Los venezolanos necesitamos una democracia de debate, de libertades
¿QUE HICISTE BENEDETTI? COMO DICE EL DICHO: “BORRACHO NO VALE”
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Kico Bautista

Lo ocurrido con Henrique Capriles en Valencia o en Maracay, la agresión, no puede pasar por debajo de la mesa. Además de rechazar la violencia contra el ex gobernador de Miranda, el gesto nos obliga a un debate ineludible y decisivo para el país.

Los venezolanos necesitamos una democracia de debate, de libertades. Nos urge cierta estabilidad donde se pueda discutir y generar las ideas y reflexiones necesarias para salir de la crisis. No habrá confianza en las instituciones si no producimos una ruptura definitiva con la violencia y el abuso de poder.

No solo se trata de superar la violencia, que es sinónimo de atraso, de exclusión e intolerancia. El país no tiene más opción que avanzar y dejar atrás las posiciones extremistas que imponen sus puntos de vista a punta de emocionalidad y fuerza.

Volver a los tiempos en que no se podía poner un pie en alguna zona popular porque era una propiedad y un territorio oficialista y eso significaba golpes, vejaciones, insultos y maltratos, es un retroceso.

Los venezolanos no estamos para seguir en lo mismo, limitados a un conflicto eterno y sin salida. Debemos salir adelante. Dejar atrás la confrontación, esos discursos de odio que fueron los que nos llevaron a esta crisis profunda en la que vivimos y que nos tiene viviendo tan mal.

Las agresiones contra Capriles no son un detallito, un exceso que disimulas y no pasó nada. Es una práctica que no podemos volver a poner de moda, que tiene consecuencias muy negativas que trancan, dinamitan la posibilidad de salir de la crisis.

La violencia puede restituir el espíritu de venganza y eso es lo peor que nos puede volver a ocurrir. Sustituir un vengador de izquierda por uno de derecha es una maldición que este pueblo noble no se merece.



MÁS DE LO MISMO

No hay gasolina, se va la luz, falta el agua, los salarios no alcanzan para nada y para colmo resurge la intolerancia y se insiste en mantener la crisis política. Más leña para la candela. En vez de intentar resolver los miles de problemas que nos asfixian, volvemos a olvidarnos de la gente y a guiarnos por la consigna: “quien no está conmigo está contra mi”.

Desconocer al otro no ha servido para nada y no solo estamos hablando de lo ocurrido con Capriles. El autoritarismo es un modus operandi que caracteriza a los radicales, sean del bando que sean, de la izquierda o de la derecha.

En el mundo real una señora, seguramente siguiendo instrucciones, golpea con saña a Henrique Capriles en una caminata en Valencia. En la ficción de la redes los extremistas hacen lo mismo todos los días. A punta de insultos y descalificaciones impiden cualquier debate que plantee una relación civilizada, de respeto entre el gobierno y la oposición. Es la misma intolerancia, la misma violencia.

Quienes piensan que volver a la polarización, camino al 2024 los beneficia, se equivocan. Eso es una tragedia para el país. Tal y como lo reflejan las encuestas, los venezolanos aprendimos a reconocer que la confrontación, solo nos ha traído puras desgracias.

HABLAMOS OTRA VEZ DE POSTVERDAD

Hemos venido escribiendo sobre las redes y los fenómenos que se dan dentro de ellas. De cómo los algoritmos y la comunicación emocional nos ha ido llevando a simplificar la realidad y por ese camino a una mayor polarización en todo el planeta.

En la Postverdad no importan los hechos y sus interpretaciones. Lo que piensa el chat, el grupete con el que nos comunicamos en Facebock o en Whatsapp es la única verdad: “Me sabe a casabe lo que piensan los demás”.

La diversidad es un componente fundamental de la realidad. Ningún análisis es efectivo si descartamos los distintos elementos que entran en juego en un hecho. Por más que pensemos que la verdad no existe o es relativa, la historia del pensamiento humano señala que el debate de las ideas es lo que nos ha permitido progresar.

SOMOS DATA Y NADA MÁS

Cuando juego Candy Crush o me tomo una foto con mi celular, cada movimiento, cada botón que aprieto, se convierte en información, en señales que enviamos a un servidor donde nos ubican en una clasificación que, supuestamente, contiene mi personalidad. En las redes somos pura data.

Así, como un simple dato, soy tratado. La información que aporto es recompensada con estímulos de placer. Me consienten mandándome la información, la música o cualquier otra cosa que me haga feliz. Me dirigen para acá o para allá, manejando mis estados de ánimo.

Milito, sin darme cuenta, en una especie de partido político donde todos sus militantes coinciden en una única sola manera de ver las cosas. Como hemos sostenido en estos artículos, las redes generan un mundo de burbujas emocionales que reaccionan con agresividad cuando se pone en duda nuestro esquema de valores o nuestra personalidad.

Actuamos como pandillas, tribus o guetos que cuando interactúan en la web con otras burbujas, la tendencia es a canibalizarse.

La atomización genera una ficción que hace creer a las minorías que son mayorías y viceversa. Esa situación ha generado que muchos grupos ignorados o excluidos obtengan reconocimientos que antes le fueron negados apunta de quejas.

Estamos hablando de un mercado enorme, el más grande de la historia de la humanidad. De 4 billones de personas, la mitad de la población del planeta en un mismo y enorme ring de boxeo que de acuerdo a nuestro estado de ánimo se trasforma en segundos en una orgía plena de satisfacción.

Países, idiomas, realidades muy diversas se convierten en millones de burbujas exigiendo cada una reconocimiento. Tanto ruido, tanta información simultánea genera confusión e inseguridad.

Si revisamos YouTube encontraremos que los 10 videos más vistos día tras día, son aquellos que recurren al sensacionalismo, a eso que en el periodismo llamamos “amarillismo”. La tendencia es a subirle volumen a nuestras comunicaciones para atraer la atención.

LA DICTADURA DE LA EMOCIÓN

Como quiera que la emoción es la clave, los algoritmos tienden a ir directo a nuestro corazón y a dejar un lado el uso del cerebro. Tal simplificación ha generado un fenómeno que se ha hecho característico de las redes: la radicalización. Una realidad ficticia donde la emocionalidad bloquea nuestra racionalidad.

Hay numerosos registros de cómo las minorías en las redes, en defensa de su identidad, de sus esquemas de valores, generan actos de violencia permanentes. Convocan saqueos, enfrentamientos entre policías y manifestantes, miles de protestas que funcionan como desahogo.

No es que tales posiciones no existieran antes, o que la televisión o la prensa no influyeran en el ánimo de las audiencias. El asunto es que ahora, la globalización, introduce nuevos parámetros que influyen en el comportamiento de las masas con mayor puntería y efectividad.

CANIBALISMO MISMO

Los grupos defensores de la diversidad sexual nos pueden servir para explicar la complejidad de este fenómeno. Hay un cambio sustantivo en la manera en que percibimos sus reclamos. Se ha acelerado su reconocimiento gracias a la masificación de sus consignas en las redes.

Hay avances importantes en este tema y hoy en día, la sociedad global ha ido aceptando como algo normal que la definición de la sexualidad es un derecho fundamental del ser humano.

Pero, el desarrollo de este reconocimiento, no supone la desaparición de los perjuicios o el rechazo a los homosexuales. La opinión conservadora muta y ofrece una resistencia a lo que a todas luces significa inclusión y tolerancia.

HOLLYWOOD: PUNTA DE LANZA

La industria cinematográfica ha promovido la diversidad sexual como política. Aun así, 3 de sus más recientes películas han resultado un fracaso económico desastroso. Nos referimos a “Thor: Amor y Trueno”, “Buzz Lightyear” y “Un Mundo Extraño”.

Thor ha sido la película del personaje de más baja recaudación en Marvel. Buzz Lightyear” perdió 106 millones de dólares y “Un Mundo Extraño” 197. Esta cifra constituye la mayor pérdida de Disney en toda su historia. El problema, según los analistas, estuvo en el tratamiento del tema de la diversidad sexual y los niños.

En las redes se desató una campaña contra estas películas inclusive antes de que se estrenaran. Según los investigadores, a la gran mayoría de los padres no les agrada la idea de que a sus hijos les toquen el tema fuera de la casa: “La homosexualidad podrá ser algo natural pero, no quisiera que un hijo mío saliera de repente del closet”.

LA INCLUSIÓN FORZADA

La repercusión del fracaso económico de estos contenidos ha generado una tendencia muy de moda en estos días en las redes. Actores como Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger o Clint Eastwood han dejado ver su rechazo a la “Inclusión Forzada” en las series o en el cine.

En la web se ha desatado un movimiento extremo que rechaza desde la diversidad sexual hasta el color o la raza de los protagonistas de películas como “La Sirenita 2023” o Cleopatra” de Netflix. En ambas producciones las protagonistas son mujeres de piel oscura: “El racismo no ha muerto, andaba de parranda”.

Los algoritmos igual estimulan posturas negativas que positivas. Como quiera que ahora se considera que la verdad es relativa o no existe, cualquier discurso, por más absurdo que nos parezca, es considerado un ejercicio de libertad. El asunto, visto de esta manera, se vuelve una discusión filosófica casi que obligatoria.

LA FILOSOFÍA Y LA VERDAD

Intentemos meternos en esta discusión sin la pretensión de quedarnos pegados en ella tan complicada y donde hay montones de posiciones, todas muy respetables y de muy alto nivel.

Podríamos partir dividiendo el tema en dos tiempos para simplificar. En el primero la discusión sobre la verdad se relaciona con el pensamiento religioso, la relación entre la razón y el alma y, en el segundo, prevalece la idea que fundamenta la ciencia: “solo lo material es lo real”.

Digamos que estás premisas son una simplificación necesaria para tratar de explicar el clásico debate entre idealismo y materialismo. En la primera explicación la razón está del lado de la fe y la segunda la verdad es un asunto tangible.

Para no hacer largo el asunto digamos que la verdad en el idealismo estaba asociada a la idea de la virtud, del conocimiento, del bien y de Dios que lo era todo. El alma constituía el soporte de la verdad.

Con la revolución industrial el debate sobre la verdad comenzó a cambiar de rumbo, se inclinó más hacia el pensamiento científico, hacia el materialismo. Marx sostenía que había que transformar la realidad más que interpretarla. Bajo esta corriente se consolidó la vieja idea que asociaba el poder económico a la imposición de la verdad.

Recuerdo que Américo Martín me comentó una vez que la revolución industrial había salvado a la humanidad de la hambruna que se le venía encima. El contexto incide en la definición filosófica de la verdad.

TODO PASA Y TODO QUEDA

Lo interesante del debate filosófico es que desde los Tales de Mileto, Heráclito, Sócrates o Santo Tomas de Aquino hasta el día hoy, no hay una verdad estática, todo se mueve con el tiempo. Ya sea porque el alma, la virtud, el lenguaje, el conocimiento, el razonamiento o la lucha de clases sean propuestas que intentar explicar la realidad, la dialéctica en un concepto que se registra igual entre idealistas o materialistas.

Sócrates aunque era idealista tenía un pensamiento dialéctico al igual que Hegel. Platón escribía en forma de diálogo y en sus escritos, cuya preocupación fundamental era la búsqueda de la virtud, del conocimiento, había una lógica que antecede los fundamentos del pensamiento científico: “Una tesis, una antítesis y una síntesis”

En la Postverdad la verdad es relativa o no existe. Nietzsche rechaza esta idea. Según sus teorías el asunto de la verdad es de perspectivas.

Todo este intento de meternos con el tema de la verdad es para aterrizar en la Postverdad y en un debate más que urgente sobre lo que ocurre en las redes y en este, nuestro tiempo.



EN LA POSTVERDAD NO HAY NADA QUE DISCUTIR

La opinión es un acercamiento a la verdad, no la verdad. La crisis de la democracia tiene que ver con las ausencias de debates por la simplificación a la que nos someten los algoritmos y por la supremacía de la cultura de lo instantáneo y lo breve.

Se pensaba que después de la pandemia venía un regreso al humanismo y sin embargo, la guerra Rusia-Ucrania se ha vuelto una ecuación sin solución. Y esto tiene que ver que todo el tema de la Postverdad, con los fake new.

Facebock y Google acaparan el 85% del mercado publicitario. Hace unos años la televisión, la radio y los periódicos eran los dueños supremos en lo que se refiere a la inversión en publicidad. Ahora, el negocio cambió.

Los algoritmos son la fase superior de la publicidad. Vender por las redes es más personal, más eficiente y barato que en los medios tradicionales. Cada persona cree que es el centro de las redes porque su opinión, su ego, es lo que prevalece y manda. Sin embargo resulta, que en el auge de lo digital se ha generado el proceso de masificación el más grande de la historia.



LA TEORÍA DE LA VENTANA ABIERTA

Todos estos procesos, tan acelerados y cambiantes, nos deben llevar a discutir que es lo que está pasando y para dónde vamos. En el caso venezolano el debate es todavía más urgente. Hay que entrarle a la trampa de la Postverdad. Nuestro conflicto interno está metido en el mero centro de la geopolítica.

Cuando Lula le dijo a Maduro, en su más reciente visita a Brasil, que era una víctima de una narrativa construida que lo hacía ver cómo un dictador maluco, lo que salió en las redes, no era exactamente la única verdad.

Lula no estaba escondiendo la violación de los derechos humanos en Venezuela. Boric, en todo caso se encargó de dejar claro el tema. Lo que el presidente brasileño le estaba intentando decir al mandatario venezolano pudiera ser otra cosa. Hay otra lectura.

Desde hace rato López Obrador, Petro y Lula vienen planteando una relación distinta con los Estados Unidos. Una comunicación de mayor respeto entre la potencia número uno del mundo y las naciones latinoamericanas ahogadas en problemas económicos.

Lula hace rato que viene diciéndole a Maduro que tiene que cambiar sus posturas y salirse de las etiquetas donde lo han metido y el mismo también se ha encerrado. Sus colegas presidentes le están diciendo que vuelva a la OEA, a los organismos de integración latinoamericana y restituya la institucionalidad en Venezuela. Petro lo dejó claro cuando le dijo al gobernante venezolano que había que comprender el concepto de “Democracia Liberal” que es el que funciona en nuestros países.

UNA VENTANA ABIERTA

La oposición en vez de entender que Lula estaba tirándole un salvavidas a Maduro y meterse también por esa rendija para reforzar esa oferta, volvió a lo suyo. No hizo otra cosa que responder dentro del tradicional esquema de la confrontación y la antipolítica. Pero, desde el punto de vista estratégico, que en Venezuela se respeten las leyes, el clima sea de diálogo y se restituya la institucionalidad democracia, ese camino es más conveniente que continuar en el conflicto.

Por eso es fundamental plantearle a Maduro que las agresiones a Capriles a quien más afectan es a su propio gobierno. Una oposición inteligente debería aprovechar que Lula, Petro y familia lo están ayudando a disolver el aislamiento del país y generar un debate sobre la necesidad de respetar las reglas del juego democrático. Dejar que la violencia vuelva a sustituir al diálogo es un retroceso y un sin sentido.

El padre Ugalde acaba de dar una declaración que vale la pena respaldar: “Gobierno y oposición deben tratarse con humildad y pensar más en los problemas de los venezolanos que en el tema del poder”.



LA LENGUA ES CASTIGO DEL CUERPO

A la Postverdad hay que responderle con análisis y con debates. Salirse de los discursos habituales y hablarle al país en términos positivos. Sin renunciar a las diferencias, avanzar con los mejores argumentos. Sacar a los venezolanos de la confrontación debe ser uno de nuestros principales objetivos. Es la única manera de generar alternabilidad.

El discurso de Maria Corina Machado es la continuidad de los errores de la oposición en estos 24 años. Es insistir en la narrativa de Guaidó o Leopoldo López que fue derrotada al igual que el golpe de Carmona. Es vender una victoria que no existe.

De persistir en las prédica del las salidas de fuerza se obtendrán los mismos resultados de siempre. Es mentira que la señora Machado va a meter preso a Maduro y a los suyos. Esa una oferta muy frágil y equivocada. Si la Dama de Hierro se convierte en una amenaza real para los socialistas criollos, no la habilitarán y listo. Una vez más se estarán generando unas expectativas difíciles de cumplir y eso lo que genera es frustración.

¿Qué va hacer la señora Machado con las primarias que van con la participación del CNE?. ¿Mantendrá su discurso contra las máquinas o se calará las captahuellas pensando que puede ganar? ¿Sacrificará su coherencia y se comportará como él embajador colombiano o mantendrá su palabra?

PLATÓN Y BENEDETTI

Hay que cambiar el discurso y la manera de entender la política. En el siglo V antes de Cristo, Platón sostenía que la democracia era una propuesta de gobierno que favorecía los autoritarismos. El filósofo griego creía que debían gobernar los sabios, los virtuosos, quienes tenían más conocimientos y no los políticos.

Era adversario del los sofistas, de una tendencia de la época que priorizaba la palabra por encima de la razón y el conocimiento. Platón veía a los políticos como unos agitadores que soñaban con ser gobierno. Gente sin escrúpulos. Fueron estos señores y su oratoria los responsables del ajusticiamiento y la muerte de Sócrates.

Platón Sostenía que los políticos eran demagogos por naturaleza. Se caracterizaban por su enorme ego. Solían decirle a la gente lo que querían oír, nunca la verdad. Solo les importaban su bienestar y nada el de los demás. No tenían virtud y por eso se corrompían, terminaban por lo general traicionando al pueblo.

El episodio del embajador colombiano Benedetti es tal cual lo que decía Platón hace miles de años. Este señor, furioso porque lo dejaron esperando tres horas, se puso a chatear con la jefa del gabinete en términos ofensivos y esos textos se los pasó a la revista Semana para que los publicaran sin importarle para nada las consecuencias de su vanidad enloquecida.

Benedetti estaba herido en su miseria. No lo nombraron ministro y por eso promovió el escándalo que le costó el puesto a la señora Sarabia y a su propia persona. Escribió un tuit, a modo de excusa, diciendo que estaba triste y ebrio, cuando hizo lo que hizo.

¿Cuántos políticos se parecen a Benedetti en Venezuela?

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