Más allá de las coincidencias o discrepancias en las luchas internas, siempre fue ejemplo y guía para nosotros.
Pedro Pablo Aguilar
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Por Oswaldo Álvarez Paz

A pesar de las enormes responsabilidades que tuvo en el Partido y en ambas Cámaras del Congreso de la República, su trayectoria está llena de aciertos, muchos de los cuales han sido resaltados justificadamente. Más allá de las coincidencias o discrepancias en las luchas internas, siempre fue ejemplo y guía para nosotros.

En estos días se ha escrito mucho sobre Pedro Pablo. Uno de los pocos grandes que quedaban en la política venezolana. No es mucho lo que puedo agregar, pero siento la necesidad de hacerlo. Tenía algunos días sin verlo, sin oír sus consejos y útiles referencias. Pude hacerlo el día de su muerte en las primeras horas de la tarde. El golpe fue tremendo. A las pocas horas llegó la noticia de su muerte. Aunque no me sorprendió, no me recupero del impacto.

Lo conocía desde hace algo más de sesenta años. Desde mis tiempos de dirigente estudiantil, tanto en la Juventud Revolucionaria Copeyana del Zulia y luego nacionalmente, así como también en la Democracia Cristiana Universitaria, tuvimos una referencia permanente.

A pesar de las enormes responsabilidades que tuvo en el Partido y en ambas Cámaras del Congreso de la República, su trayectoria está llena de aciertos, muchos de los cuales han sido resaltados justificadamente. Más allá de las coincidencias o discrepancias en las luchas internas, siempre fue ejemplo y guía para nosotros.

Pedro Pablo Aguilar fue el presidente del Comando Electoral de mi campaña para la Presidencia de la República en 1993. Recuerdo que el Coordinador General fue el gran amigo Ramón José Medina. Hace más de treinta años de aquellas inolvidables jornadas. En definitiva, aunque no alcanzamos el objetivo deseado, fue un tiempo de aprendizaje insustituible para continuar la lucha sin salirnos de los cauces fundamentales. La relación entre ambos se hizo mucho más estrecha y el afecto personal pasó a ser para la eternidad.

Han sido dichas y escritas muchas cosas sobre la vida y obra de Pedro Pablo. Aunque provoca repetir muchas de ellas, no lo haré en esta oportunidad. Pero, entre otras, le debo mucho de lo que he sido y quizás seré en los años que aún pueden quedarme de vida. Quiero dejar constancia ante toda su familia, incluidos quienes partieron antes que él, de mi amistad y cariño incondicionales.

Las últimas reuniones del grupo “Los Palos Grandes” que semanalmente hacíamos en su casa, reflejaban el progresivo deterioro de su salud física, más no mental. Teníamos tiempo sin reunirnos. En la Misa de despedida creo que estábamos todos dando el último adiós presencial a quien tanto nos dió a lo largo de los años.

Ha sido dicho que cuando el destino habla calla todas las demás voces. También, en algunas oportunidades, he dicho que tenemos varias asignaturas pendientes en torno a la práctica política, al funcionamiento de los partidos e, incluso, sobre los fines mismos de la democracia. Ahora es cuando tenemos más trabajo por hacer. Pedro Pablo nos dejó lecciones y testimonio existencial para enfrentar sin vacilaciones a este régimen protagonista del peor fracaso existente en el continente y buena parte del mundo.



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