciones."



Laitman señala que históricamente, la unidad de Israel se logra cuando hay una catástrofe, cuando algún enemigo externo amenaza su existencia, como durante las guerras que se han desatado contra la nación desde 1948. Ni qué decir que la división y el odio interno aceleraron la caída del segundo Templo, en el año 70 de la EC, cuando, según los relatos de Flavio Josefo, más de 1 millón de judíos fueron asesinados, y miles esclavizados. Tito no sintió admiración ni respeto por los judíos en Jerusalén, como lo sentiría Lucio Flavio Silva al tomar Masada tres años más tarde. Tito sentía pena al ver aquel pueblo tan dividido, que se traicionaban y entregaban unos a otros. Cumplió su labor de Amalek: saqueó y quemó el templo, destruyó la ciudad, y sobre sus ruinas construyó una que bautizó como Philistinia. Todo lo demás es historia harto conocida entre nosotros, la diáspora de casi 2.000 años hasta la redención en el 1948 de la EC luego de la Shoá.

Laitman constantemente nos recuerda que apenas hay un interludio de paz y prosperidad, pues las disputas internas se desatan, la división campea, y energéticamente se desbalancea el sistema, el algorito secreto que rige el mundo, no sólo Israel.

Dirá Laitman, hasta ahora, el Creador sólo ha encontrado una manera de devolvernos al equilibrio y la unidad, y es dándonos una bofetada, desatando una guerra, una amenaza como la que se inició el fin de semana pasada, durante la Simjat Torah.

Enseguida, se ha unificado nuevamente el pueblo de Israel contra sus enemigos, como un solo hombre, como un puño de acero. Vamos gestos increíbles de heroismo y solidaridad que nos estremecen hasta las lágrimas.
Israel vencerá, de eso no hay duda.

Pero, ¿cómo lograr esta misma unidad en tiempos de paz? Es una pregunta que le conviene no sólo a Israel, sino el resto de las naciones, si seguimos el análisis cabalístico expuesto hasta aquí.

Todos los cabalistas que consulto, Laitman, Mario Saban, Ari Loberfeld, señalan dos puntos cardinales:
1.- Elevar el nivel de conciencia mediante el estudio, la meditación, la cabalá (o cualquier disciplina o techné espiritual que usted elija, diría yo)
2.- Reenfocar el ego, corregirlo de ser una máquina de deseos, de sólo pedir para sí mismo, para convertirlo en una máquina de pedir para todos, para co-crear el mundo, un motor para buscar la conexión con los demás seres humanos y con el cósmos entero, con cada partícula de la Creación.

Esa sería la techné, y si les suena como una paráfrasis del tiempo del Masiach, pues es correcto, porque esa sensación, esa intencionalidad, esa corrección o teshuvá, es lo que entiende Laitman como época del Masiach. Mesías no una especie de Supermán descendiente de David que va a gobernar y salvar el mundo con sus superpoderes, sino una generación, un estado del ser, una nueva condición del ser humano. De todos los seres humanos.

No podemos escapar de esa búsqueda, de ese camino, es ineluctable. Cada vez que nos ponemos frívolos, consumistas, ciegos ante el dolor ajeno, pensando que no pasa nada, viene el Creador y nos abofetea.

El camino es largo, es cíclico, pero en una espiral ascendente, que no repite exactamente los acontecimientos, pero sí las estaciones. No es casual que esto ocurra justo cuando comenzamos a leer la porción del Bereshit, y tan cerca de Rosh HaShaná.

Nos queda este año por delante, y el resto de nuestra vida, mientras ese mismo Creador, algoritmo o como queramos llamarlo, nos mantenga sobre esta tierra.

We Stand for Israel.


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