El análisis secuencial de la Transición española nos muestra verdades que con más frecuencia de lo esperado refleja imágenes convulsas
ESPAÑA DEMOCRÁTICA: UN CAMINO SERPENTANTE (III)
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Manuel Salvador Ramos

Es innegable el saldo altamente positivo de ese período enmarcado dentro del lapso 1975-1982, pero hay un desacertado (o más bien interesado) empeño en construir balances simplistas en cuanto a las circunstancias y los acontecimientos. Los nudos históricos no se desatan de forma mágica ni al compás de estribillos cursilones, así que al revisar crudamente hechos del día presente llegamos a entender como los atamientos siguen siendo tales.

INTENTO DE GOLPE DE ESTADO DEL 23 DE FEBRERO DE 1981

El 23 de febrero de 1981, un contingente de la Guardia Civil al mando del teniente coronel Antonio Tejero, toma el Congreso reteniendo al Gobierno y a los diputados. Jaime Milans del Bosch, capitán general de la Tercera Región Militar, toma la ciudad de Valencia y decreta el Toque de Queda. Era, al fin, la concreción de las distintas amenazas conocidas en aquellos años. Durante todo el período transicional había existido el peligro del intervencionismo militar, habiéndose sorteado el mismo gracias a la habilidad del Adolfo Suarez y al hecho de que el Rey era el sucesor designado en el régimen pasado. En todo caso, en cada uno de los distintos episodios, los militares más proclives a la conspiración solo fueron apartados de los puestos claves y no perseguidos.

Es ya el 24 de febrero cuando el Rey dirige un mensaje televisivo a los españoles. A las 1,14 horas de la madrugada, se hace oír con un mensaje en el cual exhorta al mantenimiento del orden institucional votado por el pueblo español. El capitán general de Valencia, Milans del Bosch, tras escuchar el mensaje del Rey, ordena la retirada de las tropas de la ciudad. El Gobierno y los miembros del Parlamento son liberados después de diecisiete horas de secuestro, pero aquel Juan Carlos I, exaltado en los medios por “su firmeza”, se nos presenta hoy como un ser humano éticamente inconsistente y esas flaquezas que están al descubierto bien podrían cotejarse con aquel rumor sobre las relaciones de la Casa Real y los militares golpistas a través del General Alfonso Armada.
 
Ahora bien, la intentona de Tejero no podemos enfocarla como un episodio aislado propiciado por militarotes trasnochados. Las corrientes de opinión más intransigentes del franquismo terminaron diferenciándose nítidamente del postfranquismo con su aglutinamiento alrededor de la revista Fuerza Nueva (1973) y la dirección de la Falange, manifestando su pujanza con la actuación de los Guerrilleros de Cristo Rey, comandos incontrolados que pretendían resucitar la España de 1936. Junto a ellos se encontraban los Tradicionalistas y la Confederación Nacional de Excombatientes, quienes formaron la coalición Alianza Nacional del 18 de julio y en las elecciones de junio de 1979 lograron elegir a Blas Piñar como diputado.

EL GOBIERNO DE LEOPOLDO CALVO SOTELO

El 25 de febrero de 1981, a escasas veinticuatro horas del fracasado golpe, se procede a la votación de investidura de Leopoldo Calvo Sotelo y así, el 26 de febrero, jura su cargo como presidente del Gobierno. Inmediatamente decide la adhesión de España a la OTAN, lo que provoca el rechazo de la izquierda, en la cual, con táctica propia, participa el PSOE. Asimismo, el 1° de julio, firma la Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico (LOAPA) ante la oposición frontal de todos los partidos nacionalistas. El pacto pretendía cerrar definitivamente el problema autonómico, pero solo sirvió para minar la escasa credibilidad que Calvo Sotelo comenzaba a tener entre sus propios partidarios, acuciados por las protestas de los bloques políticos nacionalistas. Buena prueba de la debilidad del pacto fue la sentencia dictada por el Tribunal Constitucional en 1983 (ya con el PSOE en el poder), mediante la cual quedaban invalidados 14 de los 38 artículos, amén de considerar a la Ley como no orgánica y por lo tanto de menor rango que los Estatutos de Autonomía.

El 22 de junio de 1981, el Congreso de los Diputados aprueba el proyecto de Ley de Divorcio. Esta se consideró como una de las más progresistas de Europa, pasando por encima del rechazo descomunal de la jerarquía católica y de la oposición de los democristianos de la UCD.

El 27 de octubre de 1981, el Pleno del Congreso rechaza, con el apoyo de UCD y AP, las propuestas de la oposición de someter a referéndum el ingreso de España en la OTAN, por lo que el 29 de octubre se aprueba, con 186 votos a favor y 146 en contra, el proceso de adhesión de España en la OTAN. El 10 de diciembre de 1981, los quince países miembros de la OTAN firman en Bruselas el protocolo de adhesión de España. El 30 de mayo de 1982, España firma el protocolo de adhesión a la OTAN, convirtiéndose en el decimosexto país miembro de la organización.

El 28 de julio de 1982, Adolfo Suárez abandona UCD y renuncia a su escaño en el Congreso y dos días después, el 31 de julio, presenta a su nuevo partido, Centro Democrático y Social (CDS).

El 27 de agosto de 1982, se publica el decreto de disolución de las Cortes y se convocan elecciones generales para el 28 de octubre de 1982. A estas elecciones legislativas, el Partido Socialistas Obrero Español (PSOE) se presentó bajo el lema “Por el cambio” y así obtuvo una aplastante victoria socialista con diez millones de votos, casi la mitad del electorado. Ello lo lleva a obtener 202 escaños y a alcanzar la mayoría absoluta, dejando al resto de las formaciones políticas con la siguiente distribución de escaños: Alianza Popular, 107 escaños; Convergencia i Unión (CiU), 12 escaños; Unión de Centro Democrático (UCD), 11 escaños; Partido Nacionalista Vasco (PNV), 8 escaños; Partido Comunista de España (PCE), 4 escaños; Centro Democrático y Social (CDS) y Herri Batasuna (HB), 2 escaños cada uno; Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y Euskadiko Eskerra (EE), 1 escaño cada uno. (Fuente: HISTORIA 16, “La España del desarrollo”. Colección Historia Universal)

El 25 de noviembre de 1982, el Rey inaugura la nueva Legislatura de las Cortes y propone a Felipe González como candidato a la Presidencia del Gobierno. El 1° de diciembre, el Congreso de los Diputados elige a Felipe González Presidente del Gobierno, con 207 votos a favor, 116 en contra, 2 abstenciones y cinco ausencias.

¿QUÉ DEJÓ LA TRANSICIÓN?

Cuando hemos hablado de 1982 como punto final del proceso que se inicia con la muerte del Francisco Franco, es porque allí se manifiesta un hecho sustantivo dentro del régimen político como fue la victoria aplastante del PSOE y ello sucede no como una consecuencia lineal del acontecer iniciado en 1975 sino por el entrecruzamiento de factores y realidades conflictivas.


 
Este punto de vista matiza las “valoraciones de incienso” y la tendencia si se quiere hiperbólica a través de la cual se juzga la Transición en opiniones y en libros. Como dijimos anteriormente, cualquier nudo histórico nunca llega a liberarse en su totalidad y solo la secuencia del quehacer va despejando las zonas oscuras del pasado si de ellas se extrae un verdadero interés para construir lo nuevo. Nuestro interés en mostrar -casi episódicamente- los acontecimientos cruciales del período en cuestión, ha tenido, en primera instancia, un propósito básico como es ilustrar sobre realidades que se han quedado atrás y por ende son olvidadas, pero el objetivo real de nuestra narrativa es asociar la conformación del cuadro político-histórico que devino de ese septenio con la dinámica política que hoy vive España. Por ejemplo, cabe preguntar por los logros que pueden haberse derivado del poder inmenso que la sociedad le otorgó al PSOE en 1982.A todo evento, antes de adentrarnos en esa tarea crítica, queremos cerrar esta nota con unas consideraciones muy a tono con lo que hemos expresado. Podemos no coincidir con algunos componentes de su tono, pero ella deja claro como las raíces de la negatividad pueden dar frutos mucho después de haberlas disecado

“La Transición no fue un fracaso y nadie, so pena de ceguera y/o mezquindad manifiesta, puede controvertir el balance en azul. Pero ese reconocimiento no puede obviar que dejó múltiples deudas pendientes. La principal de ellas fue no llevar a cabo un proceso de descrédito sistemático e irreversible que desnudase las miserias del franquismo. Por lo que vemos ahora, fuimos espectadores de una postura coyuntural, provisional.

(…)
Aquí nunca hubo nada parecido a la desnazificación de Alemania y seguimos arrastrando ese lastre político. Lo ocurrido con la derecha española vinculada al franquismo no es, en todo caso, un hecho excepcional: el franquismo fue derrotado políticamente en 1977, pero sus secuelas, su legitimidad, su inercia, su crédito moral han seguido vivos en amplias capas de la población, del mismo modo que el racismo esclavista fue derrotado políticamente en la Guerra de Secesión norteamericana, pero su fuerza vejatoria y destructiva ha permanecido durante largos decenios, hasta que el movimiento de los años sesenta por los derechos civiles consiguió la proeza política de desacreditar social y moralmente unas tesis que habían sido derrotadas un siglo antes.

La aquiescencia moral ante el franquismo de una gran parte de la sociedad española y de casi toda su élite política de derechas es un hecho políticamente crucial. No se trata de que la mayoría o incluso el grueso de los votantes del PP sean franquistas, que no lo son; se trata de no considerar importante, ni por supuesto necesario, un descrédito moral sistemático e irreversible del franquismo.» [Antonio Avendaño: “Epístola moral a propósito de la muerte de Fraga”, en Público.es, 18.01.2012]

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