Una pequeña nota en homenaje a quien nos dejó un legado literario empático con las preocupaciones del hombre contemporáneo
TEDDY Y LA MUÑECA DE KAFKA
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Waleska Perdomo Cáceres

Una mañana, revisando las cámaras de seguridad, me percaté de una disonancia en el paisaje. Veo un pequeño objeto rosado que resalta entre el verdor del paisaje. Afino los lentes, hago zoom a la cámara: es un osito de felpa recostado en el banco del parque. ¿De quién será?.
 
Con cierta solemnidad me dirijo al chat del edificio:

“Buenos días, estimados vecinos. Al Papá o la Mamá de Teddy: que se quedó anoche en el Parque”. Nadie responde.

Se cuela el café, mientras cocino el desayuno. Sigo pensando en Teddy. Y de repente recuerdo el cuento de la muñeca de Kafka. Ésta historia relata que paseando por un parque en Berlín, Kafka se encuentra a una niña llorando porque había perdido a su muñeca. Al ver esto, él se ofreció a ayudarla a buscarla, pero no apareció. Por lo que le contó a la niña, que seguramente su muñeca, se había ido de viaje alrededor del mundo. Pero que no temiera porque iba a tener noticias de ella, seguro le relataría sus aventuras por las cartas que le traería un cartero que él conocía, el flamante de las muñecas viajeras.

Fué así como Kafka y la niña se reunían algunas tardes para leer las aventuras de la muñeca viajera, con el pasar del tiempo. Decide comprarle otra muñeca, obviamente que la vería distinta. No es la misma. Así que la muñeca trajo una nota que decía: “Mis viajes me han cambiado”. Muchos años más tarde consiguieron otra nota dentro de la muñeca que decía: “Cada cosa que amas es muy probable que la pierdas, pero al final, el amor volverá de una forma diferente”.



Fueron minutos. De repente, me invade la ternura, al recordar está pequeña historia. Pero sigo con curiosidad por saber a quién pertenece Teddy. Ese día, tocaba jardinería. Bajo rápido al parque, recojo al oso. Lo guardo. Dejo entrar al jardinero. Empiezo a dar instrucciones para que todo quede bonito, bien cortado para que dure porque “está lloviendo mucho”.
 
Baja mi vecina, la que siempre está apurada y quiere todo para ya. También conversó con el jardinero:
 
- Saque ésta mata, ponga aquella, corte bien el árbol y deje bajita la grama. En medio de la conversación, interrumpo:

- “Oye, anoche se quedó un Osito en el Parque.”

- Es de mi hija, replica el jardinero. Pensé que lo había perdido en el autobús.


¡Por fin consigo a la dueña de Teddy!, exclamé.

Busco al pequeño oso rosado, lo entrego y me quedo pensando: Teddy también podría haber vivido grandes aventuras, como la muñeca de Kafka. Dando vueltas por el mundo o simplemente podría haber disfrutado de una noche de juegos en nuestro parque. Lo cierto es que me quedo con la frase: cada cosa que amas es muy probable que la pierdas, pero al final, el amor volverá… en este caso: intacto.

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