Las recientes elecciones generales de España, han puesto nuevamente de relieve el tema el conflicto catalán
EL NACIONALISMO Y EL PROCÉS EN CATALUÑA (I)
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Manuel Salvador Ramos

La DIADA de Cataluña tiene lugar cada once (11) de septiembre y se ha constituido como Fiesta Nacional en esa comunidad autónoma. En esa fecha se recuerda un acontecimiento histórico que sucedió en Barcelona cuando se firma la capitulación de Carlos de Austria, dada la victoria de las tropas de Felipe V de Borbón. Desde ese momento, la institucionalidad catalana quedó abolida tras la promulgación del denominado Decreto de Nueva Planta el año 1716. Hoy el destino gubernativo no de Cataluña sino de España, parece estar en las manos de un catalán que por razones políticas reside en Bélgica, y de los seis diputados electos al Congreso de Diputados representando al partido Junts per Catalunya, organización que él lideriza. Siete personas son portadoras de la llave para abrir la compuerta del futuro inmediato del país entero y ello tiene algo de teatral porque precisamente, sin recato alguno y sin ningún rubor, ese minúsculo grupo se ha declarado rival (y de hacho enemigo) de España.

Hay algo de trabalenguas en las últimas líneas del párrafo anterior, por lo que necesitamos pasearnos brevemente por la historia a fin de entender objetivamente la conjugación de hechos y acontecimientos. Como puede decirse en lenguaje coloquial, “todo proviene de lejos” y la situación actual solo puede comprenderse si se analiza su génesis y desarrollo; es decir, el significado del catalanismo político que nace a fines de siglo XIX, se afianza en el siglo XX cuando en 1932 se aprueba el Estatuto de Autonomía de Cataluña (también conocido como Estatuto de Nuria), sobrevive débilmente durante el franquismo, se reafirma en la Transición con el Estatuto de 1979, y luego se consolida con la reforma del año 2006. La denominada “construcción nacional Cataluña”, bandera de los gobiernos sucesivos de Jordi Pujol entre 1980 y 2003, da forma a un ideario a través del cual se privilegia el sentido de Nación y Patria, diferenciando ambos de la noción Estado, lo cual permite construir un vínculo sostenible y perfectible entre Cataluña, región en la cual según esa visión se asienta la patria, y España como Estado Federal.
 
A fines de 2003, luego de terminar el ciclo gobernante del CiU, el movimiento catalanista va absorbiendo y asimilando el mensaje del independentismo, el cual ya había venido siendo pregonado como línea estratégica fundamental por parte de la Esquerra Catalana (ERC), la Izquierda Unida (IU) y otros grupos de izquierda asociadas a las organizaciones sindicales influenciadas por el anarquismo.En ese marco político, el Partido Socialista de Cataluña, federado al PSOE, mantenía su adhesión dual al autonomismo y a la vigencia de Cataluña como nación, pero sin expresar beligerancia a su status dentro del Estado Español. Esta coalición de organizaciones es la que con diversas acciones tácticas va conformando el cuadro radical que se demarca sucesivamente, primero desprestigiando y atacando frontalmente a España (2004- 2012), y después intentando constituirse en un Estado separado mediante la vulneración sistemática del derecho vigente y la rebelión institucional de la Generalitat (2012 hasta hoy).



DEL NACIONALISMO AL INDEPENDENTISMO

El primero de los gobiernos de ese período postpujolista fue el presidido por Pascual Maragall y duró hasta el referéndum estatutario de 2006, oportunidad en la cual se disolvió el parlamento catalán y se convocaron nuevas elecciones. De esa coyuntura emergió el gobierno presidido por José Montilla, “un nativo de España”, militante del PSC, el cual se extendió hasta fines del año 2010, cuando fue sustituido por Artur Mas, una singular figura que con la fuerza de su retórica populista llego a encabezar el gobierno entre el 2010 y el 2016. Fue en ese período donde la estrategia política de la coalición gobernante logró sembrar el ánimo independentista en la sociedad catalana y de ello dan muestra todos los sondeos de opinión. En ese momento de la evolución política en España y mas concretamente en Cataluña, el nacionalismo identitario de Pujol dejo de convencer a la sociedad catalana sobre la factibilidad evolucionista para lograr la independencia. Había entonces que encontrar razones más allá del ideario nacionalista para motivar y conquistar los nuevos segmentos sociales y en ese orden jugó un gran papel el mensaje estratégico de la ERC: “no somos nacionalistas identitarios, no somos continuadores del viejo nacionalismo pujolista; somos simplemente independentistas porque es lo más conveniente para los catalanes.” Este rumbo toma fuerza basándose en dos argumentos quizás poco fundamentados desde un punto de vista racional, pero que lograron influenciar a la opinión pública. El primer argumento, de carácter económico, expresaba que debía cambiarse el sistema de financiación de la Generalitat, algo que parecía razonable y que ciertamente se llevó a cabo mediante la reforma del 2009, en la que tuvo un papel decisivo el gobierno catalán, especialmente el consejero de Hacienda Antoni Castells, destacado miembro del PSC. Pero la campaña para esta reforma se apuntaló en un mensaje netamente político cuya finalidad era la incitación al odio contra España. Mediante unas estimaciones financieras que después resultaron deliberadamente mal calculadas, se llegó a conclusiones infamantes. “Aun con las reformas, España nos roba”; “Cataluña está sometida al expolio fiscal del Estado español”. Con estas falsas razones, a aquello de la “nación identitaria” que daba derecho a un Estado propio de acuerdo con las teorías soberanistas, se le sumaba ahora la “nación discriminada” por el Estado Español, argumento que nada tenía que ver con lo identitario sino con razones mucho más materiales y tangibles que repercutían en todos, también en aquellos cuyos orígenes no eran catalanes pero que residían en Cataluña; se ponía en juego aquel refrán popular que habla de “meterme la mano en el bolsillo”. Los contingentes ciudadanos se adherían a tal pregón porque estaban indignados y daban por buena esta manipulación instrumentada a través de cálculos inexactos, ya que las mismas se asentaban en expresiones numéricas deformadas por la crisis económica general que aquellos años no solo se vivía en Cataluña sino en toda España.



El segundo argumento fue la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto (STC 31/2010) que declaró nulos por inconstitucionales algunos de sus artículos y válidos otros en el caso de que fueran interpretados de acuerdo con la doctrina del alto tribunal. El independentismo, incluso el mismo Gobierno de José Montilla, descalificó de inmediato la sentencia. Él mismo, nada más hacerse público el fallo de la sentencia y sin conocerse aún sus fundamentos jurídicos, propuso que se convocara una protesta callejera que luego dio lugar a una gran manifestación. En ese momento, desde el independentismo y sus aleros, los cuales eran ya muy extensos y llegaban incluso hasta sectores socialistas, se alegó sin dar razón alguna que dicha sentencia implicaba la ruptura de un supuesto pacto entre Cataluña y España plasmado en la Constitución, “…ya que la resolución del TC vulneraba abiertamente el mismo al ir más allá de sus competencias por razones puramente políticas…” A partir de este presupuesto, la justificación que muchos utilizaron para dar un paso hacia el independentismo fue que si “ellos” rompen el pacto constitucional “nosotros” también y, por tanto, como nos impiden otras salidas; no nos queda entonces otro camino que exigir la independencia.Todo ese caudal de elucubraciones se producía, la mayor de las veces, sin haber leído la sentencia o, aún habiéndola leído, sin posibilidad alguna de entenderla, dado que para ello había que estar cabalmente preparado. Por cierto, es importante destacar con respecto a la propalación de estasfalaciasque un notable catalán como el hoy canciller Europeo Joseph Borrell es junto con el empresario Joan Llorach, autor de un libro llamado Las cuentas y los cuentos de la independencia. Allí se analizan y por supuesto se dejan al desnudo, los argumentos políticos y económicos que los independentistas han empleado. Allí, con gran rigor intelectual, desenmascaran la charlatanería populista de Artur Mas y Oriol Junqueras (ERC), quienes en aquellos momentos eran los epígonos del separatismo. Borrell y Llorach consiguieron combinar el análisis técnico con la claridad expositiva de manera que el lector profano logrra comprender algo en principio tan abstruso como los procedimientos de medición de las balanzas fiscales de las comunidades autónomas. Demuestran hasta qué punto Mas y los suyos utilizaban datos falsos. Por ejemplo, no es cierto que Alemania publique las balanzas fiscales de sus landers, ni que el déficit fiscal de los más ricos (es decir su contribución solidaria al bienestar general) tenga un límite fijado por ley en un porcentaje de su PIB. Tampoco es cierto que el déficit fiscal de Cataluña sea excepcionalmente alto en relación con lo que ocurre en otros países de estructura federal, ni que pueda estimarse en los famosos 16.000 millones de euros que supuestamente Cataluña tendría disponibles en el momento en que se separara de España.

Pero fue en el terreno jurídico donde se llegó al surrealismo rayano en cinismo cuando se sostuvo que la sentencia era contraria al mas alto principio democrático.Habiendo sido aprobado el texto integral del Estatuto por referéndum del pueblo catalán (2006), nada ni nadie podía modificarlo.La voluntad del pueblo era suprema y un cuerpo de magistrados, “…ni siquiera electos directamente por el pueblo..”, no podía nunca declarar nulas una normas derivadas de esta suprema voluntad popular. A partir de allí, comenzó a cundir la peligrosa teoría, de claros tintes populistas, según la cual la voluntad de los ciudadanos, desligada de las reglas jurídicas que la autolimitaban, primaba sobre la Constitución y el resto del ordenamiento jurídico. Así pues, la democracia como voluntad directa del pueblo iba por un lado, y el Derecho como ordenamiento derivado de la voluntad de los representantes del pueblo, iba por otro. La democracia directa se imponía sobre la democracia representativa. Ni mas ni menos, que un ataque nuclear contra la democracia constitucional.

Aparte del rechazo a la sentencia del Tribunal Constitucional por considerarla democráticamente ilegítima, surge entonces el famoso “derecho a decidir” de los catalanes, distinto al “derecho de autodeterminación”, del cual era evidente que Cataluña no era titular de acuerdo con la regulación de éste en los tratados y demás acuerdos de Naciones Unidas.

Además de todo lo dicho, no debe obviarse que todo transcurría en el contexto de una grave crisis económica que exigió muchos sacrificios a las clase medias y trabajadoras, y ello sin duda favoreció el mensaje del independentismo. Al lema de “España no nos sirve” se añadía un sonoro complemento explicativo: “mirad cómo está en crisis el Estado español, cómo la Unión Europea impone sus políticas económicas, cómo España es una rémora para Cataluña y necesitamos un Estado propio, independiente y soberano…”.



Durante esos años la semilla de la discordia fue abonada con una propaganda sin fundamentos serios y ello, visto en perspectiva,podría ser suficiente para explicar la intensificación de la ofensiva independentista en Cataluña a partir de setiembre de 2012. Para observadores superficiales era sorpresivo el giro ascendente de la lucha independentista; sin embargo, visto desde dentro y revisando minuciosamente las historicidad de los hechos, no se trata meramente de una cuestión que pueda reducirse al plano meramente político, racional y normativo, sino también a otros más complejos y de más difícil desentrañamiento Estos otros planos están enmarcados, obviamente, en los ámbitos sociales y culturales, pero también en lo simbólico y sentimental; es decir, en el plano de las emociones y de las creencias, lo cual genera una penetración irracional en los espíritus y se arraiga allí de forma que puede ser definitiva. Esta precisión la hacemos porque nuestra tendencia como “exploradores de la historia” es usar la narrativa esquemática como instrumento esencial del análisis histórico. Como tales, caracterizamos principalmente la parte mas subjetiva de las expresiones políticas para comprender cabalmente las producciones discursivas de una determinada época y así valorar mas eficazmente la valoración los enfrentamientos simbólicos que están detrás, el animus real, de los proyectos manejados por los actores que se mueven en los distintos niveles del entorno. La dimensión subjetiva de la política es un basamento esencial, no solamente complementario o adicional, para acercarnos al pasado y así captar con mayor fidelidad las expresiones provenientes de las otras esferas del quehacer.


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